Manuel Martínez Morales
Recuerdas que en la clase química de secundaria tuviste tu primer encuentro con la tabla periódica, que presentaba ordenados los elementos según su número atómico (número de protones), por su configuración de electrones y sus propiedades químicas. Mostrando este ordenamiento tendencias periódicas, como elementos con comportamiento similar en la misma columna. Lo cual, a la vez que te sorprendía, te rompía la cabeza pues no alcanzabas a comprender del todo el sentido de la enigmática tabla.
Fue muchos años después que medio entendiste el asunto y su importancia científica. Pues, en palabras de Theodor Benfey, según Wikipedia, la tabla y la ley periódica “son el corazón de la química, comparables a la teoría de la evolución en biología, y a las leyes de la termodinámica en la física clásica.”
Dimitri Mendeléyev publicó en 1869 la primera versión de tabla periódica que fue ampliamente reconocida. La desarrolló para ilustrar tendencias periódicas en las propiedades de los elementos entonces conocidos, al ordenar los elementos basándose en sus propiedades químicas, si bien Julius Lothar Meyer, trabajando por separado, llevó a cabo un ordenamiento a partir de las propiedades físicas de los átomos. Mendeléyev también pronosticó algunas propiedades de elementos entonces desconocidos que anticipó que ocuparían los lugares vacíos en su tabla. Posteriormente se demostró que la mayoría de sus predicciones eran correctas cuando se descubrieron los elementos en cuestión.
Se han descubierto o sintetizado todos los elementos de número atómico del 1 (hidrógeno) al 118 (oganesón), y sus nombres y símbolos oficiales se hicieron públicos el 28 de noviembre de 2016. Los primeros 94 existen naturalmente, aunque algunos solo se han encontrado en cantidades pequeñas y fueron sintetizados en laboratorio antes de ser encontrados en la naturaleza. Los elementos con números atómicos del 95 al 118 solo han sido sintetizados en laboratorios. Allí también se produjeron numerosos radioisótopos sintéticos de elementos presentes en la naturaleza. Los elementos del 95 a 100 existieron en la naturaleza en tiempos pasados pero actualmente no. La investigación para encontrar por síntesis nuevos elementos de números atómicos más altos continúa.
Si bien todo esto te ha sorprendido, te asombra más el libro de Primo Levi, titulado El sistema periódico, estructurado en veintiún capítulos, cada uno de ellos dedicado a un elemento químico convertido en metáfora del hombre y de las relaciones humanas. Por ejemplo, la imaginación pura domina el relato que le sugiere el Mercurio, a la vez que un dramatismo atenuado por la lucidez preside el capítulo correspondiente al Vanadio, narración del reencuentro del escritor –acabada la guerra y por razones profesionales- con uno de sus carceleros de Auschwitz.
En este libro, Levi entreteje magistralmente sus sólidos conocimientos sobre la química con elementos de su propia biografía y la ficción narrativa. Todo ello matizado con sus propias reflexiones sobre el conocimiento humano. Como cuando apunta que “dominar la materia es comprenderla, y comprender la materia es preciso para conocer el Universo y conocernos a nosotros mismos, y que, por lo tanto, El Sistema Periódico de Mendeléyev, es un poema, más elevado y solemne que todos los poemas que nos hacían tragar en clase; pensándolo bien hasta rima tenía.”
Mezclando el relato novelesco, el cuento y una forma muy particular de divulgación científica, Primo Levi nos lleva de las abstracciones teóricas que, surgiendo del experimento, sustentan la ciencia química, hasta las entrañas de la práctica en la vida cotidiana en la cual los procesos químicos son primordiales. Un viaje del laboratorio a las profundidades de la tierra; mostrando cómo el conocimiento de la materia se obtiene complementando lo obtenido en una y otra parte.
Así pues, en este libro, Primo Levi, químico de profesión, nos describe el mundo a través de la tabla periódica con una lucidez y una maestría literaria prodigiosas.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.