Hace más de 10.000 años, los humanos que llegaron a América lo hicieron acompañados de unos perros que no procedían de los lobos norteamericanos, sino de un antepasado canino que habitaba en Siberia. Los canes se dispersaron por toda América del Norte y compartieron territorio con los nativos durante miles de años, hasta la llegada de los conquistadores europeos en el siglo XV.
“Los perros, como las personas, se han visto muy afectados durante la colonización de las Américas por los europeos”, indica a Sinc Laurent Frantz, investigador en la Universidad de Oxford y la Queen Mary University of London. Tras la llegada de los colonos, los canes desaparecieron rápidamente y casi por completo.
“Este estudio demuestra que la historia de los humanos se refleja en nuestros animales domésticos”, dice Larson
“La razón sigue siendo incierta, pero hay varias posibilidades: enfermedad infecciosa o un cambio de preferencia por los perros europeos en las comunidades locales”, precisa el investigador. Razas modernas norteamericanas como los labradores o los chihuahuas son en realidad descendientes de otras euroasiáticas, introducidas en el continente americano entre los siglos XV y XX.
Hasta ahora también seguía siendo un misterio cómo surgieron estos perros en el continente europeo. Un nuevo estudio, publicado en Science y liderado por el equipo de Frantz, ha rastreado el origen gracias al análisis genómico de ADN antiguo obtenido de los huesos hallados en yacimientos norteamericanos y a la comparación con ADN de perros modernos y antiguos fuera de América.
Antepasado siberiano
“Hemos seguido el rastro de su origen en Eurasia y descubierto la fecha más probable a la que fueron introducidos en América”, revela el científico. Tras secuenciar 71 genomas mitocondriales y 7 nucleares procedentes de antiguos perros norteamericanos y siberianos de los últimos 9.000 años, los expertos concluyen que los perros americanos poseían firmas genéticas diferentes a cualquier otro can.
Según la investigación, los perros americanos no se derivaron de los lobos de América del Norte, sino que descendieron de un antepasado común que probablemente se originó en Siberia y se dispersó en las Américas junto con las personas que llegaron al continente hace 11.000 años, durante las primeras migraciones humanas de Asia a América.
“Este estudio demuestra que la historia de los humanos se refleja en nuestros animales domésticos. Las personas en Europa y América eran genéticamente distintas, y también lo eran sus perros. Y así como los pueblos indígenas en las Américas fueron desplazados por colonos europeos, lo mismo puede decirse de sus perros”, destaca Greger Larson, directora de la Red de Investigación Paleogenómica y Bioarqueología (Palaeo-BARN) en la Universidad de Oxford.
Un tumor como única herencia
En la actualidad, no queda casi rastro genético de estos animales, que desaparecieron casi por completo con la llegada de los europeos. Pero los científicos parecen haber identificado lo que podría ser el único legado superviviente de estos cánidos: un tumor venéreo transmisible. Se trata de un cáncer genital que se contagia entre perros mediante la transferencia de células cancerosas vivas durante el apareamiento que en la actualidad está distribuido en todo el mundo.
“El único superviviente del linaje de perro extinto es un tumor que se puede diseminar entre los perros como una infección”, indica Leathlobhair
“Hace unos 8.000 años, en América o más probablemente en Siberia, un perro contrajo un cáncer que más tarde se volvió contagioso –indica a Sinc Frantz–. Este can fundador estaba genéticamente muy cerca de los que siguieron a los humanos durante las primeras migraciones a América hace más de 11.000 años”, continúa el investigador.
Cuando estos primeros perros murieron, el genoma «vivo» más cercano a este linaje desaparecido se encontró en el de este tumor transmisible. “En otras palabras, el genoma contenido en este tumor es una reminiscencia de un linaje de perro extinto que vivió en Siberia y América durante miles de años”, asevera el experto.
“Es increíble pensar que posiblemente el único superviviente de un linaje de perro extinto sea un tumor que se puede diseminar entre los perros como una infección”, agrega Máire Ní Leathlobhair, coautora del departamento de Medicina Veterinaria de la Universidad de Cambridge. “Aunque el ADN de este cáncer ha mutado a lo largo de los años, sigue siendo esencialmente el ADN de ese perro fundador original de hace muchos miles de años”, concluye.
Referencia bibliográfica:
M. Ni Leathlobhair et al. “The evolutionary history of dogs in the Americas” Science 5 de julio de 2018 DOI: 10.1126/science.aao4776