El Banco Mundial (BM) estimó en 2017 que el 29 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el mundo fueron producto de las actividades agrícolas, más aún, el uso excesivo de fertilizantes contamina el suelo y el agua, degradando la tierra y produciendo efectos nocivos para la salud. La Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) estimó que para este año el uso de fertilizantes sobrepasaría los 200 millones de toneladas.
La actividad económica con la capacidad de alimentar a los 9 mil millones de habitantes que tendrá el planeta en 2050 está acabando con el mismo. Ante este escenario, el desarrollo tecnológico se abre camino. La agricultura de precisión (AP), que se vale de la tecnología para recopilar y analizar datos de la tierra, y aplicar así los insumos precisos en cada sección del cultivo asegurando su productividad, podría reducir la contaminación pues se ahorrarían recursos como el agua y los fertilizantes.
Pese a ello, aún existen controversias sobre la implementación de esta tecnología. Mientras que los investigadores recomiendan su uso; en los estados es otra historia porque muchas veces la inversión económica no parece ser lo suficientemente rentable y prefieren usar métodos más adecuados para la región, como el mejoramiento genético de las semillas para que los cultivos sean más resistentes a las plagas y los embates climáticos.
En la experiencia de la jefa del departamento de investigación hortícola del Instituto de Investigación y Capacitación Agropecuaria, Acuícola y Forestal del Estado de México (ICAMEX), Elia del Carmen Velez, regiones como el Estado de México en donde las hectáreas son pequeñas y esparcidas no ameritan la enorme inversión en máquinas necesarias para la AP, que de hecho es más recomendable en parcelas grandes y continuas, como las que se encuentran en los estados de Sonora y Sinaloa.
Si bien es verdad que el uso de la AP es tradicionalmente más recomendado en cultivos grandes y continuos, el doctor Orlando Santillán presenta un punto de vista intermedio. “Hace falta promover una cultura entre la gente del campo para que se acerquen a la tecnología y vean que es útil, no una pérdida de tiempo”.
Santillán explica que la tecnología aplicada a la agricultura puede comenzar desde una aplicación celular, y las ventajas de comenzar a modificar la cultura tecnológica en este sector pueden generar un mayor crecimiento económico y un retorno de los jóvenes al entorno rural porque encuentran una mayor oferta laboral.
El director general del ICAMEX, Esequiel Contreras, también concuerda en que es importante apostarle al campo como fuente de crecimiento económico. “Se están aplicando paquetes tecnológicos que nos están dando respuesta a la necesidad, cantidad, calidad y competitividad. Esto nos lleva a que sea más rentable la actividad agrícola porque estábamos encasillados en algo que sólo hacíamos como método de subsistencia y ahora ya lo vemos como negocio; cualquier actividad que hagamos en el campo se tiene que ver como tal”.
Si bien la misma solución no aplica igual en todas las regiones, la tecnología bien aplicada puede traer beneficios en múltiples frentes. El crecimiento económico no tiene que estar peleado con el cuidado al ambiente.