El sistema circadiano, más conocido como reloj biológico, se encarga de coordinar todos los procesos que tienen lugar en el organismo.
Desde hace años, su mal funcionamiento –conocido como disrupción circadiana o cronodisrupción– se ha relacionado con una mayor propensión a desarrollar cáncer, obesidad, diabetes, depresión, problemas cognitivos o enfermedades cardiovasculares.
“Además, la existencia de disrupción circadiana cuando se padece un cáncer empeora el pronóstico de la enfermedad y la supervivencia de estos pacientes se ve reducida”, explica a Sinc Elisabet Ortiz Tudela, investigadora de la Universidad de Murcia.
La experta es la autora de un trabajo, publicado en el International Journal of Cancer, que revela la importancia de evaluar el funcionamiento del sistema circadiano para prevenir la cronodisrupción y poner en práctica medidas de fortalecimiento del reloj biológico en personas con un sistema deteriorado.
Sin embargo, medir el funcionamiento del reloj biológico no es fácil en humanos ya que la ‘maquinaria’ se encuentra en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo, situado en una zona muy profunda en el cerebro.
“Por ello, no es posible evaluar directamente cómo funciona el reloj”, añade Ortiz. “Hoy en día se estudian ritmos biológicos que se corresponden con ‘salidas’ del reloj y que nos permiten la evaluación indirecta del estatus del sistema circadiano”.
Entre todas estas ‘salidas’, una de las más estudiadas –ya que se puede medir de modo no invasivo y durante largos periodos de tiempo– es el ritmo de actividad-reposo.
Cronoterapia para el cáncer
Los investigadores caracterizaron la evolución del sistema circadiano en pacientes de cáncer sometidos a un protocolo estándar de cronoterapia, una estrategia que consiste en sincronizar la medicación con los ritmos biológicos del paciente, y que se ha mostrado prometedora en tratamientos oncológicos. Se registró el ritmo de actividad-reposo de 49 pacientes con cáncer avanzado durante la administración de un ciclo de quimioterapia cronomodulada estándar, que generó disrupción circadiana.
Todos los parámetros calculados a partir del ritmo de actividad-reposo empeoraron de forma significativa con la quimioterapia. Además, la existencia de disrupción circadiana durante el tratamiento se asoció con más cansancio y pérdida de peso corporal, dos de los factores asociados que son más preocupantes para los médicos.
“Tras el tratamiento y al final del estudio, los valores medios de todos los parámetros se recuperaron hasta alcanzar valores cercanos a los iniciales”, apunta la científica de la institución murciana.
Los resultados muestran cuatro patrones distintos de evolución del sistema circadiano en respuesta al tratamiento: en un 9,5% de los pacientes el ritmo de actividad‐reposo se mantuvo estable a pesar de la quimioterapia; un 14,3% sufrió una mejora de este ritmo; un 31% sufrió una alteración en respuesta al tratamiento para recuperarse completamente al final del estudio; y un 45% experimentó un deterioro sostenido del ritmo, posiblemente debido a una dosis inadecuada o a un horario de administración incorrecto.
Este efecto expone grandes diferencias entre los individuos, que podrían afectar a la eficacia del tratamiento. “Minimizar la disrupción circadiana personalizando la administración de la cronoterapia podría suponer una mejora en la tolerancia clínica y potencialmente, una mayor eficacia del tratamiento”, concluye Ortiz.
Referencia bibliográfica:
Ortiz-Tudela E, Lurisci I, Beau J, Karaboue A, Moreau T, Rol MA, Madrid JA, Lévi F, Innominato PF. “The circadian rest-‐activity rhythm, a potential safety pharmacology endpoint of cancer chemotherapy”. Int J Cancer. 2014 Jun 1;134(11):2717-‐25. doi: 10.1002/ijc.28587.