Valiéndose de la clara propensión que la mayoría de las personas diagnosticadas con algún trastorno del espectro autista sienten por la tecnología, investigadores del Centro de Investigaciones Cerebrales (Cice) de la Universidad Veracruzana (UV) diseñaron una terapia basada en la estimulación a través de una consola de videojuegos, con el propósito de mejorar las habilidades motoras, de comunicación e interacción social de los niños que sufren esta condición.
A cargo de este proyecto se encuentran la estudiante de doctorado Nohemí Crespo Cortés y el investigador Jorge Manzo Denes, ambos del Cice, quienes han contado con el apoyo del Centro de Rehabilitación Infantil de Veracruz (Criver) para trabajar en sus instalaciones con 10 niños diagnosticados con autismo severo.
En sesiones dirigidas y siempre con un acompañamiento, los niños entrenan golf, boxeo, tenis, bolos y beisbol a través de una consola de videojuegos (Wii-Nintendo Co., Ltd.) que les permite controlar las acciones utilizando su cuerpo gracias a un detector de movimientos.
“Al principio la tarea no fue nada fácil, porque acciones tan sencillas como permanecer sentados, seguir instrucciones, esperar su turno, comunicarse o tener contacto físico, resultan para ellos muy complicadas debido a su condición”, explicó Nohemí Crespo.
Sin embargo, tras ocho meses de entrenamiento, los cambios han sido notables. Las familias que fueron entrevistadas coinciden en que a los niños se les ve menos ansiosos y con más posibilidades de seguir una instrucción y expresar una emoción o una necesidad. Además, son notables sus adelantos en cuanto a la coordinación ojo-mano, lo que obliga a investigar si estas habilidades motoras se reflejan en otras actividades de su vida cotidiana.
Un efecto inesperado que ha generado nuevas expectativas en la investigación, es que los niños tienen ahora mayor vocalización e intención comunicativa. De los 10 participantes, por lo menos cinco no articulaban ninguna palabra, no se les conocía la voz; sin embargo, conforme ha ido transcurriendo el entrenamiento ellos empezaron a hacer sonidos e incluso a pronunciar monosílabos. Asimismo, los niños que ya emitían algunas palabras ahora son capaces de crear frases más largas o decir palabras más complejas.
Los investigadores deducen que este avance se dio gracias a que durante el juego se hace una descripción verbal de lo que está sucediendo, lo que permite que los niños asocien las palabras con la imagen.
“Es un indicador de que su periodo de atención se ha prolongado significativamente y creemos que esto ayuda a que los niños trabajen mejor en su terapia de lenguaje y aprendan más. Los padres y otros terapeutas nos han referido que nuestros niños, que durante un largo tiempo no habían mostrado cambios, ahora se comportan mejor, están más tiempo sentados y no se distraen.”
Sin duda, los buenos resultados también están vinculados a la constancia de los familiares de quienes participan en el proyecto, ya que si el entrenamiento se interrumpe entonces los avances igualmente se detienen o, peor aún, se retrocede al estado inicial.
Ante los resultados positivos, tres familias compraron una consola de videojuegos para sus hijos, aunque ésta por sí misma –advierte Nohemí– no constituye una terapia ni un entrenamiento. “Es indispensable que haya un acompañamiento y un método, así que hemos involucrado en nuestras sesiones a los papás y hermanos a fin de que vean cómo se trabaja”.
Con mucha investigación aún por delante, el propósito de este proyecto es describir una nueva técnica terapéutica, con el fin de que se incluya como una más de las que se ofrecen en el Criver y en otros centros de rehabilitación. El siguiente paso será realizar electroencefalogramas a los niños que reciben el entrenamiento, a fin de conocer qué grupos de neuronas se activan cuando juegan.
Finalmente, hay que destacar que además de caracterizarse por ser un proyecto económico y viable, es totalmente novedoso, pues no existe registro de uno similar aplicado en niños autistas a nivel nacional.