Un equipo de investigadores de la Universidad de Berkeley, en EE UU, anunció el 4 de junio de 1984 haber clonado y secuenciado, por primera vez, el ADN de un animal extinto, el quagga, un mamífero parecido a un caballo y con rayas similares a la de la cebra que se extinguió en 1883.
Para lograr esto el equipo tomó muestras de musculo seco y piel de un ejemplar quagga (Equus quagga) -especie de équido que vivió en África del Sur- que murió en el zoológico de Amsterdam el 12 de agosto de 1883 y que era el último de su especie.
El material fue conservado en el Museo de Historia Natural, de Mainz, Alemania. Su estudio fue particularmente difícil, ya que las moléculas estaba muy fragmentadas, pero los investigadores de Berkeley, dirigidos por Russell Higuchi y Alan Wilson, lograron extraer ADN de sus tejidos, en una proporción 100 veces menor que la que se podía obtener a partir de tejidos vivos y secuenciaron un segmento corto, de 115 pares de bases.
La secuencia de ADN del quagga fue comparada con secuencias de cebras y caballos vivos, descubrieron que presentaban muy pocas diferencias con la cebra, demostrando así la estrecha relación filogenética entre ambas especies(cuestión sobre la cual los científicos no habían logrado ponerse de acuerdo hasta ese momento).
Los investigadores en el laboratorio de Allan Wilson, de la Universidad de California, Berkeley, en lo previo ya habían desarrollado una amplia experiencia en la secuenciación del ADN. El Laboratorio de Wilson fue uno de los primeros en aplicar técnicas moleculares -tales como secuenciación de ADN y PCR- para el estudio de la evolución.
En su trabajo publicado posteriormente, el 15 de noviembre de 1984, en Nature, Higuchi y Wilson anticiparon que la confirmación de que el ADN podía sobrevivir por largos períodos de tiempo, tendría un gran impacto en la paleontología, la biología evolutiva, la arqueología y la medicina forense, beneficiando el desarrollo de estas disciplinas.
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