Los delfines naturalmente expelen burbujas bajo la superficie del agua, pero numerosos acuarios han documentado que estos animales usan el aire exhalado para formar anillos o donas a las cuales manipulan para jugar, ya sea solos o en grupos.
Estos comportamientos son increíbles para quien los observa, ya que esencialmente, los delfines los crean a su antojo y juegan con ellos. Los animales los producen controlando su exhalación, moviendo sus cuerpos para crear un vórtice que los haga girar y darles forma, también les dan golpecitos con sus aletas, los muerden, nadan a través de ellos y los separan o unen con otros, maniobrándolos delicadamente para no destruir la estructura.
Este fenómeno, que denota planeación y destreza, demuestra la capacidad cognitiva de estos mamíferos, que aún es fuente de muchos estudios.
La formación de estos anillos es utilizada por los delfines para entretenerse en cautiverio, lo que formula una pregunta obvia: ¿los delfines en la vida salvaje hacen lo mismo? Y ¿cuál seria la aplicación práctica?
De hecho, sí lo hacen, pero en un contexto muy diferente: el de la caza. Al buscar su alimento en grupo los delfines exhalan una nube o red de burbujas alrededor de los cardúmenes para forzar a los peces a separarse, desplazarse en diferentes direcciones o amontonarse en una zona.
Otros cetáceos como las orcas, ballenas jorobadas y delfines moteados y nariz de botella han sido observados produciendo formaciones de burbujas. El fenómeno aún plantea muchas interrogantes sobre la inteligencia de los mamíferos marinos y, sobre todo, habla de la capacidad de adaptación de estos animales para no “aburrirse” en cautiverio.