A nadie se le ocurriría suministrarle un antidepresivo a un pez de río, ni un antiinflamatorio a un ave rapaz salvaje sana, pero eso es lo que ocurre cuando se ‘medicaliza’ el medioambiente. Vertebrados silvestres, aves y mamíferos se intoxican si se les expone a productos farmacéuticos de uso humano y doméstico.

En España, uno de los ejemplos más destacados es la reciente aprobación en 2013 del uso de un fármaco, el diclofenaco, para el tratamiento de las dolencias del ganado. El mismo medicamento ha provocado la práctica extinción de buitres en la India que carroñaban las vacas muertas tratadas con esta sustancia.

Es bien conocido también el efecto que han tenido los estrógenos sintéticos usados en píldoras anticonceptivas al llegar a través de las aguas residuales a los ríos. Los científicos probaron una feminización de los machos de varias especies de peces en aguas contaminadas con hormonas sexuales. Alguno de estos estudios se realizó en España.

Rafael Mateo Soria, del grupo de toxicología de vida salvaje del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), explica a Sinc: “A través de los vertidos residuales urbanos llegan muchos tipos de fármacos a las cuencas fluviales y humedales que pueden afectar a la vida acuática”.

En un total de 17 artículos que publica la revista Philosophical TransactionsMateo y varios grupos de investigación de Reino Unido, EE UU, Canadá y España aportan datos y experiencias que abordan la complejidad logística y ética que supone afrontar este problema.

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En España se encuentran más del 95% de los buitres europeos, que ahora corren riesgo por el diclofenaco. / Rafael Mateo Soria.

“La dosis hace el veneno”, decía Paracelso

Un abismo separa al fármaco y el veneno, que suele ser mortal en una determinada proporción, y no tiene ninguna función terapéutica. Sin embargo, al igual que cualquier sobredosis en humanos, los medicamentos también pueden ser letales en la naturaleza. El médico suizo Paracelso decía en su obra Trilogía: \’¿Hay algo que no sea veneno? Todas las cosas son veneno, y no hay nada que no lo sea. Solamente la dosis determina que una cosa sea o no veneno”.

Los investigadores que han estudiado las consecuencias del diclofenaco en aves carroñeras lo dejan claro: “Los buitres que lo ingieren se deprimen y entran en letargo, a menudo les cuelga la cabeza. Después, en un plazo de entre 24 y 48 horas mueren. En la necropsia aparece siempre gota grave en sus vísceras; las aves mueren de insuficiencia renal”, declara a Sinc Mark Taggart, científico del Instituto de Investigación Medioambiental (ERI, por sus siglas en inglés), que acaba de volver a Reino Unido desde la India, donde ha estado analizando precisamente muestras de diclofenaco.

Las aves carroñeras consumen los fármacos a través de la carne de animales muertos procedentes de la ganadería. Es tan letal que una pequeña cantidad puede matarlas. “Como todas las sustancias tóxicas, la mortalidad depende de la dosis, pero en el 50% de los buitres, esta es muy baja. Un ejemplo: solo de 0,098 a 0,225 mg por kilo de peso corporal supone la muerte del buitre dorsiblanco bengalí (Gyps bengalensis)”, argumenta Taggart. 

“Lo recomendable es no caer en los errores de la India y otros países asiáticos, que se han quedado casi sin estas rapaces, más cuando sabemos que existen alternativas poco tóxicas, como el meloxicam”, enfatiza Mateo Soria. “Lo normal –añade– sería retirarlos”.

El investigador de Reino Unido opina igual: “La aprobación de este fármaco en la ganadería ha sucedido por un vacío en las normas de concesión de las licencias europeas. Creo que es una decisión muy desafortunada. La UE está ahora reconsiderándola, ya que en España se encuentra más del 95% de los buitres europeos, que ahora corren riesgo. Sabiendo lo que ha pasado en la India, me parece irresponsable”.

Un estudio publicado recientemente por este y otros investigadores, a partir del análisis del hígado de más de 6.000 cadáveres de ganado, demuestra que la prohibición del uso de diclofenaco en la India redujo la presencia de esta sustancia en un 50% entre 2005 y 2009 en las reses, y un aumento del meloxicam en un 44% (la alternativa más segura). Sin embargo, el uso ilícito persiste, ya que cerca del 10% de las muestras dio positivo en 2009.

Una muerte marcada por la especie

En España ya se ha detectado un caso de intoxicación de un buitre en Córdoba por otro antiinflamatorio, el flunixin. El riesgo está muy presente. “Contenía niveles elevados en sus tejidos y también presentó gota visceral grave. La conclusión más probable es que murió después de alimentarse de un cadáver medicado con flunixin. Sabemos que este medicamento puede ser tóxico para pájaros carroñeros, pero este parece ser el primer caso claro”, asume Taggart, que también hizo los análisis del buitre de Andalucía.

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Buitre intoxicado en Córdoba por flunixin en la mesa de autopsias. / Mark Taggart,

El flunixin no estaba catalogado como letal para estas rapaces. Según comenta a Sinc Jaume Martorell Monserrat, científico del departamento de medicina de cirugía animal de la Universidad de Barcelona, “produce efectos tóxicos en el riñón y gastrointestinales, pero depende de la dosis ingerida”.

En 2007 la revista Veterinary Record publicaba un estudio sobre los efectos de este antiinflamatorio en periquitos. Las muestras de sangre que recogieron en el experimento –realizado en un total de 64 aves jóvenes y sanas– indicaron que esta especie no sufre ningún tipo de daño renal después de un tratamiento con flunixin durante siete días. Estudios previos habían demostrado que, en un mismo período de tiempo, dosis mínimas sí causaban lesiones en codornices (Colinus virginianus) y la muerte en grullas siberianas (Grus leucogeranus).  

Esto hace suponer a los investigadores que también hay que tener en cuenta las especies, que responden de manera diferente al mismo fármaco, y no solo la dosis. 

Otro problema español que está documentado es el de los buitres y quebrantahuesos del Pirineo expuestos a antiparasitarios externos de forma muy continua a través del consumo de restos de ovino.

“Estos tratamientos afectan al sistema nervioso, y en exposiciones a bajas cantidades pueden causar hipotermia. Es algo preocupante en especies como el quebrantahuesos, porque comienzan su nidificación en la alta montaña en pleno invierno”, argumenta Mateo Soria.

Antidepresivos en el agua, aves sin apetito

Durante la estación invernal, el famoso antidepresivo Prozac complica también la vida de las aves. Kathryn Arnold, del departamento de medioambiente de la Universidad de Nueva York (EE UU) –que ha sido la encargada de coordinar y editar el especial publicado en Philosophical Transactions, lidera un estudio sobre este medicamento.

Arnold expone a Sinc el trabajo realizado en el norte de Inglaterra: “Alimentamos a estorninos con concentraciones muy bajas de Prozac durante seis meses, imitando los niveles que están consumiendo los animales que se alimentan de aguas residuales durante el invierno en la naturaleza. Los principales efectos que observamos fueron en la alimentación”.

En este período, las aves sanas deben nutrirse de manera adecuada en la mañana para reponer su energía, debido al frío durante todo el día. Antes de acostarse, tienen que cenar copiosamente para soportar las largas noches invernales. “En cambio –añade la científica– las aves que habían recibido Prozac se alimentaron menos y no mostraron los picos en la alimentación de la mañana y la tarde”.

Los investigadores no están seguros todavía de si estos efectos tienen consecuencias a largo plazo, pero su preocupación son los riesgos que corren durante esta estación si les falla el alimento. Además, este problema es extrapolable a todas las aves que beben aguas contaminadas.

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Pez capturado para el análisis de fármacos. / Sara Rodríguez Mozaz

Peces de río bajo los efectos de inflamatorios

En los peces también se ha comprobado que los psicotrópicos alteran su comportamiento, lo que les puede provocar dificultades para desenvolverse con normalidad en el medio salvaje, por ejemplo, a la hora de defenderse de sus depredadores.

“Se está investigando el efecto que la presencia de ciertas drogas psiquiátricas pueden tener en los peces en cuanto a la alteración de su comportamiento, y que podrían llegar a afectar de diversas maneras al ecosistema acuático. Se espera que en los próximos años tengamos conclusiones al respecto”, puntualiza a Sinc la investigadora Sara Rodríguez Mozaz, del Instituto Catalán de Investigación del Agua, que participa en la Red Europea sobre Contaminantes Emergentes en el medio ambiente.

La científica apunta que los fármacos detectados en los peces de río de la península ibérica pertenecen a diferentes tipos de grupos terapéuticos, desde inflamatorios y drogas psiquiátricas a fármacos betabloqueantes. “Es difícil evaluar cuáles son los más dañinos porque no puede separarse del efecto combinado de otros contaminantes químicos presentes en el medio acuático. En cualquier caso, cabe destacar la presencia del diclofenaco en varios de los peces analizados, especialmente en aquellos cerca de las plantas depuradoras”.

Pero ahí no acaba la lista. Medicamentos antihipertensivos –que reducen la presión arterial– han llegado a encontrarse en depredadores de peces, como nutrias o águilas pescadoras, “aunque los efectos que pueden tener sobre su salud están menos estudiados”, añade Mateo Soria.

Existen aún muchas incógnitas sobre los riesgos de los productos farmacéuticos en el medio ambiente, en la vida silvestre y en los ecosistemas. Los científicos son conscientes y se afanan en recopilar datos del pasado y actualizarlos con nuevos estudios. Sin embargo, su trabajo está incompleto si los administradores legales no toman el testigo y convierten estas evidencias en instrumentos para que las especies en peligro no acaben en la mesa de autopsias.

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