Sandra Isabel Jiménez Mateos *
Fueron muchos años, pero en verdad muchos, los que tuvieron que pasar para que Antonio Meucci fuera reconocido por el inventor del teléfono: el 11 de junio de 2002, la Cámara de Representantes de los EE UU lo hizo por fin.
La patente del invento se le entregó a Alexander Graham Bell en 1876, pero el aparato ya había sido desarrollado anteriormente por Antonio Meucci.
El italiano Meucci se trasladó a los Estados Unidos, para desarrollar su inventó y el «teletrófono» (como lo bautizó) transmitió por primera vez la voz humana en Nueva York en 1849; en esa época Alexander Graham Bell tenía apenas dos años.
Antonio Santi Giuseppe Meucci (como era su nombre completo), nació el 13 de abril de 1808 en Florencia, Italia. era un gran inventor, pero un pésimo administrador y por lo mismo nunca solicitó la patente del invento, además de que confió en la gigantesca compañía telegráfica, Western Union, que le dio largas una otra vez.
En 1874 presentó su prototipo a la Western Union, que en principio no pareció muy interesada, quienes incluso le dijeron que habían perdido el dossier ante sus insistentes demandas de respuesta. Dos años más tarde, en 1876, Meucci leía con estupor los titulares de la prensa que celebraban la «invención» del teléfono por el investigador de origen escocés Graham Bell, patrocinado por la Western Union.
Esto fue 27 años después de que la voz humana humana recorriera por primera vez un hilo de transmisión, Graham Bell patentó una versión ligeramente más avanzada del invento del italiano, que había visto en los laboratorios de la compañía como un proyecto futurista de «telégrafo de voz».
Meucci demandó al escocés y logró que los tribunales le reconocieran la autoría del invento en 1887, pero aunque reclamó parte de los beneficios económicos, estos no le fueron entregados porque su «anuncio de invención» había fenecido dos años antes, por lo cual Graham Bell continuó desarrollando industrialmente un aparato que revolucionó el mundo.
Por eso en su momento no se le reconoció como el real inventor del teléfono. Tuvieron que transcurrir 113 años de su muerte para que la tenacidad de un diputado italoamericano de Nueva York, Vito Fossella, llévase al Congreso de Estados Unidos a reconocer, por voto aclamatorio, el mérito de Antonio Meucci.
La resolución del Congreso de los Estados Unidos incluyó un minucioso análisis histórico, donde se menciona que las primeras experiencias de Meucci con la transmisión de voz a través de cables fueron cuando tenía 26 años, y era maquinista en el famoso Teatro della Pergola, de Florencia, donde se transmitían las órdenes de subir y bajar decorados utilizando dos conos de cartón y un hilo tenso, una especie de teléfono neumático.
Meucci estudio ingeniería mecánica, pero su empeño por lograr la unidad de Italia lo obligó a huir a Cuba, en octubre de 1835. Ahí, en La Habana, perfeccionó en el teatro Tacón, su teléfono neumático. En Cuba se hizo rico curando artritis a base de descargas eléctricas y donde un día escuchó a distancia el alarido de un paciente que llegaba, sorprendentemente, a través del hilo eléctrico.
Ahí comenzó a trabajar en el invento al que llamo «teletrófono», o «telégrafo parlante».
Después, en 1850, se trasladó a Nueva York, donde «continuó trabajando sin descanso» -refiere el texto del Congreso de los EEUU- en su proyecto, el cual perfeccionó cuando su mujer se quedó paralítica, a fin de que pudiera comunicarse desde la habitación en la que ella se encontraba con el taller de Meucci. Así, en 1854 en su casa de Staten Island, «instaló un enlace permanente entre su laboratorio del sótano y la habitación de su esposa, afligida de artritis deformante, en el segundo piso.
Su invento lo va perfeccionando y en 1857 crea el «teletrófono electromagnético», formado por una barra de acero imantada, una bobina de alambre y una lámina de hierro que hacía las veces de diafragma.
Por falta de dinero, Meucci no pudo comercializar su invento, pero para mostrar sus avances hizo una demostración en 1860, publicada en un periódico italiano de Nueva York, pero nadie le da el apoyo comercial que buscaba.
Aún así continuó trabajando y en 1870 consiguió con su invento transmitir la voz humana a una milla de distancia, utilizando un cable de cobre como conductor.
Por temor a que le robasen la idea, en 1871 registró el anuncio de invención, más barato que el de patente, de su «telégrafo sonoro» pero que requería renovación anual, con un gasto mínimo -solamente diez dólares anuales-, pero que ya no pudo permitirse en 1874. Dos años más tarde, Alexander Graham Bell patentó el «teléfono» después de haber visto y estudiado el «teletrófono».
Las cosas se le complicaron más a Meucci porque nunca aprendió a hablar inglés. Ayudado por la comunidad italiana en Nueva York, presentó una demanda y, según el texto del Congreso de Estados Unidos, «la patente de Graham Bell fue anulada el 13 de enero de 1887 por fraude y falsedad; sentencia que confirmó, posteriormente, el Tribunal Supremo».
Durante el juicio se enteró que toda la información relativa a su invento, presentada entre los años 1871 y 1873, había desaparecido. Una investigación posterior comprobó que empleados de la oficina de patentes incurrieron en el delito de prevaricación. Incluso los propios abogados de Meucci sufrieron la presión de la compañía Bell para impedir que los trámites judiciales siguieran adelante.
Pero de esto no se benefició Meucci, quien murió dos años después, sin la gloria del teléfono, pero con el agradecimiento de sus compatriotas por haber acogido en su fábrica de velas de Nueva York a otro exiliado político, Giuseppe Garibaldi, artífice de la unidad de Italia.
Antonio Meucci falleció en Nueva York el 18 de octubre de 1889.
En 2002, cuando la Cámara de Representantes de los Estados Unidos le reconoció la paternidad del invento del teléfono, esto causó una gran satisfacción en Italia, donde -sin embargo- ya los los libros de texto le reconocían su paternidad del invento.
* Investigadora académica del IIESES de la Universidad Veracruzana