El 23 de febrero de 1987, los cielos del hemisferio sur de la Tierra se iluminaron con la luz de una explosión estelar, que marcaba la muerte de una estrella masiva.
Situada en la Gran Nube de Magallanes, una galaxia satélite de la Vía Láctea, SN 1987A es la supernova más cercana a la Tierra observada desde la invención del telescopio. Su estudio a lo largo de estos últimos 30 años ha revolucionado nuestra comprensión de la muerte de estas estrellas masivas.
Como puede apreciarse en este montaje, el telescopio espacial Hubble de la NASA/ESA, en funcionamiento desde 1990, ha observado los restos de la supernova en numerosas ocasiones. Las imágenes muestran su evolución entre 1994 y 2016, destacando el anillo principal que brilla alrededor del remanente.
Además, en enero de 2017, Hubble tomó una nueva imagen de gran angular para celebrar su 30.º aniversario.
Al observar la expansión de los restos de esta supernova a lo largo de estos años, Hubble ha contribuido a mostrar que el material del interior del anillo probablemente se expulsara 20.000 años antes de que se produjera la explosión.
La emisión inicial de luz desde la supernova fue lo que en principio iluminó los anillos, atenuándose a lo largo de la primera década tras la explosión, hasta que una veloz nube de gas proyectada durante la supernova chocó con el anillo central, enviando una potente onda a través del gas que lo calentó a altísimas temperaturas y generó una fuerte emisión de rayos X.
Esto provocó que los cúmulos de gas más denso en el interior del anillo se fueran iluminando como una cadena de perlas, algo apreciable en el número creciente de puntos brillantes que, ahora, se están volviendo a apagar.
¿Quién sabe qué nuevos detalles descubriremos a medida que la onda de choque siga atravesando las capas eyectadas por esta estrella en las postrimerías de su vida?