Desde 2004, los agricultores y ganaderos de Brasil han reservado más de 86.000 kilómetros cuadrados de bosques tropicales libres de deforestación, lo que equivale a cerca de 14,3 millones de campos de fútbol.

Un estudio, que publica la revista Science, realizado por un grupo de 17 científicos y economistas de EE UU y Sudamérica se propuso entender qué impulsó este cambio.

Preservar estos bosques supone una disminución del 70% de la deforestación y evitar 3,2 millones de toneladas de CO2 en la atmósfera

‘»Brasil es conocido como uno de los países favoritos para ganar la Copa del Mundo de fútbol, pero también está a la cabeza en la mitigación del cambio climático'», declara Daniel Nepstad, autor principal de la investigación y director del Instituto de Innovación de la Tierra, además de uno de los autores del reciente informe del IPCC.

El análisis de Nepstad y su equipo ha revelado que las políticas públicas, el rechazo a la deforestación por parte de los agricultores, y el aumento de las áreas protegidas han sido factores clave que, combinados, han frenado la tala, al tiempo que permitieron crecer la producción de soja y de carne de vaca.

La difícil situación de los agricultores del Amazonas

Como contrapunto, también advierten que estos triunfos pueden ser de corta duración si no existen incentivos más contundentes para los agricultores del Amazonas.

“Los agricultores se sienten frustrados porque han cumplido su parte: no han aumentado la producción de alimentos al renunciar a talar los bosques. Muchos creyeron que esto les traería beneficios tangibles, como mejores precios por sus productos o pagos compensatorios de los beneficios de su decisión de renunciar a la deforestación. Pero no han llegado. Algunos proyectos importantes están comenzando a ofrecer estos beneficios, incluidos los financiados a través del compromiso del Fondo para la Amazonia por parte de Noruega. Pero se necesita mucho más”, subraya el científico.

Los agricultores se enfrentan además con enormes obstáculos burocráticos. Según Nepstad, “es muy difícil cumplir la ley si se es agricultor en el Amazonas y aún más complicado es entender la compleja serie de diálogos y programas diseñados para reducir la deforestación. En este sentido, el nuevo Código Forestal supone una mejora importante”.

De 1999 a 2004 la presión sobre las selvas del Amazonas aumentó dramáticamente a medida que los mercados de las materias primas impulsaron una expansión a gran escala de la agricultura de la soja, lo que permitió que las economías locales prosperasen.

Cambios en la normativa

Se talaron bosques a un ritmo alarmante, a pesar de que la política del Código Forestal gubernamental exigía a los agricultores mantener el 80% de sus tierras como bosques nativos; pero estas reglas no eran realistas y la mayoría no se ejecutaron.

‘»Este código forestal tenía poca credibilidad antes de 2004, en parte debido a que las reglas se habían cambiado de forma abrupta'», apunta Claudia Stickler, coautora del estudio.  ‘»Era como tratar de detener un tsunami con un castillo de arena'».

De 2005 a 2007, la rentabilidad de la soja se desplomó y se creó una apertura para nuevas políticas. Asimismo, la presión pública encabezada por la organización ecologista Greenpeace hizo que fuera arriesgado que las empresas apoyaran la deforestación. Como resultado de diversas políticas, la tala promedio de los bosques en diez años se redujo en un 70 % en tan solo ocho.

“La duración de estos resultados depende de la voluntad constante de los líderes políticos y los perfiles de riesgo de las empresas nacionales e internacionales. Ambos se pondrán a prueba cuando la demanda de soja y carne de vacuno crezca. De hecho, la tala de bosques maduros ya está de nuevo en alza: aumentó en un 28 % en 2013 y se espera que se incremente de nuevo este año”, enfatizan los expertos.

Para Ane Alencar, del Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas y coautora también de la investigación: ‘»Debemos demostrar ahora que la dramática disminución de la deforestación que hemos logrado puede ser permanente, que realmente es posible mantener el 80% del bosque intacto para las futuras generaciones'».

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