La incorporación de Brasil al ambicioso proyecto de construir el telescopio más grande del mundo, que estará en el observatorio de La Silla, en Chile, ofrece una oportunidad inigualable para el avance de la astronomía en estos países y otros de la región con tradición en esta ciencia, como Argentina.
Esta es la percepción del astrofísico suizo Michel Mayor (1942), descubridor en 1995 con Didier Queloz del primer planeta fuera del sistema solar, cuerpos conocidos como «exoplanetas» y de los que se han descubierto cerca de 800 desde entonces.
En una entrevista con Efe en su despacho del Observatorio de Ginebra, Mayor revive pasajes de sus innumerables estancias de los últimos treinta años en el norte de Chile, una zona que considera absolutamente «excepcional» para la observación del cosmos.
Es en el Observatorio de La Silla, ubicado en pleno desierto, a 600 kilómetros de Santiago y a una altura de 2.400 metros, donde el astrofísico suizo ha trabajado sin duda más tiempo y donde se ha confirmado recientemente que se construirá el que será el telescopio más potente del mundo, con un espejo de 40 metros de diámetro.
En este proyecto faraónico -que ha requerido más de diez años de evaluaciones y estudios para confirmar su viabilidad financiera y técnica- participará Brasil tras haberse convertido en el primer país no europeo miembro del Observatorio Europeo Austral (ESO).
Ello le permitirá beneficiarse del conocimiento acumulado en esta institución, opina Mayor, quien junto a Queloz recibió hace unos días en Madrid el Premio Fundación BBVA «Fronteras del Conocimiento» en la categoría de Ciencias Básicas.
«Es normal que Brasil consagre recursos a la astronomía y la mejor solución que tenían es adherirse al ESO porque no tenía sentido que ellos mismos intentaran construir medios de observación para competir con los que ya existen», explica Mayor.
Sobre Chile, en particular, destaca que ha desarrollado «una astronomía de punta a nivel mundial» y que una razón principal ha sido el acceso a instrumentos de una sofisticación extrema concentrados en distintos observatorios ubicados en el desierto de Atacama.
Como país anfitrión de toda la investigación que se realiza desde esos centros de observación, Chile tiene derecho al 10 % del tiempo de utilización de los telescopios para sus científicos, lo que ha sido un gran estímulo para éstos y es una de las razones de la «explosión» del número de astrónomos en Chile, explica el astrofísico suizo.
Por otro lado, comenta avances recientes en la investigación astronómica desde el espacio, como la inminente salida de la sonda estadounidense Voyager 1, lanzada en 1977, del sistema solar, con lo que será el primer objeto construido por el ser humano en haber viajado tan lejos.
Algunos astrónomos ven con preocupación los inmensos recursos dirigidos a ese ámbito, pero Mayor -al que muchos en la comunidad científica consideran merecedor del Premio Nobel de Física- no comparte ese temor porque cree que la observación desde el espacio «no va a reemplazar la astronomía desde tierra», sino más bien la complementa.
En más de cuarenta años dedicados a la física y a la observación del universo y sus astros, el científico ha seguido numerosos descubrimientos y la evolución de su campo de investigación, pero cuando se trata de elegir cuál ha sido el que más le ha impresionado, lo piensa un poco y menciona la «aceleración de la expansión del universo».
«Ello puso en cuestión mucha de la comprensión de la evolución del universo y de sus mecanismos físicos», explica Mayor, a quien también se le debe haber dirigido al equipo que desarrollo el primer espectrógrafo, un instrumento que asociado a un telescopio permite estudiar la luz de las estrellas y descubrir en su espectro la presencia de uno o más planetas.
A una pregunta mucho más terrenal, en relación a los recortes a la investigación científica en España a causa de la crisis, Mayor confiesa que cuando estuvo en Madrid, para recibir el Premio BBVA a su trayectoria, sus colegas españoles le manifestaron el temor de las consecuencias que tendrá esa disminución de recursos.
«Esta claro que el crédito a la investigación va a resultar fuertemente afectado, lo que significa que se contratará menos investigadores, los jóvenes científicos tendrán menos oportunidades y probablemente habrá equipos que se disolverán», pronostica.
Explica que en este último aspecto está el principal peligro porque «reconstituir el conocimiento que se consigue en los equipos de investigación tomará muchísimo tiempo, años», y que el error es creer que cuando haya dinero otra vez se resolverá el problema.
«Esto podría implicar perder una generación» para la investigación, alerta.
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