Desde Santiago del Estero, Argentina, en el entonces Virreinato del Perú, el 28 de julio de 1576 parte una expedición a investigar el terreno en el que cayó el segundo meteorito más grande conservado hasta la fecha: El Chaco.
Pero, lógicamente, desconocían por completo de que se trataba.
El gobernador español Gonzalo de Abreu y Figueroa comisionó al Capitán español Hernán Mejía de Miraval (o ‘»Mirabal) para que realizara el viaje al Gran Chaco Gualamba, a investigar la alta concentración de metales en el territorio Hatum Pampa, como lo llamaban los indígenas y que con los descubrimientos posteriores se denominó Campo de Cielo por la presencia en 25 kilómetros de múltiples cráteres y fragmentos que ahí se encuentran, producidos por el estallido de un meteorito estimado en 150,000 kilos, que devastó la zona hace 5,000 años aproximadamente.
Al gobernador le llamó la atención que los indios de esa zona tuvieran flechas con punta metálica y boleadoras con puntas de metal, con las que eran mortiferamente diestros; la expedición era para encontrar la mina de hierro de donde obtenían el metal.
Hernán Mejía y Miravalarmó su expedición acompañado de ocho españoles y un grupo de indígenas. En el camino se enfrentó con un grupo de chiriguanos errantes, superiores en numero y que tenían prácticas caníbales. Tras derrotarlos, y tras penosa marcha, arriba al lugar en el que descubre una roca de enormes proporciones color grisáceo , que por su brillo con el Sol en un primer momento pensaron que era de plata.
De la piedra y de la zona extrajó muestras, y marco la zona y su derrotero con referencias circunstanciales o locales, lo que provocó que el sitio se volviese a perder, pero ya le había sido asignado el nombre de Mesón de Fierro o Fierro del Chaco o Fierro de Otumpa.
En 1774 el lugar, fue redescubierto por el militar español Bartolomé Francisco de Maguna que encontró “una gran barra o planchón de metal”, cuyo peso calculó en 500 quintales, 22,970 kilos, a la que extrajo fragmentos que envío a Lima y Madrid; los análisis efectuados en España arrojaron una composición de «una quinta parte de plata y el resto fierro de extraordinaria pureza».
En otra expedición que Maguna realizó al lugar en 1776 recolectó fragmentos que envió a Buenos Aires y levantó un plano «de la situación, circunstancia, anexidades y figura del expresado planchón»; dicho plano y dibujos de la masa de metal, se han perdido.
El 20 de julio de 1778, la expedición de Sargento Mayor español Francisco de Ibarra extrajo fragmentos de 2 kilos y 722 gramos.
En 1783 siendo virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, el gobernador del Tucumán, Jerónimo Matorras envió una nueva expedición en busca de lo que se suponía era una gigantesca montaña de hierro y plata sepultada bajo la tierra del Chaco. La expedición, al mando del Teniente de Fragata Miguel Rubín de Célis, reencontró al ‘»Mesón de Fierro'» el cual fue dibujado por Pedro Antonio Cerviño, pero cuando se lo trató fraccionar al meteorito con cargas de pólvora lo único que se logró fue hundirlo bajo tierra. El nombre ‘»Mesón de Fierro'» fue dado por Miguel Rubín de Célis en razón de su apariencia y por el cual es conocido en la actualidad. En esta oportunidad se cavó debajo de la mole metálica para determinar su naturaleza y se la volcó mediante grandes palancas. Se estimó el peso en unas 41 toneladas y con las siguientes dimensiones: 2,89 m x 1,28 m x 1,37 m. Esta fue la última incursión que avistara al ‘»Mesón de Fierro'».
El Virrey del Río de la Plata Juan José de Vertiz y Salcedo organizó otra expedición dirigida por don Miguel Rubin de Celis, Académico de la Real Academia de Historia de España, el ingeniero y militar español don Pedro Antonio Cerviño y el coronel y explorador argentino Francisco Gabino Arias quienes encontraron un planchón de 18,376 kilos. De Celis estando en la Isla de León elevó a la Sociedad Real de Londres un informe donde cometió el error de atribuirle al meteorito origen volcánico.
En 1803, don Diego Bravo de Rueda, Miguel Jerónimo Castellanos y Fernando Rosas extrajeron un trozo de 1.000 kilos del meteorito que encontraron en lo que hoy es Runa Pocito y lo llevaron a Santiago del Estero y luego a Buenos Aires.
Con fragmentos de este meteorito, en 1816, el poeta argentino y director de la primera fábrica nacional de armas Esteban de Luca y Patrón, fabricó fusiles y pistolas de armazón, una de las cuales le regaló al General argentino Manuel Belgrano, y otro fragmento de 634 kilos se lo obsequió al cónsul británico Woodbine Parísh quien lo envió al British Museum de Londres donde se conserva.
En 1827, el polígrafo, político y poeta venezolano Andrés Bello en el ‘»Repertorio americano'» que publicaba en Londres, realizó un curioso estudio científico-literario sobre este meteorito.
Se estima que los restos de la explosión del meteorito alcanzó a todo lo largo de la hoy Provincia de Santa Fe y el meteorito encontrado en Piquete que se encuentra en el Museo de Historia Natural del Colegio de la Inmaculada en Santa Fe tiene ese origen. El fragmento de 4210 kilos denominado ‘»el Toba'» se encuentra en el Museo Nacional de Historia Natural ‘»Bernardino Rivadavia'» de Buenos Aires.
Cuando se le realizó un análisis de su composición química se encontró hierro en su casi totalidad, 7 % de níquel y plata y menores proporciones de cobalto, azufre, fósforo, carbono (bajo la forma de grafito), estaño, silicio, magnesio y calcio.
El meteorito más grande que se conserva es el Hoba, que pesa 60 toneladas y mide unos tres metros de ancho por tres metros de largo, con una profundidad de aproximadamente 90 centímetros.