Desde su cuartel general en la ciudad Golden, Colorado, Estados Unidos, un grupo de científicos practican un tipo muy peculiar de caza siguiendo a sus presas a través de una red de señuelos y trampas que han dispuesto alrededor del mundo. Aunque su actividad es legal, no la hacen por deporte ni tampoco depredan animales; por el contrario, sus expediciones ayudan a preservar la vida en el planeta. Sus equipos están alerta las 24 horas de cada uno de los 365 días del año con un único propósito: cazar terremotos.

 

Alexandra Witze, reportera para las revistas Nature y Science News, ha seguido la huella a este singular safari telúrico, compuesto por una veintena de científicos y técnicos, cuyas expediciones se activan en los primeros segundos en que ocurre un sismo en algún punto de la Tierra.

 

Conferencista en el  IV Seminario de Periodismo de Ciencia, Tecnología e Innovación, convocado en Puebla por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Alexandra Witze compartió con periodistas, divulgadores y otros comunicadores de ciencia las experiencias que le ha dejado su trayectoria como reportera de temas científicos.

 

Tanto en Nature como en Science News, Alexandra ha logrado publicar reportajes, contados como historias pero elaborados con todo rigor periodístico y que abordan problemas de vital importancia, como el rescate del río Elwha, en el estado de Washington, Estados Unidos, donde han vuelto el salmón y la trucha; el mapeo de la superficie de Plutón, a cargo de los hermanos Leslie y Eliot  Young, o la devastación que pueden llegar a provocar los sismos como el sucedido en Nepal el años pasado.

 

Sobre esto último, Witze relató el proceso de investigación de uno de los más letales terremotos de los últimos años, que devastó amplias regiones de Nepal, en abril de 2015, y que le dio a ella la oportunidad de conocer cómo operan los sismólogos del Centro Nacional de Información de Terremotos (NEIC, por sus siglas en inglés). El interés periodístico de Alexandra por los terremotos y el trabajo de los científicos que los estudian no decayó, a pesar de que perdió la oportunidad de observar el sismo nepalés en tiempo real:

 

“El año pasado, en vísperas del sismo de Nepal, que desde luego nadie hubiera podido predecir,  yo había tenido una semana muy tranquila y quise aprovecharla entrevistando a los investigadores de NEIC. Hice la cita para la siguiente semana pero el sismo ocurrió justo el sábado y, aunque quise adelantar la cita, ellos no me dieron oportunidad de participar en ese proceso. Entonces pensé: ¿cómo haré para cazar esta noticia? Estaba dispuesta a infiltrarme en el NEIC y observar cómo hacen ahí para distinguir señales falsas de las verdaderas y cómo, con base en esa captura de datos, elaboran mapas de frecuencia.  Otras líneas eran: cómo podemos utilizar la ciencia para comprender mejor esos fenómenos y, lo más importante, cómo el conocimiento permite determinar con precisión los datos y poder predecir el alcance destructor que tendrá un sismo. La vida de miles de personas depende de estos cálculos. Si los cazadores de sismos se equivocan, muchos podrían perder la vida”, dijo Witze.

 

Al llegar la fecha acordada con los integrantes del NEIC, Alexandra Witze arribó a la Escuela de Minas de Colorado, donde se ubica la sede. Ahí se encontró con Paul Earle, investigador en jefe, quien le relató cómo la madrugada del 25 de abril, en los monitores del equipo se recibieron señales de sismómetros en el Tíbet, Afganistán y el norte de India; eran las primeras vibraciones de un gran terremoto. Antes de media hora, Earle recibió un telefonema de Rob Sanders, que estaba de guardia en el NEIC: la onda telúrica había impactado ya a Nepal.

 

No había tiempo que perder, Paul Earle analizó la información transmitida por Sanders y notificó los resultados al Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, siglas en inglés) para que éste, a su vez, diera a conocer, en un tiempo verdaderamente corto  –no más de media hora desde la primera vibración– los datos precisos del terremoto: magnitud, intensidad, epicentro, radio de posibles daños materiales y,  lo más importante, cantidad de personas que pudieron resultar heridas o muertas.

 

Casi todos los países cuentan con servicios de medición de sismos pero solo el NEIC tiene detectores en todo el planeta; incluso las agencias y centros nacionales envían sus mediciones y alertas a Golden City, en especial, si el evento en cuestión es de tal magnitud que podría dañar con severidad una región. Cuando eso ocurre, el NEIC pasa íntegra la información a la USGS y ésta la difunde al mundo entero.

 

La información del NEIC es muy valiosa, tanto para los gobiernos y grupos humanitarios como para los centros financieros. La idea es contar con el mayor conocimiento posible en el menor tiempo para responder a la crisis, aunque siempre está el riesgo de que la inmediatez y una interpretación errada se traduzcan en un incremento de daños y víctimas mortales.

 

El sismo de Nepal, del 25 de abril de 2015 se produjo a las 11:57 horas locales (6:11:26 GMT), tuvo una intensidad de 8.1 grados Richter y magnitud de hasta VI en la de Mercalli; fue de tipo trepidante y cobró la vida de decenas de personas y provocó miles de heridos, así como daños materiales en países cercanos como India, China, Bangladesh y Bután. Los datos enviados por NEIC al USGC,  y de éste al resto del mundo, permitieron una reacción global de ayuda humanitaria instantánea.

 

«Ser confiable es más importante que la velocidad pura», eso fue lo que Earle transmitió a Alexandra y con esa información ella hizo transitar la historia desde los fríos datos de la realidad y la sismología hasta los relatos más sensibles de la gente que resultó afectada. Esa es la característica más definitoria del periodismo científico.

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