Verónica Fuentes, SINC
Sexo bajo la influencia de drogas, normalmente metanfetamina cristalizada, mefedrona, gamma-butirolactona (GBL) y gamma-hidroxibutirato (GHB), es la definición básica de chemsex, una tendencia que se expande por Europa, de la mano del colectivo gay y en las que habitualmente intervienen un gran número de personas.
Las sustancias –que en menor medida también pueden contar con cocaína y ketamina– a menudo se combinan para facilitar sesiones sexuales que duran varios días, con múltiples parejas. Todas, a excepción de la ketamina, son drogas estimulantes que suelen aumentar la frecuencia cardíaca y la presión arterial y desencadenar sentimientos de euforia; mientras que la metanfetamina cristalizada, el GHB, el GBL y la mefedrona potencian la excitación sexual.
Lejos del cariz recreativo, esta corriente se ha convertido en una prioridad en salud pública al aumentar el riesgo de adicción y contagio de VIH. Así lo dice un editorial recientemente publicado en el British Medical Journal y llevado a cabo por un equipo de especialistas que trabajan en salud sexual y abuso de sustancias en Londres.
Para Hannah McCall, primera autora de este trabajo que trabaja como enfermera sénior en el Central and North West London NHS Foundation Trust, “la creciente popularidad de las chemsex puede estar aumentando el riesgo de VIH y otras infecciones de transmisión sexual en los usuarios, así como graves problemas de salud mental por la consiguiente dependencia de drogas”.
Las drogas utilizadas a menudo se combinan para facilitar sesiones sexuales que duran varios días, con múltiples parejas
La novedad de la práctica provoca que no haya financiación específica para tratarla –ya que esta se centra en la lucha contra la heroína, el crack y el alcoholismo– ni suficientes datos sobre el consumo de drogas en este contexto.
Sin embargo, las cifras que se manejan en el Antidote, un servicio especializado de medicamentos para la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros en Londres, muestran que alrededor del 64% de los asistentes que busca apoyo para el consumo de sustancias afirmó haber usado drogas chemsex en 2013 y 2014. Es más, de los usuarios de metanfetamina cristalizada y GHB/GBL, la mayoría dijo que las usaban para facilitar el sexo.
El origen de las chemsex
El fenómeno de estas fiestas privadas llegó a Reino Unido, y de ahí a otros países europeos como España, procedente de EE UU. Según explica a Sinc Sergio Torres Rueda, investigador colombiano que trabaja en la School of Hygiene & Tropical Medicine de Londres, “se cree que la mefedrona y el GHB empezaron a aparecer de manera generalizada en la ciudad en 2011 o 2012”.
“Esto ocurrió por cambios en el mercado de las drogas, ya que los precios de estas sustancias son más bajos que los de la cocaína y el MDMA, y por sus propiedades sexuales. En cuanto a las metanfetaminas, ya circulaban por Londres desde la década anterior, pero en baja medida. Solamente en los últimos cuatro años se ha incrementado su uso”, continúa.
No obstante, no hay un perfil generalizado de los usuarios. Es un grupo ecléctico en cuanto a edades, niveles de educación y estatus socioeconómico; y los participantes son tanto VIH-positivos como VIH-negativos.
La novedad de la práctica provoca que no haya financiación especializada para tratarla
“Se cree que dentro del grupo de hombres que son VIH+ hay un mayor porcentaje que participa en estas actividades de chemsex que dentro del grupo de hombres que son VIH-negativos”, apunta Torres Rueda, uno de los autores de uno de los mayores análisis sobre el contexto del chemsex. “Esto no quiere decir que los que son VIH-positivos se hayan contagiado así. Esto no lo sabemos”.Con respecto a si se trata de una práctica aislada a las grandes ciudades, el experto sostiene que tienen constancia de una concentración de uso en Londres, “aunque no tenemos evidencia de que se haya expandido en otras ciudades”.
Para el caso de España, Alberto Martín-Pérez, responsable de la Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), subraya que de momento está localizado en Madrid y Barcelona y, en un principio, circunscrito a saunas o clubes de sexo. “Ahora ocurre sobre todo en domicilios privados. El carácter privativo de estas fiestas hace más complicado el control. En Barcelona se estima que cada fin de semana hay unas 40 fiestas de este tipo”, señala Martín Pérez.
Récord de nuevas infecciones
Pero es que, además, el escenario actual en materia de VIH no es el mejor. Justo antes de la celebración del Día Mundial de la Lucha contra el Sida, el 1 de diciembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) hicieron públicas las últimas cifras sobre contagio. Y no son nada positivas.
De hecho, Europa registró en 2014 más de 142.000 nuevos casos, cifra que supone un récord anual, según las instituciones sanitarias. Mientras que la transmisión heterosexual es el principal responsable del incremento en Europa del Este, en el resto del continente lo es el sexo entre hombres, que ha aumentado del 30% en 2005 al 42% en 2014.
Y en este caldo de cultivo de contagios potenciales de VIH, no existen aún estudios que avalen de manera concluyente si esta práctica ha incrementado la incidencia del virus. “No existe evidencia todavía que muestre esta causalidad”, afirma Torres Rueda. “Existe un incremento en el riesgo ya que los hombres tienden a tener más parejas sexuales cuando están participando en dichas actividades debido a los efectos desinhibitorios de estas drogas”.
“Y, dado que muchos hombres que participan son VIH-positivos, es posible que haya un aumento en la incidencia de otras enfermedades de transmisión sexual, aunque no necesariamente del VIH”, insiste.
No hay un perfil generalizado de los usuarios, es un grupo ecléctico en cuanto a edades, niveles de educación y estatus socioeconómico
Ajuste de daños
Ante la falta de datos, ¿qué se puede hacer para evitar las posibles consecuencias de esta práctica? “Las intervenciones en este campo deben ser de reducción de daños”, prosigue el especialista colombiano. “Un gran problema dentro de las chemsex es la sobredosis o dosis incorrecta que lleva a problemas médicos”.
“También es necesario que las mediaciones sean, hablando de manera más amplia, psicoterapéuticas. El uso de estas drogas dentro del contexto sexual está ligado a motivaciones psicológicas complejas. Abarcar este tema solamente por medio del ángulo de la salud sexual no captaría la complejidad del fenómeno”, recalca.
Por su parte, Alberto Martín-Pérez sostiene que quizá el uso de nuevas tecnologías –aplicaciones de contacto mediante geolocalización como Grindr, Brnder, Scruff– sea un medio para hacer un trabajo de sensibilización y prevención, ya que aún no se vive como un problema para los usuarios al tratarse de un consumo que se ciñe al de las relaciones sexuales.
“No creen que tengan una adicción porque no les afecta a otras esferas de la vida cotidiana. No es como el consumo de otras drogas, que sí puede afectar más claramente al desempeño laboral o a otras áreas de la vida”, opina.
La falta de estudios sobre la composición real de estas sustancias y sus efectos a largo plazo, así como de la definición del riesgo vinculado a esta práctica, provoca que los expertos pidan prudencia. Mientras, solicitan un mayor apoyo de las autoridades sanitarias para continuar luchando contra los aliados invisibles del VIH.
Referencias bibliográficas:
Hannah McCall, Naomi Adams, David Mason, Jamie Willis. ‘What is chemsex and why does it matter?’ BMJ 2015;351:h5790 doi: http://dx.doi.org/10.1136/bmj.h5790 (Published 03 November 2015)
Adam Bourne, David Reid, Ford Hickson, Sergio Torres Rueda, Peter Weatherburn. ‘The Chemsex Study: drug use in sexual settings among gay and bisexual men in Lambeth, Southwark & Lewisham’. Sigma Research, London School of Hygiene & Tropical Medicine. Marzo de 2014. ISBN: 978-1-906673-18-5