En 1790, al descubrirse la Piedra del Sol y la escultura de Coatlicue durante los trabajos para construir la plancha del Zócalo de México, se encontró también una ofrenda asociada a los monolitos en la que había restos de animales. Ese es el registro más antiguo sobre la presencia de fauna en contextos arqueológicos del país, pero el estudio sistemático de esos materiales inició hasta octubre de 1963, cuando el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) creó el primer laboratorio mexicano de Arqueozoología, que este septiembre cumple 50 años.
El INAH celebrará el aniversario con un ciclo de conferencias dirigidas a todo público, en el que se recordará la historia y las contribuciones del laboratorio a la arqueología y a la paleontología mexicanas. Las pláticas se llevarán a cabo los días 12 y 13 de septiembre, de 10:00 a 14:00 horas, en el Salón Polivalente del Museo Nacional de las Culturas (Moneda 13, Centro Histórico). La entrada es libre.
La bióloga Ana Fabiola Guzmán, jefa del Laboratorio de Arqueozoología, explica que esta disciplina es relativamente reciente y se rige por protocolos basados en los fundamentos clásicos de la biología —como es la anatomía comparada, la morfología funcional y la taxonomía—, siendo una de sus tareas esenciales la identificación de las especies que se descubren en contextos arqueológicos.
Destacó que la precisión en la identificación es clave para interpretar adecuadamente el espectro de recursos utilizados en el pasado, ya que el nombre de las especies es la llave de acceso a la información sobre su existencia, sea biológica, económica, etnobiológica, etnohistórica, contra la cual se contrastan los hallazgos arqueológicos.
Los vestigios de animales descubiertos en el siglo XVIII sólo fueron registrados e identificados de manera general como de un cánido, pero no se tiene más información ni se conoce su paradero. El énfasis del trabajo en ese entonces y aún en gran parte del siglo XX, era hacia la cerámica, la escultura, la arquitectura y otro tipo de evidencias en donde es clara la intervención o manufactura humanas.
Fue hasta 1962, cuando el arqueólogo José Luis Lorenzo Bautista, entonces jefe del desaparecido Departamento de Prehistoria del INAH, pidió al biólogo Ticul Álvarez Solórzano que colaborara en las investigaciones realizadas por arqueólogos, mediante la identificación de restos de vertebrados que tuvieran relación con los primeros pobladores de México o las culturas prehispánicas.
Poco tiempo después, se concretó la creación de un laboratorio que compaginó la tarea de identificación con el establecimiento de la infraestructura necesaria para hacer más eficiente dicha labor; para tal efecto comenzó la formación de las colecciones de referencia y del acervo bibliográfico.
“La función primordial del laboratorio ha sido estudiar los restos de fauna y sus representaciones culturales, para tratar de deducir cómo fue la relación entre los animales y los grupos humanos que habitaron en el pasado histórico, en una temporalidad que va desde que el hombre aparece en México, hace más de 30,000 años, e incluso hasta nuestros días, ya que también se han realizado investigaciones de etapas coloniales y modernas”, explica Fabiola Guzmán.
La jefa del Laboratorio de Arqueozoología dijo que los estudios parten de la identificación taxonómica de las especies, lo cual se logra con base en el conocimiento que el especialista tiene de cada grupo animal que estudia. Los análisis se apoyan en bibliografía especializada y en las colecciones del propio laboratorio, integradas durante estos 50 años.
Guzmán informó que actualmente el laboratorio cuenta con cerca de 4,500 ejemplares de vertebrados catalogados, organizados en las colecciones de referencia modernas, las cuales están integradas por acervos conquiliológicos (conchas de moluscos) y osteológicos (huesos). Esta última colección abarca los cinco grupos de vertebrados: peces —incluyendo tiburones y rayas—, anfibios, reptiles, aves y mamíferos; respecto a éstos últimos, en el laboratorio del INAH están representadas más de 50 % de las aproximadamente 500 especies de mamíferos terrestres que existen en México. Es una colección única en México.
Otra colección que resguarda el Laboratorio es la Arqueozoológica, integrada por los materiales arqueológicos de fauna ya analizados en el laboratorio, proveniente de muy diversos sitios; es utilizada para hacer estudios de investigación complementarios a los originales, además de conservar un acervo importante de piezas de valor patrimonial.
Una tercera colección es la Paleozoológica, contiene los materiales de especies que vivieron hace más de 10,000 años. En ella hay moldes (tomados a las piezas originales) y principalmente piezas originales de restos del Pleistoceno, también de valor patrimonial, entre estos, defensas de mamut y caparazones de gliptodonte.
El Laboratorio de Arqueozoología cuenta con un área de gabinete, y dos cuartos, uno de preparación (donde se limpian y diseccionan los ejemplares para obtener los esqueletos y muestras de piel, plumas o escamas) y otro de restauración (en donde se trabajan los materiales fósiles para estabilizarlos).
Fabiola Guzmán considera que incluir biólogos en los estudios arqueológicos fue un acierto del INAH, porque México es un país diverso, con pocas especies domesticadas, en donde las poblaciones antiguas tenían una intensa interacción con la flora y la fauna; por lo tanto, se necesita una persona con entrenamiento taxonómico profundo para abordar la complejidad de la biodiversidad que puede aparecer en un yacimiento arqueológico.
Asimismo, la formación de las colecciones comparativas de alta calidad también requiere de personas formadas para el trabajo de colectas biológicas y para el manejo de colecciones científicas.