Silvia Susana Jácome es activista por los derechos de la comunidad LGBTTTI

Silvia Susana Jácome es activista por los derechos de la comunidad LGBTTTI


Tras darse cuenta que no estaba loca ni enferma y que simplemente hay mujeres que nacen en un cuerpo distinto, Silvia Susana Jácome se considera una persona plena y feliz, que fluye con mayor libertad.

De la mano con el activismo que ha emprendido a favor de los derechos de la comunidad lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti e intersexual (LGBTTTI), Silvia Susana también incursionó en la escritura de un cuento al que tituló Citlalli tiene tres abuelas, a través del cual busca explicar a los niños el tema de la transexualidad y que el amor no tiene que ver con traer faldas o pantalones.

Editada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), la obra fue presentada el 29 de abril en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2018, realizada del 27 de abril al 6 de mayo por la Universidad Veracruzana (UV).

En entrevista con Universo, la autora y defensora de los derechos de la comunidad LGBTTTI compartió cómo vivió su proceso de transición de hombre a mujer y por qué es importante el reconocimiento legal de la identidad elegida por las personas.

¿Qué te motivó a escribir este cuento?
Hace siete u ocho años, a partir de que leí un libro infantil sobre mujeres lesbianas, pensé que era interesante hacer uno sobre transexualidad y explicarles a niñas y niños este tema.

Platicando con el novio de mi hija, con quien bromeaba por el hecho de que sus hijos tendrán tres abuelas, se me ocurrió el nombre y a partir de ahí fui construyendo la historia.

Ésta trata de una niña, Citlalli, quien cumple años y en su fiesta presenta a sus abuelas y abuelo con sus amiguitas. Una de ellas le pregunta por qué tiene tres abuelas y es a raíz de esto que la pequeña se entera que una de sus abuelas es una persona transexual.

¿En tu caso, cuándo iniciaste la metamorfosis?
Desde muy chica me di cuenta que había algo distinto en mí, me gustaba jugar con las niñas, veía las muñecas y se me antojaban, jugaba a la comidita y a Doña Blanca, veía que los otros niños jugaban futbol y no con muñecas.

Como a los siete años jugando, con los primos hicimos una obra de teatro donde había una princesa y yo me ofrecí a interpretar ese papel, eran puros hombres, entonces me vestí como una niña, como una princesa y me sentí muy bien.

A partir de ahí supe que definitivamente me identificaba más con las niñas, incluso no sabía las diferencias biológicas en ese entonces, y a los 10 u 11 años estaba convencida de que se habían equivocado al momento de mi nacimiento, quizá pensaron que era niño cuando en realidad era niña.

A los 10 años todavía no me atraían las personas, mi única explicación era que sería homosexual o gay, pero a los 12 años me empezaron a gustar las niñas.

Después empecé a crecer, llegué a la adolescencia, me empezó a cambiar la voz, a salir vello facial y eso representó una frustración pero me quedé con esa inquietud. Hice mi vida como cualquier hombre, tuve novias y me casé, porque además me gustan las mujeres.

Me pregunté qué era lo que me ocurría y no podía platicárselo a alguien porque me daba mucha vergüenza, pensaba que estaba enferma, que se me quitaría cuando tuviera novias, me casara y tuviera hijos.

Pasó todo eso y no se me quitó. Fue a la llegada del Internet, a finales de los años noventa, cuando me había casado dos veces y tenía mis tres hijos, que tuve la posibilidad de buscar información sin tener que dar la cara.

Encontré un grupo de autoayuda de personas transgénero, quienes me brindaron información y luego me integré de manera presencial. Así me di cuenta que no estoy loca ni enferma, simplemente hay mujeres que nacemos en un cuerpo diferente.

A partir de ahí, hace como 20 años, inicié mi proceso.

¿Qué ha sido lo más difícil?
El rechazo y la pérdida. Creo que la pérdida más fuerte fue la de mi pareja, por eso en el cuento de Citlalli tiene tres abuelas escribo lo que me hubiera gustado que sucediera.

Por ejemplo, me hubiera gustado mucho ser aceptada como mujer por mi pareja, pero en la realidad cuando le platiqué mi situación respondió que me quería mucho pero ya no seguiríamos juntos. Tuve que separarme de ella, seguimos siendo amigas pero ya no somos pareja, creo que fue la pérdida más fuerte.

También me ha costado mucho la situación laboral porque no me daban chamba. En un principio pensé vender seguros o lo que fuera para sobrevivir, pero no me aceptaron.

¿La decisión que tomaste ocasionó que perdieras tu trabajo?
En 2002 me vine a Xalapa a trabajar, precisamente a la Universidad Veracruzana (UV), todavía viviendo como hombre. Había sido muy afortunada porque lo platiqué con mi jefe, una persona muy abierta y me dijo que no había ningún problema.

Recuerdo que aún vivía con mi pareja y mi hijo y en unas vacaciones en que ellos se fueron a la Ciudad de México hablé con él y esa semana fui como mujer a mi trabajo. Sí hubo algunas miradas, pero por lo general mis compañeros me aceptaron muy bien y sobre todo mi jefe.

Ya estaba en pláticas con mi pareja sobre la separación, pero desgraciadamente hubo cambio de administración y tuvimos que renunciar todos. Ahí yo me enfrenté a una disyuntiva, seguir viviendo como hombre para tener trabajo o empezar mi vida como mujer.

Me dio miedo dar ese paso, empecé a buscar trabajo como hombre y no encontré, también por la edad pues ya tenía como 50 años. Así que pensé que si de todos modos no me iban a dar trabajo viviría como mujer y empecé a trabajar en la elaboración de una revista, gracias a eso pude sobrevivir en mi condición femenina.

Otro aspecto incómodo y del cual no entiendo bien la razón es la vivienda, pues cada vez que me tengo que mudar y buscar un departamento pasan cosas, como que al estar a punto de firmar el contrato resulta que el primo de mi prospecto de casero o casera viene a vivir a Xalapa y ya no me pueden rentar el lugar, tres veces me lo han hecho, y ese aspecto también es complicado.

¿Cómo lograste tu nueva identidad?
Afortunadamente nací en la Ciudad de México donde se aprobó una ley que permite modificar el cambio de identidad. Hice el trámite, una solicitud para obtener el nombre de Silvia Susana, género femenino. Afortunadamente es un trámite rápido, el problema es que sólo es para personas nacidas en esa ciudad.

¿En la actualidad has emprendido algún tipo de lucha o activismo a favor de los derechos de este sector?
Sí, tuve la oportunidad de estudiar una Maestría en Educación Sexual. En primer lugar, porque me interesa mucho el tema; y en segundo, porque es un ámbito donde hay menos discriminación.

Creo que como educadora sexual ser transexual no es motivo de discriminación, sería absurdo. También me he dedicado a dar talleres, pero al mismo tiempo a trabajar desde el activismo a favor de la diversidad sexual, específicamente de las personas trans.

Por ejemplo, actualmente buscamos que la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV) establezca un protocolo como el que existe en la UV para que los estudiantes sean aceptados en el género en el que se identifican.

Además trabajo en el Instituto Nacional Electoral (INE), donde se creó un protocolo para garantizar el voto de personas trans en igualdad de condiciones y sin discriminación.

Es un protocolo que hizo el INE desde el año pasado e invitaron a activistas trans a enriquecerlo, a dar nuestros puntos de vista, cómo hemos vivido la discriminación en procesos electorales que también es todo un tema.

Gracias a ese acercamiento y debido al actual proceso electoral, hablé con personas del INE, de la Junta Local y ahora trabajo en promoción. Entre mis funciones está capacitar a quienes preparan a los funcionarios de casilla en el tema de protocolo para personas trans.

Aunque hay ciertos avances, ¿qué falta por hacer?
Faltan muchas cosas, creo que entre las más importante es una ley de identidad de género en Veracruz. A nivel federal, que sin importar dónde hayan nacido, las personas tengan la posibilidad de ir al Registro Civil y cambiar los documentos para vivir con la identidad que elijan.

Con eso también pueden sacar licencia de conducir, pasaporte, CURP, documentos escolares, título, cédula y todo con una nueva identidad. Eso abre muchas puertas porque en mi caso ya no tuve problemas para rentar el departamento en el que vivo ahora, al presentar mi credencial de elector con el nombre de Silvia.

Algo muy importante es el reconocimiento legal de los estudios, tener título y cédula profesional con el nombre y género con el que me identifico para que a la hora de solicitar trabajo no me lo nieguen.

En cuestiones de salud todavía hay esquemas muy limitados. Todavía faltan muchos protocolos para tener el acceso en igualdad de condiciones y sin discriminación.

¿Eres feliz?
Sí, soy feliz porque puedo fluir con mucha mayor libertad, tuve una vida muy agradable, de hecho con mi pareja duré 15 años casada, mis hijos son una maravilla.

Hice muchas cosas que me gustan pero siempre enfrenté ese inconveniente, ahora me puedo vestir como yo quiero y estar bien.

Viví bien pero tuve que hacerlo con unos zapatos que me quedaban chicos.

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