En 1812 se celebraron en el territorio que es hoy México las primeras elecciones modernas de nuestra historia. Entonces era la Nueva España. Pero consumada la Independencia, este tipo de mecanismos para elegir representantes y autoridades se generalizó a todos los niveles de gobierno. Durante el siglo XIX se construyó la institución electoral y esta tuvo un lugar central en la construcción de todas las instituciones del Estado.
Dado que las elecciones se realizaron regularmente a lo largo de casi todo el siglo, resultaba indispensable preguntarse cuál era su significado, su sentido, su funcionalidad. Esta cuestión central motivó a las historiadoras Fausta Gantús y Alicia Salmerón a emprender una vasta investigación con el propósito de conocer cómo eran las elecciones en México durante el siglo XIX.
Desde hace seis años, estas académicas del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (Instituto Mora) reunieron a colegas y académicos de diversas instituciones del país para repensar los procesos electorales de la época acercándose a fuentes primarias.
Fausta Gantús, coordinadora del proyecto Hacia una historia de las prácticas electorales en México, siglo XIX, explica a la Agencia Informativa Conacyt que esta investigación busca conocer la dinámica de las prácticas electorales: quién las hacía, cómo se organizaban y quiénes participaban, para entender su lugar en la vida política del país.
“Más allá de esta visión tradicional de que en el siglo XIX las elecciones no servían para nada, que todas eran manipuladas o fraudulentas, que había un ausentismo total o los que iban era acarreados; el trabajo que hemos realizado demuestra que eran una institución y que tenían sentido, desde luego en términos de mecanismo de legitimación del poder, pero también en tanto espacio de negociación política en todo los niveles de gobierno y entre ellos”, dice Gantús.
El trabajo que han realizado más de 50 académicos en este tiempo se ha traducido en varias actividades (coloquios, seminarios, conferencias, etcétera) y cinco libros, de los cuales Prensa y elecciones. Forma de hacer política en el siglo XIX y Elecciones en el México del siglo XIX. Las fuentes ya han sido publicados. Elecciones en el México del siglo XIX. Las prácticas; Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana; y Cuando las armas hablan, los impresos luchan. La exclusión agrede. Violencia electoral en México, 1812 a 1912 actualmente están en proceso de edición.
Estas obras dan cuenta de las posibilidades de estudio de la vida político-electoral del siglo XIX a partir de fuentes documentales, hasta ahora poco exploradas, y de nuevas preguntas de investigación que han decidido dejar atrás la “leyenda negra” acerca de las elecciones fraudulentas y sin sentido en favor de una mirada más comprensiva. Con el ánimo de continuar trabajando en estas líneas de investigación, el Instituto Mora y el Tribunal Electoral del Distrito Federal (TEDF) recientemente firmaron un convenio marco para apoyo y colaboración en investigaciones del ámbito electoral en el siglo XIX.
Conocer el pasado para entender el presente
Doctora en historia por El Colegio de México, Fausta Gantús refiere que para entender las elecciones en la actualidad, necesitamos entender cómo funcionaban en el primer siglo de vida independiente de México. Existen pocos estudios históricos sobre las elecciones en el México decimonónico; los hay, importantes desde luego, pero no recorren el siglo ni las diversas regiones del país, atienden algunos momentos y algunos espacios.
Fue así que Gantús y Salmerón se plantearon el reto de un proyecto ambicioso: llevar a cabo un conjunto de estudios de caso que partiera de 1812 —primeras elecciones constitucionales en la Nueva España— y llegaran hasta 1912, primeras elecciones nacionales directas, ya en la coyuntura de la Revolución. Y asegurar que estos estudios de caso tocaran tanto el México urbano como el rural, y de diferentes regiones del país. El otro reto fue trabajar con los documentos electorales que casi nadie había estudiado, documentación oficial o personal, periódicos, revistas, fotografías y otros textos escritos que se generaron en la época, resguardados en archivos municipales y estatales, así como fuentes judiciales.
Fausta Gantús, profesora del centro público de investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), explica que en el siglo XIX la organización de las elecciones estaba descentralizada: recaían en los ayuntamientos en su primera fase, siendo ellos los responsables de difundir convocatorias, definir secciones electorales, levantar padrones e instalar casillas. Por eso es que ha sido indispensable consultar archivos municipales.
Libros Los libros Prensa y elecciones. Forma de hacer política en el siglo XIX y Elecciones en el México del siglo XIX. Las fuentes se pueden comprar a través de la Librería Virtual del Instituto Mora. |
A todo lo largo del siglo XIX, el padrón electoral era elaborado por personas previamente designadas en sesión de cabildo para recopilar la información del votante: nombre, edad, domicilio, oficio y si sabía leer. Estos datos eran entregados a las casillas electorales para que los votantes (varones mayores de 21 años, vecinos del lugar o, a partir de 1857, que cumplieran con el requisito de tener “un modo honesto de vivir”) emitieran su voto.
Las elecciones se realizaban a través de un sistema indirecto en uno o más grados, según lugar y época. A partir de 1857, los comicios nacionales se celebraron siempre mediante un sistema indirecto en un solo grado: los ciudadanos de una sección votaban por un elector, quien a su vez, junto con los electores de otras secciones, sufragaba por presidente, diputado, senador o magistrado, en una junta o colegio electoral.
La organización electoral pasaba por varias etapas: organización, elección primaria, elecciones secundarias y, finalmente, calificación del proceso.
En un breve texto de fácil acceso vía Internet, titulado Sobre las prácticas electorales del siglo antepasado. Una invitación a explorar las fuentes para una historia electoral del triunfo republicano a la primera reelección de Porfirio Díaz (1867-1884), Fausta Gantús y Alicia Salmerón explican con detalle este sistema indirecto y parte de su sentido: cómo “tutoraba” a los grupos populares del país para evitar sus “excesos”.
“Si bien los comicios no eran procesos democráticos, sí tenían un lugar central en el juego político de la época y, de alguna manera, involucraban a ciudadanos de todos los estratos sociales”, apunta la doctora Gantús.
En 1912, durante la presidencia de Francisco I. Madero, se permitió por primera vez el voto directo para elecciones federales de diputados y senadores, aunque la designación de presidente de la República y magistrados de la Suprema Corte se mantuvieron bajo el régimen indirecto. Antes había elecciones directas en municipios y comicios estatales en varios estados del país, pero a nivel nacional, 1912 marca un hito. Es por eso que la investigación emprendida en el marco de este proyecto cubre un arco temporal tan amplio como 1812-1912.
Retos y alcances
En entrevista, la doctora Fausta Gantús apunta que la historia de las elecciones, particularmente de sus prácticas, es campo todavía poco explorado. Si bien hay camino andado desde hace un par de décadas, falta explorar temas que permitan presentar un panorama general y hacer un ejercicio de síntesis acerca de grandes cuestiones como el significado de la abstención, construcción de candidaturas, formas de movilización del voto, relación entre elecciones y violencia.
“Eso implica muchos retos, como ir al archivo, bucear en los expedientes y encontrar los documentos, y cuando no se encuentran, suplir vacíos con otro tipo de fuentes. Pero dar con la información que nos permita resolver nuestras preguntas centrales es solo un primer paso. Lo que hacemos los historiadores no solo es transcribir documentos, sino que a partir de ellos pensamos una época, analizamos lo que estos nos dicen, los cuestionamos, validamos sus respuestas con otras fuentes. Por este camino tratamos de entender la dinámica de las elecciones”, indica.
Para ello se sirven de las metodologías propias de la historia política, institucional y jurídica, así como de la historia social y cultural. «Nuestros estudios de caso deben mucho, por ejemplo, a la microhistoria. Todas estas metodologías han sido resultado del diálogo con otras disciplinas. En este sentido, podemos decir que la historia de las formas de hacer política solo puede ser abordada en diálogo con otras disciplinas. Y por eso es que la colaboración que ahora se inicia con el Tribunal Electoral del Distrito Federal resulta tan prometedora».
La investigación emprendida por el proyecto encabezado por Gantús en torno a la historia político-electoral del siglo XIX mexicano tiene todavía varias líneas de investigación abiertas: la toma de las calles por sectores populares en contextos electorales —de momento se explora en especial los sucesos de 1892—, la participación de logias, gremios y clubes políticos en la organización del voto y, eventualmente, una síntesis de lo avanzado en historia de las elecciones en las últimas dos décadas.
La experiencia de estudios colectivos como los emprendidos en el marco de este proyecto es siempre enriquecedora. Y esta lo ha sido particularmente porque ha logrado congregar a historiadores de alto nivel que han trabajado junto a estudiantes jóvenes, en proceso de formación. Este proyecto ha permitido la formación de estudiantes para que conozcan de primera mano cómo acercarse y trabajar las fuentes, porque en el campo de la historia en México “muy pocas veces se enseñan a hacer investigación junto con el historiador consolidado, caminando a su lado y compartiendo la experiencia paso a paso».
El proyecto Hacia una historia de las prácticas electorales en México, siglo XIX ha sido desarrollado con financiamiento del Fondo de Investigación en Ciencia Básica, conformado entre la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Conacyt. Además ha recibido apoyo del Instituto Federal Electoral (IFE), ahora Instituto Nacional Electoral (INE); así como de recursos internos para investigaciones del Instituto Mora.