Las comunidades (de pueblos originarios o no) y su entorno ambiental han sido sacrificados para crear ciudades turísticas, sin recibir las ganancias o los beneficios prometidos a cambio de sus tierras y servicios prestados, afirmó Ana María Salazar Peralta, profesora-investigadora en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La académica impartió la conferencia “Turismo residencial y su impacto en el litoral mexicano”, como parte del seminario “Investigación sobre territorio, patrimonio, turismo y políticas públicas” organizado por el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV) el lunes 26 de mayo.
Salazar Peralta detalló que en los últimos cuatro sexenios presidenciales se le ha dado un gran empuje al desarrollo turístico, pues es considerado como “el salvador de la economía nacional”, cuando en realidad son pocos los beneficios para las comunidades y el país en general.
“El turismo ha tenido una expansión en todo el territorio nacional en las últimas décadas, sobre todo después del Tratado de Libre Comercio (TLC). Se han construido ciudades para el turismo en Áreas Naturales Protegidas de los litorales mexicanos, como manglares y humedales, que naturalmente eran una barrera de protección de los huracanes, ciclones o tormentas tropicales.”
Con esto, expuso, el turismo se ha convertido en “la segunda milpa” después del desplome de la industria agraria. Ahora, agregó, la población y autoridades invierten en áreas (que no son potencialmente turísticas) para construir grandes complejos que sólo han acentuado las desigualdades y la segregación social.
Mencionó que la población que atiende y presta los servicios a los turistas, extranjeros y nacionales, vive en condiciones lamentables pues, por ejemplo, no tienen el servicio de agua ni hogares dignos.
“Las autoridades encargadas del sector turismo en el país tendrían que ser evaluadas por la ciudadanía, porque han dejado que los grandes desarrolladores turísticos cometan atropellos en términos sociales, culturales y ecológicos”, subrayó.
Desafortunadamente, expresó, con la expansión y promoción que ha hecho el gobierno mexicano de un turismo de masa, los bienes culturales y naturales se han convertido en una mercancía, que lo mismo transita a la frontera que llega a un aparador de una boutique reconocida.
Es por ello que deben ser regulados los inversionistas y desarrolladores, al mismo tiempo que se pugna por construir –desde la base– una educación cultural de comunidad que nos muestre cómo conservar el entorno inmediato y nuestra culturalidad.
“Debemos construir una valoración cultural turística para que la política del Estado se oriente a satisfacer no sólo al gran capital sino a las necesidades de las comunidades.”
Por último, planteó que tenemos que la sociedad debe participar en la desmitificación del turismo, porque no deja las grandes y jugosas ganancias