Los trastornos del espectro autista (TEA), o mejor conocido como autismo, tratan de una serie de trastornos complejos de origen neurobiológico de índole multicausal y multisecuencial. Según datos estadísticos lanzados este 2016 por un estudio de prevalencia del autismo en México y que se hace por primera vez en el país, uno de cada 115 niños estaría diagnosticado con esta condición.
Estados Unidos tiene investigaciones más avanzadas en el tema y de acuerdo con las estadísticas del año 2015, uno de cada 68 niños tiene el diagnóstico en aquel país; sin embargo, múltiples especialistas han tomado de igual manera esta referencia para México.
Un dato relevante que este nuevo estudio mostró es que las detecciones hechas eran en su mayoría a niños en condiciones escolares regulares que nunca tuvieron un diagnóstico previo.
En este contexto, en el año 2000 se creó en México la Liga de Intervención Nutricional contra Autismo e Hiperactividad, A.C. (LINCA), una organización contra el autismo e hiperactividad que tiene como principal tratamiento la intervención nutricional sin caseína, gluten, soya y colorantes, con el fin de brindar una mejor calidad de vida. La institución capacita a padres de familia y profesionales de la salud que quieran especializarse en el tema y el tratamiento nutricional.
Algunos antecedentes
La documentación de posibles casos de autismo puede remontarse desde el siglo XIX, pero fue hasta el año 1943 cuando se detalla por primera vez esta condición a través de un artículo llamado «Trastornos autistas del contacto afectivo», escrito por el psiquiatra infantil Leo Kanner, quien describe el síndrome de autismo como una alteración de carácter afectivo, destacando también su posible origen neurológico.
Para la década de los años 60 a 80, el avance tecnológico permitió pruebas de imagen cerebral para estudiar todas sus estructuras. De esta manera, el autismo se concibió como un trastorno de origen neurobiológico, enfatizando la importancia del enfoque biomédico en su tratamiento.
En 1994 se publicó el instrumento que rige el sistema de diagnóstico a nivel mundial: el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV, de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), clasificando el autismo como uno de los cinco “trastornos generalizados del desarrollo”.
Los estudios de la última década han mostrado avances en el conocimiento del autismo, haciendo que el DSM-V planteé esta condición como una alteración en procesos de comunicación social y el desarrollo neurológico, cuyos síntomas deben estar presentes desde la primera infancia, pero pueden no llegar a manifestarse plenamente hasta que las condiciones sociales en que la persona se desenvuelve exceden sus capacidades.
LINCA
La Liga de Intervención Nutricional contra Autismo e Hiperactividad, A.C. (LINCA) es una organización mexicana que promueve la información y formación a familias con personas en el espectro autista, así como también a todos aquellos profesionales médicos que buscan una especialización en la materia. Esta organización tiene presencia internacional ya que cuenta con grupos en países como Perú, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, entre otros.
Fundada en el año 2000 por la actual presidenta de la LINCA, Cecilia Fernández Aguirre, junto con otro grupo de profesionales de las ciencias médicas, esta institución crea alternativas para promover, difundir y orientar sobre los diferentes métodos utilizados no solo en el tratamiento del espectro autista sino también en niños con diagnóstico de trastorno por déficit de atención.
No se trata de una escuela o de una organización que trabaje directamente con los niños, trabajan con los papás, médicos y demás profesionales de la salud con la intención de brindar información.
Orígenes
El trasfondo que hay en la creación de esta organización se remonta a la vida personal de los miembros fundadores de la LINCA, quienes tienen familiares en el espectro autista. Cecilia Fernández, quien ha sido madre por 26 años de un hijo dentro del espectro, mencionó para este medio que la calidad de vida a nivel familiar se vio afectada por varios años a causa de las inclemencias de esta condición.
“Leí un día Tratamientos biológicos del autismo y PDD del doctor William Shaw y empecé a entender qué era lo que pasaba con Marcos (hijo). Comencé a hacer cambios”, declaró la ingeniera bioquímica, especialista en bioquímica nutricional.
Su hijo fue diagnosticado en el Instituto de Autismo Domus y las consecuencias de los cambios hechos, después de leer al doctor Shaw, se hicieron notar ante los ojos de las otras madres de familia que llevaban a sus hijos a dicha organización. A partir de ese momento, se dedicó a enseñar el método que comenzó a dar resultados positivos en la vida de su hijo Marcos y en toda la familia: el cambio en la dieta.
Las reuniones pre-LINCA comenzaron con unas cuantas madres de familia en la cafetería del Instituto de Autismo Domus, “nos corrieron porque éramos muchas, después, con otras mamás nos fuimos a un departamento hasta que dijimos: algo tenemos que hacer”, mencionó.
Cambios en la alimentación, la clave del tratamiento
De acuerdo con los estudios hechos a la población dentro del espectro autista y con trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), se ha comprobado que un grupo importante no digiere correctamente las proteínas, especialmente la caseína, encontradas en productos lácteos; el gluten en algunos cereales como trigo, centeno, cebada y avena, y las proteínas de la soya.
Estas proteínas son convertidas en péptidos opiáceos, es decir, productos intermedios de las proteínas y aminoácidos que tienen actividad morfínica. Dichos péptidos alteran su conducta y aprendizaje, ya que provocan alteraciones en los sentidos del niño o adulto con autismo.
De esta manera, la LINCA determina que la dieta sin gluten, caseína y soya es el paso fundamental para tener una mejor aceptación al tratamiento biomédico, y así regenerar la calidad de vida de la persona con autismo y de su familia. Cabe mencionar que la persona no se cura del autismo, pero el progreso es evidente después de pocas semanas.
En palabras de la presidenta Cecilia Fernández, su hijo Marcos no habló hasta los ocho años, tenía crisis convulsivas, tomaba cinco medicamentos controlados y nada de eso resultaba, “yo estaba desesperada. Así comencé a cambiar la dieta y Marcos empezó a emerger, a hacer contacto visual, podía dormir”, subrayó.
Con base en los testimonios recolectados por los miembros de esta organización, hay un incremento en el número de personas que han modificado su alimentación, mismas que han visto cambios favorables en la conducta y desempeño del familiar con autismo, al grado de contar con apoyo para ser integrados en escuelas regulares.
Romper paradigmas
Según las declaraciones de la presidenta de la LINCA, cuando a la familia se le da un diagnóstico de autismo o TDA se replantean las esperanzas y expectativas de vida con el familiar en cuestión. “Yo les pregunto: ¿qué harían si el diagnóstico fuera diabetes y no autismo? Inmediatamente responden que la alimentación sería lo primero que cambiarían”.
Para mucha gente llega a ser inconcebible la idea de retirar los lácteos y el pan de su alimentación. En sus palabras, América Latina tiene una variedad muy amplia de riqueza culinaria y México específicamente no es la excepción. Se considera indispensable analizar el pasado prehispánico de nuestra civilización para darse cuenta que antes de los españoles, en la cocina mexicana no se incluía leche en las bebidas sino agua o amaranto y el maíz ha sido la base de la alimentación.
Las recomendaciones que brinda esta institución para reemplazar la leche y el pan radican en utilizar sustitutos de leche de vaca a base de papa, almendra, arroz, avellana, castaña o coco. Otra de las opciones es utilizar leche descaseinada y no deslactosada, ya que la intolerancia a la caseína es el principal de los problemas en el consumo de lácteos, pero sin descartar que además hay gente intolerante a la lactosa.
Para reemplazar el gluten, que existe principalmente en el trigo, centeno y cebada, se recomienda el consumo de arroz, maíz, sorgo, amaranto, garbanzo, tapioca, yuca o avena, este último cereal es recomendado bajo ciertas características que no resulten contraproducentes en su ingesta. Dichos cambios en la dieta de los niños y adultos con autismo se han puesto en práctica en comunidades indígenas de México, con alimentos que están a su alcance, ya que esta condición no difiere de sexo, edad, comunidad, religión o raza y los resultados siempre han sido favorecedores.
“En tres meses se empiezan a ver cambios y, asimismo, cambia el diagnóstico o abordaje terapéutico de un autismo severo o de mucho compromiso a menos, porque se quitó aquello que afectaba la percepción”, comentó la especialista.
De acuerdo con la información proporcionada por la presidenta Cecilia Fernández, se recomienda que los cambios en la alimentación enfocados en el familiar con autismo se hagan también a nivel general, es decir, para todos los miembros de la familia, ya que se trata de modificaciones que traen beneficios económicos y de salud, tanto para la persona con autismo como para quienes lo rodean.