A los escritores Julio Cortázar y José Lezama Lima los une –más que la historia– la imaginación y la palabra poética “que recrea la realidad para hacerla más habitable, más gozosa, menos ignota”, opinó el editor, ensayista, narrador y crítico literario mexicano, Gonzalo Celorio, en el marco del III Encuentro Regional de la Academia Mexicana de la Lengua que tuvo como sede la Universidad Veracruzana (UV).
El también ex director del Fondo de Cultura Económica participó con la ponencia “Julio Cortázar, lector” –en la que no pudo estar presente por cuestiones personales. La ponencia fue leída por Felipe Garrido, coordinador del Programa Universitario de Formación de Lectores de la UV e integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, el pasado 4 de abril en el Salón Azul de la Unidad de Humanidades.
Celorio compartió que tuvo la oportunidad de conocer la biblioteca personal del escritor argentino Julio Cortázar, integrada por más de cuatro mil volúmenes.
“Guiado por (Jesús) Marchamalo, recorrí las estanterías del acervo y tuve una primera aproximación a un Cortázar eminentemente lector que, sin miramientos de ninguna especie, como conviene a los cronopios, subraya, marcha, tacha, anota, comenta los libros que lee, armado de un lápiz o de un bolígrafo cualquiera, de tinta azul, verde o roja.
“Habla de tú a tú con sus autores, generalmente en español, pero también en francés o en inglés, según sea el caso. Discute con ellos, señala sus coincidencias y sus discrepancias, manifiesta su emoción, su admiración o su enfado; los alaba, los interroga, los increpa o los abandona, y, con un rigor insospechado –acaso más propio de los famas que de un cronopio de su estatura– corrige implacablemente cada una de las erratas, aun las más insignificantes, que le salen al paso.”
Una vez que abundó en los detalles de la biblioteca, Celorio dio paso a hablar de la lectura que Cortázar hizo de la obra Paradiso, del cubano José Lezama Lima, que fue, entre todos los libros que tuvo ocasión de revisar, el que más interés le suscitó.
El argentino leyó la primera edición de Paradiso, publicada en La Habana por la Editorial Unión. El ejemplar tiene una dedicatoria de Lezama, que dice: “Para mi querido amigo Julio Cortázar, el mismo día que recibí su magnífica Rayuela, le envío mi Paradiso. Entre usted y yo hay un cariño muy grande, sin habernos casi tratado, a veces lo atribuyo al común ancestro vasco, pero otras me parece como si los dos hubiéramos estudiado en el mismo colegio, o vivido en el mismo barrio, o a que cuando uno de nosotros se duerme, el otro vela y lee en la buena estrella.
”Pronto le escribo sobre su novela. Venga otra vez por La Habana, todos nosotros lo recordamos y lo admiramos. Y lo esperamos siempre. Mi mejor abrazo es para Julio Cortázar. Suyo José Lezama Lima.”
Celorio relató que Cortázar marcó al margen de los párrafos enteros, subrayó imágenes, puso interrogantes y admiraciones y corrigió todas y cada una de las “numerosas erratas que degradaron” esa primera edición.
En la última parte de la ponencia de Celorio, se exhibió una fotografía de Cortázar y Lezama Lima en una plaza en La Habana Vieja, autoría del también cubano Guillermo Fernando López Junqué. Una imagen del que se cree fue el último encuentro de los escritores, en 1974.
“¿Qué los une, además de la plaza de la Catedral por la que caminan al lado de unos mulatos erguidos que seguramente ignoran la identidad y la valía de los escritores con quienes comparten, por unos instantes, el itinerario de la vida? Los une una historia”, cuestionó y respondió Celorio.
Recordó que Cortázar fue uno de los primeros lectores que celebró la aparición de Paradiso y que Lezama manifestó en repetidas ocasiones admiración y simpatía por la obra de Cortázar y una enorme afinidad con ella.
Pero más que la historia, concluyó, los une la imaginación; los une la palabra poética, “que recrea la realidad para hacerla más habitable, más gozosa, menos ignota”.