Manuel Martínez Morales
Le pregunté: ¿me amas preciosa?
Yang Yang me respondió: no te entiendo,
aún no estoy programada para eso.
Tomado de “Las desventuras de Mané”
La frontera entre la realidad sensible y la imaginación es nebulosa, incierta; a veces lo increíble se materializa y frecuentemente lo imaginario resulta pobre comparado con los hechos fríos y concretos. Digamos que la realidad, aquello que existe de por sí, aquello que se impone necesariamente, comprende tres dominios o dimensiones: (1) el dominio de lo concreto sensible, lo material, al cual pertenecen, por ejemplo, el dispositivo en el cual escribo estas líneas, los dedos que oprimen las teclas y el trino del ave que ahora escucho; (2) la dimensión de lo espiritual, que incluye lo mental, donde se refleja y recrea lo que percibimos del medio, y también cobra vida lo imaginario, donde surgen los sueños que tenemos cuando dormimos, lo que imaginamos despiertos y los recuerdos que alberga la memoria; (3) el campo de la realidad virtual, en el cual de alguna manera lo imaginario se materializa y se confunde con lo concreto sensible. En la realidad virtual convergen lo real imaginario y lo real sensible.
La realidad virtual no se limita exclusivamente a lo que puede lograrse con computadoras y multimedios, sino que comprende también la literatura y el arte en general. Por ejemplo, Las Ciudades Invisibles imaginadas por Italo Calvino se materializan al ser descritas por éste en sus relatos y adquieren así cierto grado de verosimilitud. Si estos relatos se llevan al cine, las ciudades y sus habitantes obtienen una apariencia de mayor realidad; sin embargo, la posibilidad de su existencia concreta se da desde el momento mismo en que Calvino plasma su descripción por medio de la escritura, pues ésta incita en la imaginación del lector la figuración virtual de esas maravillosas ciudades. He soñado que, montando un caballo alado, vuelo sobre ciudades semejantes a las delineadas por Calvino, y los sueños han sido de tal intensidad y con tal riqueza de detalles que me es imposible aceptar que esas ciudades no existan en alguna parte; no pierdo la esperanza de arribar a una de ellas algún día antes de morir.
En cuanto a la realidad virtual creada por medio de las computadoras, ya existen seres virtuales, creados con computadoras y tecnología multimedia, cuya existencia se da en la difusa frontera entre lo real sensible y lo imaginario. A estos personajes así ensamblados se les ha llamado Idoru y algunos de ellos han sido extremadamente populares. Uno de ellos fue Kyoko Date, cantante virtual creada en 1996 por una empresa japonesa, que vendió millones de discos, decoró las portadas de decenas de revistas e incluso publicó un libro de poemas. Le invito amable lector a que visite la página en internet de Kyoko Date, cuyo nombre real es DK-96 (Digital Kid-96), y podrá constatar que la posibilidad de acercarse a la creación de soft-clones y clon-bots no es tan remota como parece. La dirección es http://www.dhw.co.jp/horipro/talent/DK96/index_e.html. Ahí se encuentra un breve curriculum de Kyoko, una fotografía de su rostro y otra de cuerpo entero, una entrevista que concedió para la revista Rolling Stone y una descripción del proceso de su creación por parte de sus padres virtuales: los técnicos de Horipro, la compañía que la patrocina.
Los creadores de DK-96 afirmaron que en pocos años la tecnología permitirìa que Kyoko apareciera en programas de televisión en vivo charlando con otros artistas y sería posible producir películas con ella y otros actores virtuales, en forma tan exacta que sería muy difícil distinguirlos de personajes humanos. Tambien se menciona la posibilidad de usar la holografía para que Kyoko ofrezca conciertos en vivo.
La diferencia entre un idoru y un softclon es la siguiente: el idoru es un ser totalmente imaginario ensamblado por especialistas en realidad virtual, como es el caso de DK-96. Un softclon es un ser virtual que es el clon –la réplica- de un ser real, vivo o ya muerto. Este clon, como el término indica, se obtiene a partir del desciframiento del genoma del ser original. Metidos ya en la realidad virtual, tal vez la diferencia entre estos dos tipos no sea tan notoria, ya que se espera que los idoru tengan rasgos y comportamiento indistinguibles de un ser humano, incluyendo el uso de lenguajes naturales. En ambos casos es posible usar la holografía para la proyección tridimensional de ellos. Un clon-bot sería la materialización del softclon en un cuerpo material, una especie de robot; no se olvide que el holograma es “virtual”, es sólo una imagen. La misma posibilidad existe para los idoru.
En la creación de los idoru y en la clonación virtual confluyen una multitud de disciplinas científicas que van desde matemáticas avanzadas hasta la inteligencia artificial y la robótica, acompañadas de tecnologías computacionales y multimedia de punta.
Pero en estos días la tecnología ha superado lo imaginado en 1996 por los creadores de Kyoko Date. Ahora ya existe un clon-bot de Sara Paling, Yang Yang, al que resulta difícil distinguir de aquella célbre e interesante mujer de carne y hueso. Nada de realidad virtual, Yang Yang es una bella androide que sonríe, habla, sigue con la mirada a su interlocutor y tiene movimientos corporales casi indistinguibles de los de Paling.
Si desea conocer a Yang Yang, búsquela en http://www.digitaltrends.com/cool-tech/meet-yangyang-a-creepy-human-like-robot-that-looks-like-asian-sarah-palin/ , o véala en acción: https://www.youtube.com/watch?v=K53t27U1FC0
Si no le dan escalofríos, como a Mané, posiblemente sea usted un pariente no muy lejano de Yang Yang.
El futuro nos ha alcanzado.