Decía Isaac Asimov que “la curiosidad sigue siendo una de las cualidades más nobles de la mente humana y en su definición más simple y más pura es el deseo de conocer”.

Desde el origen, fue precisamente la curiosidad la que motivó al hombre en su búsqueda constante por apropiarse del conocimiento, el cual tenía como recompensa la supervivencia.
Los griegos nos relataron la historia del titán Prometeo, quien le robó el fuego a los dioses para entregarlo a los humanos y ahí dio el punto de inflexión para que la humanidad alcanzara un grado de civilización, gracias al aprendizaje que sobre su uso obtuvieron los primeros pobladores.
Desde entonces, el fuego es un símbolo sagrado, que representa la luz del conocimiento, que nos arranca de las entrañas de la ignorancia y que libera nuestro espíritu.

Por eso vale la pena decir sin metáfora que durante 54 años, la academia mexicana de ciencias ha sido hogar de esta luz intelectual. Y ha hecho una contribución imprescindible a nuestro país, a través de la promoción del diálogo entre la comunidad científica nacional e internacional y el impulso del estudio y la investigación de las ciencias y las humanidades.

Desde hace más de medio siglo, gracias al encuentro estimulante en la academia, los investigadores mexicanos han tenido un lugar para compartir sus preguntas y sus respuestas en esta búsqueda infinita del conocimiento humano.

Sabemos que el mundo cambia constantemente y mucho más en esta era global del conocimiento. Edificar el futuro no puede ser un asunto de azar, sino que éste sólo puede construirse a través de una permanente evolución como lo ha entendido la academia.

El ingreso de nuevos miembros, a quienes vuelvo a felicitar, y que se suman a los 2 mil 428 que ya tiene la academia, aportan un espíritu fresco para afrontar los retos que se presentan ante nosotros.

Por su parte, el otorgamiento del premio Weizmann, los premios a las mejores tesis doctorales, y las recientemente incorporadas becas para las mujeres en humanidades y ciencias sociales, son ejemplo de la importancia que brinda esta academia a la investigación y al aporte constante de nuevos conocimientos.
Fortalecer la inversión en ciencia y tecnología no es un lujo para un país como el nuestro, que tiene el compromiso ineludible de abatir la pobreza y el rezago social y alcanzar mejores niveles de vida.

El presidente de la república, consciente de esta encomienda, ha establecido seis metas para su administración, algunas de las cuales han sido ya reiteradas:

• llegar al 1% del PIB en inversión en ciencia y tecnología al término del sexenio.
• contribuir a la formación y fortalecimiento de capital humano de alto nivel para que más mexicanos tengan la posibilidad de dedicarse a la ciencia.
• impulsar el desarrollo de las vocaciones y las capacidades científicas, tecnológicas y de innovación locales, para fortalecer el desarrollo regional.
• trabajar en favor de la transferencia y el aprovechamiento del conocimiento, vinculando a las instituciones de educación superior y los centros de investigación con los sectores público, social y privado.
• desarrollar programas educativos desde el nivel básico con núcleos curriculares que contengan el aprendizaje del conocimiento científico.
• y finalmente, fortaleceremos la infraestructura científica y tecnológica para que el país cuente con espacios adecuados y dignos para cultivar el conocimiento.

Cómo podía estar ausente el secretario de educación pública en esta ceremonia, cuando el señor presidente ha sido más que enfático: más ciencia y más tecnología son las llaves para abrir las puertas de la productividad y son condiciones necesarias que permitirán a México consolidarse como una potencia emergente en los próximos años.

Nuestro país necesita transitar hacia una economía basada en la información y el conocimiento, y por eso debemos incrementar nuestra capacidad de hacer, pero también de enseñar ciencia.

De su adecuada instrucción depende que los alumnos, desde la primaria, obtengan las habilidades necesarias para aprender y seguir aprendiendo y así sean capaces de tomar las decisiones que les permitan resolver los problemas de la vida.

A través de diversas iniciativas, el presidente ha promocionado la ciencia para que llegue a los niños y a los jóvenes y está por dotar a los maestros de las herramientas útiles que les permitirán cambiar la actitud de sus alumnos frente a esta disciplina.

En esta ocasión, en la que nos reunimos para dar inicio a un nuevo año académico y para firmar un convenio de colaboración, que significa el respaldo total, absoluto e invariable durante los seis años a la academia por parte del gobierno de la república, los invito hoy, más que nunca, a realizar un ejercicio conjunto que nos permita determinar cuál es la ciencia que necesitamos enseñar y cuáles son las mejores alternativas para acercarla a la población. Lo necesita México.

Vivimos una compleja dinámica de cambio social. Como nunca antes, el siglo XX se vio caracterizado por un avance a pasos agigantados de la ciencia y la técnica. Pero también este progreso fue marcando una separación cada vez más profunda entre el conocimiento científico y la ética, desgraciadamente.

Como lo ha señalado la UNESCO “la ciencia sin ética es ciega, y la ética sin ciencia es vacío”. Hagamos entonces de este siglo XXI un periodo en que los científicos sean más conscientes de su responsabilidad social y que con su acción cotidiana, tiendan los puentes necesarios entre la ciencia y el humanismo, pues la práctica de la ciencia es, a fin de cuentas, una forma de ser humanistas.

La academia ha sido como Prometeo, un titán dedicado a proteger el fuego de la verdad. Ojalá, estoy seguro que lo hará, continúe el diálogo riguroso y apasionado para que durante muchos años más la ciencia sea la luz que ilumine el camino de México.

Procedo a declarar inaugurado el LIV año de actividades de la academia, recordando una célebre cita del manifiesto Russell-Einstein, signado por los más notables científicos del planeta en 1955, cuyas palabras siguen siendo código de conducta para todos los que han decidido dedicarse a esta actividad: “si queremos -dice esta parte del convenio- un progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría, recuerden su humanidad, y olviden el resto. Si pueden hacerlo, está abierto el camino hacia un nuevo paraíso”.

Mensaje del secretario de Educación Pública, en la ceremonia de inicio del LIV Año Académico de la Academia Mexicana de Ciencias, el 20 de junio de 2013 en el auditorio Galileo Galilei. El título es de la redacción.

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