Joseph Justus Scaliger (Scalígero), marca el 1 de enero del año 4713 a.c. en su propuesta de un calendario sencillo que sea útil para todos y que marque una fecha común como su inicio, la cual enuncia en su obra: “De emendatione temporum” (corrección de los tiempos), editada en Leiden en 1598.
La fecha la toma además porque es común a todos los pueblos judíos, persas, babilonios, egipcios, fenicios y demás culturas de la antigüedad.
A esta nueva forma de datar los acontecimientos del mundo, que no dejó de ser una disquisición erudita, la denominó sistema del “Día Juliano” en honor del Emperador Julio César cuyo calendario había regido la vida e historia de Europa desde los romanos hasta su propio tiempo, según apunta en su obra capital Emendatione temporum.
La gran ventaja del Día Juliano es que para saber el número de días transcurridos entre dos fechas alejadas, basta con una sencilla resta entre las dos fechas julianas sin enredarse en si el año es o no bisiesto, si los meses son de 30 días o de otra composición, etc.
Escalígero comienza por unificar la multitud de calendarios mediante un año común de referencia; cada uno tenía una cuenta distinta de años, lo que siempre causa un problema de interpretación de los sucesos históricos. Si se bucea en la historia nos encontramos con años referidos a Diocleciano, o a la fundación de Roma, o incluso se habla de los años de la Era hispánica cuando se trata de arqueología medieval. De manera que, con esas referencias, el 2013 hubiera sido el 1728 de Diocleciano, el 2051 de la Era hispánica, el 2766 de la fundación de Roma.
Esta homologación permitió la comunicación entre científicos de diversas lenguas, evitando malentendidos de fecha por causa del idioma, o por diferencia de calendarios.
En honor de Joseph Justus Scaliger se denominó a un cráter de la Luna.