Cristóbal Colón salió de Cádiz, en España el 11 de mayo de 1502, en su cuarto y último viaje, con los barcos Capitana, Gallega, Vizcaína y Santiago de Palos, para explorar la costa de América Central.
Desafortunadamente sus naves se vieron atacadas por una invasión de “bromas” (moluscos bivalvos) que abrían agujeros en los fondos de su flota. Colón se vio obligado a abandonar dos de sus barcos y finalmente llevar sus últimas dos carabelas a la playa de Santa Gloria, en la costa norte de Jamaica, adonde arribó el 25 de junio de 1503.
En tierra, vio y revisó que ambos navíos estaban muy dañados y ordenó a sus hombres desencuadernarlos y construir un fortín con la madera, en el cual prácticamente se encerraron, y del que salian unicamente para hacer algunas expediciones, sobre todo para conseguir comida con los nativos mediante un sistema de trueques.
Los meses pasaban y los barcos que esperaban llegasen a buscarlos seguían sin aparecer.
Los nativos ya estaban hartos de proporcionar tapioca, maíz y pescado a cambio de pequeños silbatos de plata, campanas de halcón y otras baratijas. Entre la tripulación de Colón empezó a cundir la desesperación y el 2 de enero de 1504 la mitad de su tripulación se amotinó, robando y asesinando a algunos de los nativos y secuestrando mujeres.
Los indígenas, superándolos en numero, los redujeron y capturaron a los otros españoles, a quienes llevaron frente a su cacique y los hicieron prácticamente prisioneros.
La situación empeoró.
Cristóbal Colón encontró la solución al problema con su Almanach Perpetuum, de Johannes Müller von Königsberg, Regiomontanus, quien fue un importante matemático, astrónomo y astrólogo alemán.
Antes de su muerte, Johannes Müller von Königsberg (1436-1476), un destacado matemático, astrólogo y astrónomo de origen alemán, mejor conocido con el nombre latino Regiomontanus, publicó un almanaque que contenía tablas astrónomicas que cubrían los años desde 1475 a 1506. El almanaque de Regiomontanus resultó ser de gran valor: por sus tablas astronómicas proporcionaba información detallada sobre el Sol, la Luna y los planetas, así como las estrellas y constelaciones más importantes por las cuales navegar. Después de su publicación ningún marinero se atrevía a partir sin una copia. Con esta ayuda, los exploradores fueron capaces de abandonar sus rutas habituales y aventurarse en los desconocidos océanos en la búsqueda de nuevas fronteras.
Con esa herramienta descubrió que el 29 de febrero de 1504 se produciría un eclipse total de Luna, poco después de la aparición del satélite.
Así, tres días antes del acontecimiento, Colón pidió una reunión con el Cacique de los nativos de Jamaica y les dijo que su tacañería iba a verse castigada por su dios y que eliminaría toda la Luna, haciéndola parecer “inflamada de ira”, lo que significaría que el mal caería pronto sobre ellos.
Según se relata en el Cuaderno de Bitácora:
“En la tarde anunciada, cientos de indígenas se congregaron. Cuando salió la Luna ya estaba parcialmente oscurecida y el pánico entre los nativos se extendió al verla menguar.
Rogaron al almirante que la hiciera volver y éste pidió a cambio la reanudación de los suministros”.
De acuerdo con el hijo de Colón, Fernando, los nativos quedaron aterrorizados por esta visión y “. . . con grandes gritos y lamentos comenzaron a correr en todas direcciones cargando los barcos con provisiones y rogando al Almirante que intercediera con su dios en su favor”.
Cuando la Luna comenzó a desvanecerse Colón exhaló un suspiro de alivio, pues su almanaque fue calibrado en Alemania, y no estaba convencido de haber realizado los ajustes a la hora local.
Los indígenas, presos de pavor, al contemplar el eclipse lunar, le dieron cantidades ingentes de comida.
Justo momentos antes del final de la fase total del eclipse, Colón reapareció, anunciando a los nativos que su dios les había perdonado y la Luna empezaría a volver poco a poco. Y en ese mismo momento, las palabras de Colón se hicieron realidad, la Luna comenzó a reaparecer lentamente y conforme surgía de la sombra de la Tierra, los agradecidos nativos huyeron. Mantuvieron a Colón y sus hombres bien pertrechados y alimentados hasta que una de las carabelas de apoyo que partió de La Española llegó el 29 de junio de 1504. Colón y sus hombres retornaron a España el 7 de noviembre.
Un poco de ciencia ayudó mucho a Colón.