El cabello, objeto de atención humana desde hace milenios, se convierte en el protagonista de una muestra presentada hoy en París en la que, desde una visión antropológica, se explora el trato y el significado que le han dado las distintas culturas.
El museo de Branly alberga entre el 18 de septiembre y el 14 de julio de 2013 una nueva exposición que se adentra en la simbología del cabello, desde su aspecto más frívolo al más ritual, haciendo un recorrido transversal por sociedades de los cinco continentes.
«Hemos querido poner en perspectiva los distintos usos y significados que se le ha dado al peinado en África, Asia, Oceanía y América, comparándolos con nuestra propia cultura europea, con nuestras creencias y nuestra manera de ver las cosas», señaló a Efe el comisario de la muestra, Yves Le Fur.
El responsable de «Cheveux chéris» («Cabellos queridos») indicó que un peinado puede constituir en sí mismo «el reflejo de una época, de una cultura o de un estatus social».
La importancia dada al cabello se evidencia en lo arraigado de su arte: la primera representación de un peinado puede encontrarse ya en la llamada «Dama de Brassempouy», una pequeña estatua de hace más de 25.000 años.
A lo largo de los siglos, el cabello y sus formas se han asociado a la simbología religiosa y, para las distintas creencias, el hecho de rasurarlo (como hacen los monjes tibetanos), dejarlo crecer (como hizo María Magdalena), peinarlo en rastas (como en la religión rastafari) o cubrirlo con un velo (como las mujeres musulmanas), son preceptos que entroncan profundamente con cada una de las confesiones.
La muestra explora asimismo la «plasticidad de significados» de la melena e incluso de su ausencia, ya que, como recuerda Le Fur en el catálogo de la exposición, un cabello largo lo porta «un rey, pero también un ermitaño, un artista o un vagabundo», igual que una cabeza rapada puede pertenecer lo mismo a «un bonzo que a un «skinhead»».
«Las rubias son tontas» o «las morenas son salvajes» son tópicos que, más allá de su veracidad, demuestran que el color del cabello traspasa con frecuencia su dimensión estética y alcanza el plano psicológico o la actitud vital de una persona.
«El cabello muestra al individuo en relación con la norma social», aseveró Le Fur, y señaló dos direcciones posibles y opuestas: la de asimilación al resto del grupo social adoptando el mismo peinado, o la de rebelión, al desmarcarse totalmente del grupo con colores y formas considerados aberrantes por el resto.
Pero fuera de la cultura europea el pelo humano también ha adquirido un significado de poder y magia.
«En muchas sociedades se ha considerado que la energía de las personas reside en su cabello y, por eso, con él se han fabricado desde talismanes y amuletos hasta objetos de vudú», recordó el comisario.
No obstante, la creencia de que la fuerza emana de la cabellera no es exclusiva de África o de Oceanía, sino también de otros lugares, como muestra el mito bíblico de Sansón y Dalila.
La exposición da testimonio de la enorme relevancia que la humanidad ha otorgado al cabello a lo largo de los continentes y de las eras; a la manera de modelarlo para realzar a la persona o para denigrarla, para lograr gustar a los otros o para gustarse a sí misma.
Un recorrido por casi trescientas piezas entre pinturas, esculturas, fotografías, reproducciones, objetos de culto y recuerdos personales remiten al mosaico de acepciones que el ser humano concede a algo tan básico como el conjunto de filamentos que nacen de su cabeza.
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