El cáncer ha pasado de ser una amenaza súbita y violenta a convertirse en un enemigo silencioso y persistente. Gracias a los avances de la oncología, en las últimas décadas las tasas de supervivencia a la enfermedad han aumentado extraordinariamente.
Sin embargo, el análisis posterior de los supervivientes por parte de los especialistas ha demostrado que en la actualidad fallecen por causas cardiovasculares en una proporción mayor a la habitual.
“Se trata de un problema relativamente nuevo que se empezó a detectar en los años 70, pues hasta entonces el paciente no sobrevivía al cáncer”, aclara a Sinc Juan Carlos Planas, cardiólogo del Baylor College of Medicine de Houston (EE UU).
Buscando una explicación para este fenómeno, los expertos averiguaron que la quimioterapia y la radioterapia tenían también efectos sobre el corazón y, según los últimos datos, pueden triplicar el riesgo de sufrir algún problema cardiovascular. Estas complicaciones son las principales causas de muerte en cánceres como el de mama o el linfoma de Hogdkin.
Para combatir a esta amenaza surge la cardiooncología, una nueva disciplina médica que combina ambas especialidades con el objetivo de alcanzar una cura completa para el paciente.
“Durante muchos años, oncólogos y cardiólogos hemos hablado lenguajes diferentes, pero con lo que sabemos ahora es necesario que vayamos de la mano por caminos paralelos”, destaca a Sinc Teresa López-Fernández, doctora en la única unidad de cardiooncología que opera en España, en el Hospital de la Paz (Madrid).
Estas unidades especializadas, que ya son habituales en los principales centros médicos de EE UU, están formadas por equipos multidisciplinares de cardiólogos, oncólogos, dermatólogos o enfermeros que se coordinan para hacer frente al cáncer de la manera menos peligrosa para el corazón y los vasos sanguíneos.
Factores de riesgo
La información recopilada por estos expertos permite identificar a los pacientes más vulnerables a un ataque, aquellos a los que hay que vigilar más de cerca.
López señala que “los principales factores de riesgo son el tipo de tratamiento y las características previas del paciente”. Esto último se refiere no tanto a cuestiones como el sexo y la edad como a “si son hipertensos, diabéticos, obesos, fumadores o ya han sufrido alguna cardiopatía previa”.
La radioterapia y la quimioterapia utilizadas para el tratamiento del cáncer provocan distintos daños de intensidad variable. En el primer caso, una de las radiografías más perjudiciales es la torácica, que afecta directamente a varias partes del corazón: tejido valvular, miocardio, pericardio y las arterias coronarias.
Entre los fármacos, uno de los más agresivos son las antraciclinas (muy utilizadas contra el cáncer de mama), que –si no se efectúa un tratamiento complementario adecuado– matan al 60% de los pacientes en un plazo de dos años debido a la disfunción ventricular que crean al ‘sabotear’ las células del miocardio.
Importancia de la detección temprana
Todos estos problemas hacen que se suspenda o modifique el tratamiento en hasta un 20% de pacientes, perjudicando así la lucha contra el cáncer. Para evitar que esto suceda es fundamental “la detección temprana de los problemas cardiovasculares que se derivan del tratamiento”, señala Plana.
Una de los métodos más efectivos son los sistemas de imagen, como las ecografías, que permiten conocer estado del corazón. La otra opción es utilizar analíticas de marcadores bioquímicos vinculados a un mayor riesgo cardíaco.
“La tecnología necesaria para tratar estos problemas ya existe y no es muy cara, por lo que la falta de unidades de cardiooncología no se debe al coste económico, sino que se trata de una cuestión de concienciación”, asegura la doctora.
Aunque las técnicas de imagen suelen ser menos accesibles, las analíticas se pueden realizar en casi cualquier centro hospitalario, incluso aunque no tenga una unidad especializada. En estos casos, lo fundamental es, según la doctora, “que exista una buena comunicación entre oncólogo y cardiólogo”, una alianza que permita a ambos salvar sus respectivas lagunas.
Para sumar esfuerzos y compensar el relativo desconocimiento que todavía existe, se han publicado ya algunos manuales y se celebran encuentros como el I Simposio Internacional de Cardio-Oncología que la semana pasada reunió en la Fundación Ramón Areces a más de 300 especialistas provenientes de Europa, América u Oceanía.
Según los datos aportados en este encuentro, en el 80% de los casos el tratamiento temprano –es decir, que toman una medicación complementaria– de los problemas cardiovasculares asociados a la cura del cáncer reduce el riesgo de sufrir complicaciones graves de un 29% a un 5%.
Implicación del paciente
Los especialistas también destacan la importancia de que los propios pacientes abandonen una actitud pasiva o expectante y se conviertan en un elemento activo de la lucha que se está desarrollando en su interior, asegurándose de hacer todo lo posible para influir en el resultado.
“Necesitamos un paciente del siglo XXI, informado e involucrado, que pregunte a los médicos por las posibles complicaciones y lo que debe hacer para reducir los riesgos”, destaca Planas.
Los médicos detectan que, en ocasiones, la trascendencia del cáncer hace que se olviden otras cuestiones que también pueden ser decisivas para sobrevivir. En lugar de quedar relegadas por la enfermedad, prácticas como hacer deporte o vigilar los niveles de colesterol deben seguir siendo una prioridad.
“El cáncer no debe ser una excusa para dejar de tener un estilo de vida saludable”, concluye López. De hecho, en muchas ocasiones estas actividades son el último esfuerzo necesario para culminar con éxito la compleja batalla contra el cáncer y sus peligrosas consecuencias.