Para comprender la forma en que se construye la sociedad actual, los historiadores se deben mover en el tiempo, pero siempre planteándose preguntas desde el presente, y en ese ámbito, el estudio de las relaciones sociales es de gran relevancia para comprender todos los componentes de la sociedad contemporánea con los que se ha llegado a construir esta nación diversa, multicultural y con problemáticas especificas cuyas raíces es importante comprender desde su historia y pasado, aseguró la doctora Claudia Peniche Moreno, especialista en antropología social, quien desde hace algunos años analiza las transformaciones sociales que ha vivido la población indígena maya.
La gran epidemia de cólera en el siglo XIX es motivo para tratar de comprender cómo la población maya se enfrentó desde lo cultural y demográfico a ello: “Se trata de un trabajo sobre medicina y salud publica en Yucatán en el siglo XIX que pretende estudiar cómo se reformó el sistema de salud pública y el papel que juega la medicina moderna y el contacto con Europa para enfrentar esta nueva epidemia que no se conocía”, explicó Peniche, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, unidad Peninsular, en Yucatán.
En la época colonial, recordó la investigadora, fue muy común atribuir la llegada de calamidades -una combinación funesta entre hambrunas y epidemias marcadas por un incremento en la mortalidad-, a un juicio divino sobre un pueblo pecador al que se le castigaba de esa manera; sin embargo, en siglo XIX hubo una transición de estas ideas donde la ciencia y las explicaciones racionales empezaron a ocupar un puesto mucho más importante, buscando desplazar la explicación de estos fenómenos dados por la iglesia con asociaciones a fenómenos naturales.
“Después del ocaso del sistema colonial se da un proceso de secularización en muchos aspectos de la política, de la sociedad, de la economía y la medicina misma. La iglesia comienza a quedar más rezagada; se reforma el sistema político, los programas de salud pública empiezan a perder su carácter religioso, y se deja de plantear a la sociedad como una víctima pasiva de sus propios pecados y de los juicios divinos para comenzar a ser una sociedad que puede hacer cosas para prevenir la enfermedad y también para tratarla”.
Según las fuentes de estudio de la doctora, podría describirse mejor este cambio en tres esferas: a nivel de la población, la folletería que circulaba en la época sembró la idea de prevención porque se indicaba una serie de consejos prácticos y métodos curativos para enfrentar el cólera. “Un poco lo que sucede con esta enfermedad es que es de efecto muy rápido -en 24 horas podía ocasionar la muerte a quien la padecía por la fuerte deshidratación que causaba-, entonces se tenía claro que se tenía que actuar apenas los primeros síntomas. Esta folletería local, escrita desde Yucatán, y otros folletos que fueron escritos originalmente en España, Francia e Inglaterra fueron replicados aquí con anotaciones específicas sobre cómo debían adaptarse esos métodos curativos a las condiciones locales de clima y alimentación”.
A nivel clínico se observó en los libros sobre literatura médica el conocimiento que provenía de los médicos que se formaron en París pues no había textos escritos en Yucatán para Yucatán, pues según la científica social, los médicos autorizados que formaban parte de la estructura democrática se formaron en la capital francesa y esta literatura sirvió de base para los médicos que trabajaron en Yucatán.
Y en un tercer nivel es la participación activa del Estado, observada en las actas de cabildo, las cuales contenían información sobre lo que se hizo para prevenir la enfermedad y las acciones que se implementaron para atender esta epidemia, en donde los curas y las autoridades de los pueblos más pequeños tenían la obligación de reportar todo lo que hacían.
“Aunque la epidemia del cólera no fue tan grande en comparación con otras que ocurrieron en los inicios de la época colonial como las de viruela, sarampión o fiebre amarilla, la que tuvo su brote en 1648 causando una devastadora regresión demográfica del 70%, el cólera dio un fuerte impulso al movimiento higienista”, sostuvo Claudia Peniche Moreno, ganadora del Premio de Investigación de la Academia Mexicana de Ciencias 2014, en el área de humanidades.
Este hecho marcó uno de los primeros momentos en los que interviene la medicina moderna vista ésta como expansión de la ciencia y se registra la participación del Estado, porque los recursos médicos y las explicaciones médicas se basaban en esa época sobre un fundamento hipocrático de la medicina humoralista, se entendía que el cuerpo estaba compuesto por un número de humores de cuyo equilibrio dependía la salud, y su desequilibrio, causaba enfermedad.
Además, la idea de los miasmas –la cual refiere a una emanación maloliente que se desprende de cuerpos enfermos-, casi igual de antigua, planteaba que los contagios eran a través de la atmósfera fétida e infectada que al respirarla las personas caían postradas.
“El cólera es muy importante para el movimiento higienista que cobra fuerza en el siglo XIX por la evidente asociación que hay entre el cólera, la pobreza, la suciedad y la inmundicia. Mostró, asimismo, los límites de los ideales de progreso del siglo en cuestión y se le asoció con la pobreza y generó un impulso para limpiar los espacios”. La epidemia de cólera es una buena oportunidad para mirar cómo comenzó a expandir y penetrar lo que se conoce como medicina moderna dentro de la población indígena maya y cómo ésta transformó la idea de salud y prevención”.
Claudia Peniche, integrante de la AMC, dijo que en su opinión el estado de Yucatán es un gran laboratorio que resulta esencial para comprender la manera en que las poblaciones indígenas se han articulado en la construcción de la nación. “Después de tantos siglos de dominación y explotación y de un contexto en extremo adverso, todavía los mayas mantienen una cultura propia y una postura frente al mundo cuya especificidad es importante reconocer para encontrar un espacio armónico en donde podamos convivir desde la diferencia. Es verdad que la base de igualdad y de equidad es necesaria pero también el derecho a la diferencia y es precisamente ésta la que da riqueza, dinamismo y valor”.
La investigadora señaló por otro lado, que haber sido reconocida con el Premio de Investigación 2014, además de la satisfacción personal que le ocasiona, es una distinción a la importancia del trabajo colectivo y las potencialidades que se pueden sumar en una gran cadena que contribuye a explicar el mundo presente desde una perspectiva de largo plazo.
(AMC)