La ansiedad y la angustia no pueden ubicarse dentro del cuerpo, pues esto sólo “está en mi cabeza y no en mi cerebro”, comentó el filósofo norteamericano Robert Lee Arrington, en el marco de la Cátedra Ludwig Wittgenstein, organizada por la Universidad Veracruzana, a través del Centro de Estudios e Investigaciones en Conocimiento y Aprendizaje Humano (CEICAH).

En su conferencia “Asalto a la mente: Wittgenstein y la ciencia”, Arrington explicó: “La subjetividad de la existencia es ilustrada por el caso del dolor. Sólo cuando lo experimenta algún sujeto es cuando existe el dolor. Todo esto no tiene sentido –el dolor– si no hubiera gente, organismos, animales no existiría. El dolor es una sensación que no existe aparte de la criatura que la tiene”.

Aseguró que “los pensamientos no tienen ninguna ubicación. Este hecho conceptual puede demostrarse cuando dos o más personas pueden tener el mismo pensamiento: si dos personas piensan en la tía Ali haciendo un pay de manzana, piensan en la misma persona haciendo la misma cosa.

”Si todos los científicos pensaran que la velocidad de la luz es 180 mil millas por segundo, todos tendrían el mismo pensamiento. No localizamos la actividad de tener pensamientos físicamente, ni le atribuimos alguna otra propiedad física”, explicó.
         Acompañado del coordinador del CEICAH, Ricardo Pérez Almonacid, comentó que de las únicas cualidades que pueden ser atribuidas al pensamiento está la de identidad al caracterizar un objeto que el mundo está pensando. “Ningún pensamiento es tonto en sí, ninguna actividad de pensar es subjetiva en sí”.

En la sala de videoconferencias de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información campus Xalapa, el filósofo comentó que algunos estados de conciencia son subjetivos porque los experimentan un ser humano o un sujeto animal. Esto sucede cuando se trata de sentir y escuchar, por ejemplo, porque no existirían si no hay alguna criatura que lo sienta, contrario a lo que sucede con actos como ver.

“La conciencia es una palabra que identifica un área del habla que garantiza ciertas repulsiones; cuando decimos en una forma profunda que los humanos tienen conciencia no estamos atribuyendo ninguna propiedad a los seres humanos, más bien la conciencia es uno de sus usos que nos autoriza hablar a los seres humanos, cómo vemos, escuchamos, sentimos, pensamos.

”Estamos ofreciendo una regla de lenguaje que legitima hablar sobre los seres humanos por vía de los determinantes de la conciencia… decir que los seres humanos tienen conciencia es lo mismo que decir que los objetos tienen color, estamos legitimando el habla sobre los objetos que son amarillos, rojos, etcétera”, concluyó

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