El 18 de julio del año 64, los cielos de Roma se iluminaron por las llamas que salían de la ciudad.
Un incendio que comenzó en los alrededores del Circo Maximo, en unos puestos que vendían productos inflamables, se expandió con rapidez.
El mito transmitido desde entonces, es que Nerón incendio la ciudad para inspirarse con las llamas y tocar su lira.
Tanto historiadores como contemporáneos acusaron al emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico (que tal fue su nombre completo) de haber provocado la conflagración y de ahí es la imagen proyectada de Nerón tocando una lira mientras la ciudad ardía.
Aunque esa noche, cuando las llamas iniciaron, Nerón no estaba ahí, según el historiador romano Cornelio Tácito, quien defendió que estaba en Antium (o Anzio) a 42 kilómetros aproximadamente de la capital del Imperio, quien además lo ensalzó diciendo que viajo con prestancia a Roma y que utilizó su tesoro para ayudar a los afectados, que abrió las puertas de su palacio a quienes habían perdido su hogar y abrió un fondo para entregar alimentos a los sobrevivientes.
En cambio los historiadores romanos Gayo Suetonio Tranquilo y Dión Casio Coceyano atribuyen a Nerón la autoría del incendio, provocado para reconstruir la ciudad a su gusto, más que por el fin inspiratorio de tocar la lira, instrumento musical al que ciertamente tenía un gran apego.
Desde un principio Nerón afirmó que el incendio lo habían provocado los cristianos, versión que más bien parece haber sido implementada como una forma de buscar culpables y no dejar que recayese sobre sí la responsabilidad.
Tácito en su versión de los hechos menciona que los cristianos se declararon culpables del delito, confesión que muy probablemente fue inducida bajo tortura. Nerón ordenó que algunos cristianos fueran arrojados a los perros mientras que otros fueron quemados vivos y crucificados.
Pero ni eso logró que la mala fama se alejase del emperador, como el mismo Tácito lo reconoce:
«Sin embargo, ni por industria humana, ni por larguezas del emperador, ni por sacrificios a los dioses, se lograba alejar la mala fama de que el incendio había sido mandado”.
De hecho, después de los primeros cristianos así muertos, a los demás se les tuvo lastima, porque poco a poco creció la impresión de que se les eliminaba sólo para alimentar la crueldad de una persona: Nerón.
Como sea, después del incendio, Nerón desarrolló un nuevo plan urbanístico dentro del cual proyectó la construcción de un nuevo palacio, conocido como la Domus Aurea, en unos terrenos que el fuego había despejado. Para conseguir los fondos necesarios para la construcción del suntuoso complejo, Nerón aumentó los impuestos de las provincias imperiales.
Lo cierto es que los incendios accidentales fueron comunes en la Antigua Roma, por el hacinamiento y porque muchas construcciones utilizaban madera.
Al momento del incendio Nerón llevaba 10 años en el poder y después de que en un principio se mostró como un ejemplo a las tradiciones romanas, poco a poco derivó hacia un gobierno despótico