El 18 de febrero de 2016 se confirmó la existencia del mayor agujero negro conocido, el cual tiene 21,000 millones de veces la masa del Sol, del cual ya se había presumido su existencia desde 2011.
Este agujero negro se encuentra en la ahora plácida (y gigantesca) galaxia elíptica NGC 4889, situada a unos 300 millones de años luz de distancia de la Tierra, en el Cúmulo de Coma, formado por más de 1,000 galaxias que se han ido identificando a lo largo de los años, siendo considerado uno de los mayores cúmulos. Está situado a unos 320 millones de años Luz de la Tierra y allí se encuentra la galaxia NGC 4889.
Este agujero negro tiene un horizonte de eventos -la superficie a la que ni siquiera la luz puede escapar de su tirón gravitatorio- de un diámetro aproximado de 130,000 millones de kilómetros. Esto es alrededor de 15 veces el diámetro de la órbita de Neptuno al Sol. Cada galaxia tiene un agujero negro masivo con «masas superiores a 1 millón de veces la masa solar» en el centro, aproximadamente.
En comparación, el agujero negro supermasivo en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea (Sagitario A), se cree que tiene una masa de unos cuatro millones de veces la del Sol, o sea que es 4 veces mayor que el promedio, pero comparado con el agujero negro de NGC 4889 y su masa de 21,000 millones de veces la masa del Sol, ya no es tan grande.
La galaxia más brillante que ocupa el centro de esta imagen tomada por el Telescopio Espacial Hubble es NGC 4889 y en su interior oculta un secreto descomunal. Situada a 300 millones de años luz, en el cúmulo de galaxias de Coma, contiene el quinto mayor agujero negro que se conoce. Ese monstruo cósmico tiene 21.000 millones de veces la masa del Sol y domina un horizonte de sucesos, el espacio desde el que ni siquiera la luz puede escapar a su tirón gravitatorio, con un diámetro de 130,000 millones de kilómetros.
Aún con su gigantesca presencia hoy ya no es tan amenazador como lo fue hace algunos millones de años, cuando devoraba grandes cantidades de estrellas y polvo cósmico formando un gigantesco disco de acreción que giraba a toda velocidad arrastrado por el inmenso poder gravitatorio del agujero que calentaba hasta millones de grados toda aquella materia. Durante aquel periodo el agujero negro del centro de NGC 4889 produciría gigantescos chorros ultraenergéticos de material desde su interior, por lo que hubiera sido clasificado como un cuásar.
Ahora con los restos de materia que quedaron en su alrededor se forman estrellas que lo orbitan tranquilamente.
Observar un agujero negro de forma directa no es posible con observatorios de ondas electromagnéticas, porque ni la luz escapa de su atracción gravitatoria. Sin embargo, los científicos son capaces de estimar su masa de forma indirecta a partir de la medición de la velocidad a la que se mueven las estrellas que orbitan el centro de NGC 4889. La elevada velocidad de estos objetos sugiere que algo muy masivo las impulsa desde el interior de la galaxia. Ahora, con la nueva capacidad para detectar ondas gravitacionales, los astrónomos cuentan con una herramienta para tener información directa de estos grandes objetos.