Sandra Isabel Jiménez Mateos *
A 300 kilómetros de Taishet, aldea del Ferrocarril Transiberiano, cerca del río Podka, en Tunguska, Siberia Central, Rusia, el 30 de junio de 1908, cae el más destructor de los meteoritos precipitados a la Tierra en la época actual. Los pobladores atribuyeron su caida a un castigo del dios Ogdy (del fuego).
Hacia las siete y cuarto de la mañana se ve cómo atraviesa el cielo a gran velocidad una enorme bola de fuego que se dirige al noroeste del lago Baikal, en Siberia. Apenas unos minutos más tarde, se percibe un cegador resplandor y el suelo se estremece en 650 kilómetros a la redonda.
El meteorito, de unos 50 metros de diámetro, había penetrado en la atmósfera a 25 kilómetros por segundo, se había calentado a 10,000 grados centígrados y había explotado a unos 6 kilómetros de altitud sobre Tunguska.
Al explotar destruye 2,200 kilómetros cuadrados de bosques (algunos árboles fueron arrancados de cuajo); deja depresiones de hasta 25 metros de diámetro y el suelo quedó carbonizado a 20 kilómetros a la redonda, además de que mató innumerables animales.
Se estimó que el meteorito pesaba 40.000 toneladas y que liberó una energía equivalente a entre 10 y 50 megatones de TNT.
Es el más devastador fenómeno natural de la Historia en que un meteorito no deja ningún cráter; este fenómeno será explicado por los físicos rusos Nevski y Balklava según los cuales la energía del rayo que el mismo generó produjo la desintegración del aerolito sin dejar cráter ni huellas.
Su único resto fue un polvillo brillante que quedó en la atmósfera, con tal intensidad y en tal abundancia que en los dos días siguientes se podía leer el periódico de noche en las calles de Londres a 10,000 kilómetros de distancia, por la luz que dispersaba.
Existe la teoría que el meteorito podría ser un trozo del cometa Encke que entró en la atmósfera de la Tierra.
Sólo en 1914, pudo reunirse una información válida del meteorito y en 1927, el Gobierno soviético envió una expedición investigadora dirigida por el profesor soviético Leonide A. Kulik.
* Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), de la Universidad Veracruzana