Quién dijo que Enrico Fermi fue el primero que echó a andar un reactor nuclear sobre la Tierra. No cabe duda de que fue el primer humano, pero hace aproximadamente dos mil millones de años la naturaleza produjo una serie de reactores naturales.
La evidencia más contundente se encuentra en Oklo, Gabón, en el África de Occidente, y fue descubierta por un grupo de geólogos en 1972. Se trata de un reactor nuclear alimentado por agua, algas verdes (un grupo de bacterias conocidas como cianobacterias) y grandes cantidades de uranio (-235).
Sucede que las algas de un río próximo a Oklo producían un exceso de hidrógeno durante la fotosíntesis, lo que elevó los niveles de acidez en el agua, la cual al filtrarse por el suelo poroso de la tierra iba disolviendo el uranio sobre una roca madre.
Al calentarse el uranio, se evaporó el agua, lo que hizo que los neutrones se tornaran demasiado rápidos para ser absorbidos y el proceso de detuvo. Una vez enfriado el uranio el agua podía volver a acumularse, lo que continuaba en una especie de ciclo natural del reactor que funcionó a lo largo de unos 150,000 años.
Si bien, estos reactores apenas y eran conjeturados, queda comprobada su existencia. Afortunadamente hoy podemos estar tranquilos, porque el uranio -235 ha empobrecido, lo impide que vuelva a ocurrir un fenómeno similar.