El general, historiador, dictador y cónsul romano Cayo Julio César para unificar las distintas formas de registrar el tiempo que existían en el extenso Imperio Romano modifica el calendario romano e impone el “Calendario Juliano” que preparó el astrónomo griego Alejandrino Sosígenes comenzando el 1 de enero en lugar del 1 de marzo, para ajustarlo al curso del Sol que entonces se observaba, abandonando el cómputo lunar que se empleaba entre los romanos en esa época.
Comenzó a regir en el año 45 a.c. y con esta implantación igualmente se celebra por primera vez el día de Año Nuevo, festejo que durante la Edad Media se perderá, pero, en el año 1582 y tras implantar el actual calendario Gregoriano, será nuevamente restaurado.
En este calendario se añaden 85 días y se introducen dos tipos de años, los normales de 365 días y los bisiestos de 366, divididos en 12 meses.
Su impacto y precisión hace que todos los calendarios cristianos posteriores en el mundo medieval y renacentista lo tomen como base.
El Calendario Juliano toma como primer año de su cómputo el 753 a.c. desde la fundación de la ciudad de Roma (ab urbe condita) y estará en vigencia en numerosos países hasta avanzado el siglo XX.