La escritura indígena no sólo sobrevivió a la Conquista española y al tiempo, sino que generó un nuevo arte de escribir, afirmó Ana Rita Valero de García Lascurain, directora del Archivo Histórico del Colegio de San Ignacio de Loyola, Vizcaínas, durante su participación en el coloquio “Discurso de la imagen en la tradición mesoamericana”.
El evento fue organizado por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana y la Universidad Autónoma del Estado de México.
En la conferencia magistral “Entre códices. Una visión panorámica de la expresión gráfica en el México Antiguo”, dijo que hoy se contabilizan cerca de medio millar de códices coloniales, algunos resguardados en repositorios mexicanos y un número más importante en colecciones en el extranjero.
“Sea como sea, estén en donde estén, este conjunto de piezas invaluables sirven para recordar las habilidades de un pueblo que tuvo la capacidad de desarrollar de una manera enteramente autónoma el arte de escribir, de descubrir formas para hacer ver su pensamiento”, destacó.
Relató que la escritura fue uno de los mayores logros alcanzados por las culturas mesoamericanas, lo que les ayudó a manifestar sus ideas, deseos, angustias, miedos; “surgió para hacer visible su pensamiento”.
Los vestigios, dijo, hablan de una firme presencia de una cultura libresca en las tierra de América, ejemplo de ello fue la sorpresa que se llevaron los españoles al descubrir que los indios escribían, leían y tenían libros, lo cual fue plasmado y transmitido en los escritos de Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés, Fray Diego de Landa, Mendieta y tantos otros que elogiaron los libros de los indios.
“(Fray Toribio de Benavente) Motolinia comentó que los indígenas tenían escritas sus leyes con caracteres o figuras a ellos muy inteligibles, subrayando que este modo de escribir era igual al que tenían los muy sabios egipcios, lo que es francamente elogioso.”
Señaló que a través de los relatos de Fray Diego de Landa se conoce que los libros eran usados por los indígenas para “ordenar sus cosas y entenderlas mejor”; esto es, recogían de manera sistemática el conocimiento que después era enseñado.
De acuerdo con Motolinia fueron cinco libros diferentes: los dedicados al tiempo (agendas o almanaques), el de las fiestas, de los sueños, de bautizos y de augurios para el matrimonio. También hubo códices de los tributos y de los mapas.
Cabe mencionar que los mayas empezaron a escribir alrededor del siglo III, algo parecido sucedía en las zonas mixtecas, en el Altiplano mexicano y seguramente en las culturas de las costas.
Otra muestra de esta cultura libresca, expuso, es el florecimiento de una industria papelera que estaba en plena productividad al momento del contacto con los españoles. Lo mismo sucedía con la industria química que se basaba en tres clases de materias primas: vegetales, animales y minerales.
“Tanto los químicos mayas como los nahuas, los mixtecos y los de las culturas de las costas, lograban producir toda una gama de distintos colorantes altamente especializados; había unos para las artes pictóricas, otros para la industria textil, otros para las lacas y, por supuesto, los de los tlacuilos, los que usaban para los códices”, indicó.
Se conoce que a finales del siglo XV y principios del XVI los químicos indígenas habían desarrollado una industria de tintes con la suficiente capacidad para proporcionar a los tlacuilos una paleta con variedad de colores.
Destacó que otro rasgo de la calidad letrada del México Antiguo son las cerca de 20 palabras especializadas referentes a los libros recogidas por Fray Alonso de Molina, entre las que están: amoxoc (experto en letras), amoxtlacuilo (escritor), amoxpoani (lector de libros) y amoxcalli (librería).
“Lo que intento poner a su consideración es que la suma de estas manifestaciones culturales demuestra la presencia de una erudición plenamente letrada en el México anterior a la Conquista. Fue tan rica esta sapiencia que tuvo expresiones diferentes en las distintas zonas donde se estaba produciendo.”
Valero de García Lascurain planteó que en la Colonia hubo una significativa pérdida del acervo indígena a consecuencia de la destrucción masiva de códices como resultado de la evangelización, y añadió: “Esta medida radical desplomó la moral, los lastimó, los ultrajó íntima y profundamente, pero el gran daño se hizo a la historia”.
Sin embargo sostuvo que se sobrepusieron y manejaron la adversidad, lo que ayudó a que la escritura indígena no desapareciera, por el contrario tomó nuevos bríos, se escribió mucho y con elegancia, de manera diferente, situación que los tlacuilos supieron entender.
“Los tlacuilos procesaron y asimilaron las nuevas técnicas, y tomando lo que les interesaba las mezclaron con sus propias formas autóctonas, en ese proceso crearon un nuevo arte de escribir, una nueva forma de comunicación enteramente propia, original e inédita que hoy conocemos como códices coloniales.”
Los códices coloniales, explicó, son manuscritos biculturales hechos por especialistas de gran sensibilidad, con un sentido histórico, que tuvieron la capacidad de conjugar dos artes: tradición indígena a base de pictografía y el europeo con la caligrafía occidental.
La escritura indígena no desapareció, ya que la Nueva España registró el consumo de importantes cantidades de papel de Castilla, que era comercializado por los traficantes en los mercados.
Por último expresó que el objetivo de realizar el coloquio fue entender a cabalidad la imagen mesoamericana, de descubrir sus secretos, porque a pesar de los esfuerzos todavía los escritos mesoamericanos guardan grandes secretos.