Fósil revela que comemos carne desde hace 1.5 millones de años

 

Xalapa, Ver.- Un grupo de antropólogos desenterró un fragmento de cráneo en Tanzania, el cual muestra que nuestros antepasados ya comían carne al menos hace unos 1.5 millones de años, revelando nueva información sobre la evolución de la fisiología humana y el desarrollo del cerebro.

“Comer carne siempre ha sido considerado como una de las razones que nos convirtieron en humanos, debido a la contribución de las proteínas en el crecimiento de nuestro cerebro. Nuestro trabajo demuestra que hace 1.5 millones de años atrás nuestros antepasados no fueron consumidores oportunistas de carne, sino cazadores”, dijo el doctor Charles Musiba de la Universidad de Colorado y que formó parte del equipo que realizó el hallazgo.

El segmento de dos pulgadas fue encontrado en el afamado Olduvai Gorge en el norte de Tanzania, un sitio que por décadas ha ofrecido numerosas pistas sobre la evolución del humano moderno, que ha sido llamado “la cuna de la humanidad”. El fragmento encontrado perteneció a un niño de 2 años de edad, el cual mostraba signos de hiperostosis porótica[1], asociada a la anemia. De acuerdo al estudio emprendido en el hueso, esta condición es causada por una falta repentina de carne en la dieta.

“La presencia de la hiperostosis indica indirectamente que al menos al inicio del Pleistoceno la carne se había convertido en un alimento esencial para las funciones de los homínidos y que la falta de ésta devino en condiciones patológicas. Debido a que es muy raro encontrar fósiles de homínidos tan jóvenes en la etapa temprana del Pleistoceno, la presencia de esta enfermedad sugiere que sólo hemos develado la superficie en la forma en que entendemos la nutrición y salud de las poblaciones ancestrales”, dijo Musiba.

Comer carne está asociado al desarrollo del cerebro, ya que es un gran órgano que requiere mucha energía, así que se cree que la relación entre el consumo de carne y su desarrollo fue crucial. Los humanos son uno de las pocas especies de homínidos sobrevivientes con un cerebro tan grande en comparación con el tamaño de su cuerpo, por ejemplo, los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, comen muy poca carne y tienen una capacidad cerebral inferior, comentó Musiba.

Se generan preguntas con este tipo de hallazgos, sobre qué es lo que nos separa de nuestros primos, ¿fue la dieta?, ¿el cambio de medio ambiente?, ¿la expansión de cerebro por sí mismo, como producto de la evolución? Realmente no hay una respuesta clara aún.

 

Debate carroñeros-cazadores

Los arqueólogos han debatido durante décadas cuándo y cómo se convirtió la carne un elemento importante en la evolución humana. Las primeras evidencias de su consumo se descubrieron en yacimientos de 2,6 millones de años de antigüedad en África Oriental, en la forma de los utensilios líticos (herramientas de piedra) y en el hallazgo de huesos con marcas de corte.

Sin embargo, hasta ahora esto ha sido insuficiente para documentar si era un recurso habitual o esporádico en la alimentación de nuestros antepasados. Algunos investigadores argumentan que los primeros seres humanos carroñeaban los restos de los animales muertos, recogiendo algunos trozos de carne y otros recursos, insuficientes para ser compartidos con otros individuos.

También argumentan que este carroñeo fue temporal y ocurría sólo estacionalmente en hábitats específicos de la sabana africana. Por ello, estos investigadores defienden que el consumo de carne era marginal, como un alimento de reserva cuando otros recursos eran escasos, como así ocurre en los chimpancés.

En contraste, otros investigadores sostienen que los primeros seres humanos fueron cazadores y conseguían animales antes que otros carnívoros, lo que les permitiría el acceso a grandes fuentes de carne, que podían compartir, como los cazadores-recolectores modernos. Bajo esta interpretación, la carne era un componente esencial de la dieta de nuestros ancestros hace casi dos millones de años.

Los estudios arqueológicos realizados en un número limitado de yacimientos africanos con más de un millón de años y con restos óseos bien conservados indican que los primeros seres humanos muy probablemente tenían acceso a la carne antes que otros carnívoros y, por lo tanto, no eran carroñeros. Sin embargo, su escaso número impide confirmar si esas ‘bonanzas’ de la carne fueron regulares en la conducta humana temprana.

 

Un elemento básico para nuestra supervivencia

Hoy, la carne es un componente esencial de la dieta humana moderna. Proporciona varios nutrientes que son difíciles de obtener de otros alimentos (tales como la cobalamina) y que son necesarios para el funcionamiento de nuestra fisiología.  Su consumo regular es básico para nuestra supervivencia. Otros primates, como los chimpancés, no tienen esa dependencia y, por ello, consumen carne esporádicamente.

Algunos arqueólogos han argumentado que precisamente llegamos a ser humanos cuando nos convertimos en carnívoros-omnívoros, pero la pregunta pendiente es cuándo en nuestra historia nos convertimos en dependientes de la carne, algo que el hallazgo del ‘niño anémico’ de Olduvai ayuda a revelar.

 

 

El descubrimiento se enmarca dentro del Proyecto de Paleontropología y Paleoecología de Olduvai (TOPPP, en sus siglas en inglés), y está dirigido por profesor de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid y co-director del IDEA junto a Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid. Además han participado los investigadores Audax Mabulla y Henry T. Bunn.

El equipo está liderado por el Instituto de Evolución en África de la Universidad de Alcalá y colaboran las universidades Complutense de Madrid, Valladolid, Dar es Salaam (Tanzania) y Colorado (Estados Unidos).

También han colaborado en estas excavaciones la Comunidad de Madrid y los Ministerios de Cultura, de Asuntos Exteriores y Cooperación y de Ciencia e Innovación. Cabe señalar, asimismo, que la ONGD Cives Mundi está construyendo en la Garganta de Olduvai la estación de investigación ‘Emiliano Aguirre’, para su uso por el equipo y por la población local, financiada por la Dirección General de Cooperación, perteneciente a la Consejería de Empleo, Mujer e Inmigración de la CAM.

 

Referencias:

 

Manuel Domínguez-Rodrigo, Travis Rayne Pickering, Fernando Diez-Martín, Audax Mabulla, Charles Musiba, Gonzalo Trancho, Enrique Baquedano, Henry T. Bunn, Doris Barboni, Manuel Santonja, David Uribelarrea, Gail M. Ashley, María del Sol Martínez-Ávila, Rebeca Barba, Agness Gidna, José Yravedra, Carmen Arriaza. “Earliest porotic hyperostosis on a 1.5-million-year-old hominin, Olduvai Gorge, Tanzania”. PLoS ONE.



[1] Se caracteriza por una porosidad presente en la porción superior de las órbitas y en la bóveda craneana. Las lesiones producidas durante esta enfermedad están asociadas a condiciones de anemia, de vida a deficiencias nutricionales, enfermedades infecciosas o de origen genético (Stuart-Macadam 1985).

 

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