Según un nuevo índice de felicidad basado en flujos migratorios y no en respuestas subjetivas a encuestas, creado por la Universidad Carlos III de Madrid, los países con mayores índices de felicidad son los asiáticos Hong Kong y Singapur, mientras el tercer sitio es para Nueva Zelanda.

En contraste los países que menores índices de felicidad presentan son China, Sudáfrica y Afghanistan.

En este ranking que evalúa a 112 países, España está en el lugar 49, seguido por México, en el sitio 50.

De América, conforme a este índice, el país con mayor rango de felicidad es Canadá, que está en el lugar 9 de la escala mundial, y de ahí el siguiente mejor clasificado del continente es Trinidad y Tobago, en el sitio 17 del mundo.

De los países hispanoparlantes el mejor ubicado es Chile, en el lugar 21 del mundo (muy por arriba de España y México), seguido por El Salvador, en el lugar 31, Perú, en el 38, Uruguay en el 41, y después España y México.

Del otro lado, el país de América e hispanoparlante, con mejor calificación en éste índice de felicidad es Bolivia, que está en el lugar 103, y un poco más arriba, en el 97, Paraguay, con Venezuela en el 96.

Las encuestas utilizadas habitualmente para determinar el bienestar de un país suelen estar influidas por factores idiosincrásicos de cada estado y algunos datos pueden ser fácilmente manipulables. Esto ha conducido a que en otras mediciones, países como Iraq, Haití o Afganistán hayan aparecido en posiciones relativamente altas. El nuevo índice de felicidad se basa en lo que la gente hace en lugar de lo que dice. La hipótesis de partida es que un país al que todo el mundo quiere ir no puede ser muy infeliz. Y contemplando este parámetro, España baja posiciones respecto a otras clasificaciones.

“Los flujos migratorios están muy vinculados a aspectos que la psicología relaciona con la felicidad; a partir de estos resultados, se puede construir un índice de felicidad que aporta valores más lógicos”, explica el profesor del departamento de Estadística de la UC3M, Juan de Dios Tena, que ha realizado el estudio junto a investigadores de la Universidad de las Islas Baleares y de la Universidad Católica del Norte (Chile).

En los primeros puestos de este ranking aparecen países como Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza, Noruega, Israel, Corea del Sur, Suecia, Canadá y Australia, mientras que entre los últimos figuran China, Sudáfrica, Afganistán, Nigeria, Kenia, Senegal, Camerún, Tanzania, Etiopía y Bolivia.

El nuevo ranking, presentado en la decimocuarta edición de las Jornadas de Economía Internacional celebradas este verano en Palma de Mallorca, trata de evitar la subjetividad de los sondeos. Aquí entra en juego la denominada «votación con los pies», la forma más universal y primitiva de revelar preferencias. Se hace una estimación de en qué medida las decisiones de emigrar o no de las personas en diferentes países se ven influidas por variables que reflejan características económicas, sociales e institucionales de cada país y se elabora un ranking de felicidad de países a partir de dicha estimación.

En mitad de la tabla

Entre los 112 estados analizados en este ranking de la felicidad, España ocupa la 49ª posición. “Resulta relevante que tenemos muy mala puntuación en variables relacionadas con actitudes y creencias sobre nuestra vida y la de los otros: importancia de la familia, amigos, trabajo, así como orgullo de nacionalidad”, comenta Juan de Dios Tena de la Universidad Carlos III de Madrid. Las corrientes migratorias no solo dependen de la posibilidad de encontrar empleo, como se suele pensar, sino que también influye la contaminación, el terrorismo o las desigualdades económicas, variables que la psicología considera como determinantes de la felicidad”, añade.

La utilidad de este tipo de índices de la felicidad va mucho más allá de lo académico, según los investigadores, que apuntan que este tipo de estimaciones proporcionan una guía abierta para evaluar cualquier tipo de decisiones políticas. El bienestar de un país no se mide solo por su renta per cápita, porque multitud de acciones que nos hacen más pobres también aumentan nuestro bienestar. Buenas políticas, apuntan, serían aquellas que incrementan el deseo de la gente por vivir en el país que las lleva a cabo; mientras que las malas son aquellas que reducen ese deseo. “Nuestra estimación no muestra, por ejemplo, que la organización de juegos olímpicos suponga un incremento del número de personas que desean vivir en el país organizador”, concluye el profesor.

 

Referencia bibliográfica 

«Do happiness indexes truly reveal happiness?: measuring happiness using revealed preferences from migration flows»  Autores: Helena Marques, Gabriel Pino, Juan de Dios Tena. Fuente: Statistics and Econometrics Working Papers ws130908. Departamento de Estadística y Econometría. UC3M

 

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