Hoy me defino como un liberal, subrayo mucho: ¡No Neoliberal! Soy un liberal; es decir, soy respetuoso de los derechos humanos, de la diversidad, de las minorías, creo en la importancia de la sociedad privada. Creo también en la necesidad de que el Estado sea un árbitro justo y efectivo y tenga mecanismos para poder, de una u otra forma, incidir sobre lo que es el libre juego de los individuos en la sociedad, afirmó el escritor chileno y embajador de su país en México, Roberto Ampuero

         En entrevista exclusiva para Universo destacó que el talón de Aquiles de América Latina es la inequidad social: “Eso es lo que ha marcado a América Latina y todos sus problemas fundamentales, violencia, delincuencia, la inestabilidad de muchos gobiernos, el populismo, todo eso surge en gran medida por la inequidad social. Porque hay profundas diferencias sociales que no han logrado ser resueltas y no ha habido políticas efectivas para resolverlas de verdad.”

El embajador estuvo en Xalapa, invitado por el Hay Festival Xalapa 2012. Ampuero es conocido, principalmente, por la saga de novelas policiacas protagonizadas por el detective privado Cayetano Brulé, publicadas entre 1993 y 2008. También destaca por libros como Nuestros años verde olivo (1999), Los amantes de Estocolmo (2003) y El último tango de Salvador Allende (2012), por citar algunos títulos.

“Yo soy un escritor muy matinal, escribo de las seis de la mañana a ocho y media o nueve de la mañana. Pero la vida antes comenzaba escribiendo, y ahora comienza leyendo los diarios de México, de Chile, de Estados Unidos, de Europa.

         “Pero no importa, porque ésta es una experiencia maravillosa. Primero de servir a tu país, de servirlo en el lugar que admiras y que te da mucho, México. Y siempre van quedando apuntes, de alguna forma, que más adelante se convertirán en un ensayo o una novela. Así que yo muy feliz de estar aquí de embajador”, justificó.

         Incluso no descartó que más adelante escriba una novela con México como escenario principal. “Para mí los escenarios reales juegan un papel muy importante”.

Así, enlistó lugares que le parecen estremecedores como Teotihuacán y el zócalo de la Ciudad de México; Monte Albán y Mitla, en Oaxaca; la luz de Baja California, “ese encuentro entre el desierto y el mar de Cortés”; Veracruz, “el lugar por donde entró Hernán Cortés”; el caribe mexicano, “porque el caribe como tal para mí fue un gran descubrimiento muy joven, saliendo del Cono Sur, viví cinco años en La Habana”; Monterrey y su “modernidad”; Tamaulipas, Puebla, San Miguel de Allende.

“Mi mente se va llenando de imágenes que en algún momento aparecerán en una novela o en un ensayo”, advirtió.

El cargo diplomático, acotó, tampoco le permite expresar posturas sobre la política interna de México. “No corresponde que ningún embajador en ningún país opine sobre la política interna del país donde está acreditado”, acentuó.

 

Su vida

Sobre su biografía, usted mismo ha reseñado que en su juventud fue comunista, ¿cómo se define actualmente?

Yo fui comunista cuando joven. La primera toma de conciencia política en mi vida ocurrió muy temprano, cuando estaba en el colegio, era un adolescente y se produjo a través de lo que eran los discursos de Salvador Allende.

Aunque Allende no fue comunista, él fue socialista, masón, no era un marxista en el sentido estricto. Esa acción inicial me llevó a la vida que de una u otra forma hago hasta hoy, me marcó. Milité con los comunistas y renuncié en La Habana, en 1976.

         En ese momento tenía 23 años y había conocido los socialismos reales de Europa del Este y el de La Habana, de Cuba. En ese momento tomé una decisión muy práctica, muy clara: no quiero este tipo de modelos para Chile, no quiero lo que hay en Chile, (Augusto) Pinochet, por su falta de libertad fundamentalmente. Y rompo en ese momento.

         Hoy me defino como un liberal, subrayo mucho: ¡No Neoliberal! Soy un liberal, ser respetuoso de los derechos humanos, de la diversidad, de las minorías, creo en la importancia de la sociedad privada. Creo también en la necesidad de que el Estado sea un árbitro justo y efectivo y tenga mecanismos para poder, de una u otra forma, incidir sobre lo que es el libre juego de los individuos en la sociedad.

 

Chile

En estos últimos tiempos, en Chile se han desarrollado movimientos de jóvenes estudiantes que exigen educación de manera gratuita, ¿qué opinión tiene de ellos?

En estos dos años del gobierno actual, del presidente Sebastián Piñera, ha habido manifestaciones de sectores de estudiantes, fundamentalmente manifestaciones callejeras, donde demandan una educación que sea más asequible en términos económicos; es decir, que no sea tan cara para los papás.

         Esto hay que verlo como demandas que están allí acumuladas desde hace mucho. No son demandas que surgieron con el gobierno actual, y que obviamente necesitan una respuesta. Una de las respuestas más concretas del actual gobierno ha sido destinar, a través de una nueva ley, mil millones de dólares para la educación.

         Nosotros somos un país pequeño, 16 y medio millones de habitantes, y consideramos que esas demandas de tipo económico y financiero son legítimas para los sectores que teniendo hijos con capacidad de acceder a la universidad, no pueden, o entran en grandes dificultades por el hecho de que los padres no están en condiciones de pagar las matrículas, ni la educación.

         Pero nosotros pensamos que sí deben pagar la educación los ricos de Chile. Chile es un país que tiene muchas urgencias en salud, vivienda, educación y no somos Suiza, no somos Suecia, no somos un país altamente desarrollado y por lo tanto tenemos que priorizar.

         Lo que sí se establece y ha quedado garantizado, es que nadie que tenga capacidad, talento y buenas notas para llegar a la educación superior, quede fuera de ella porque sus padres no puedan pagarla.

Entonces, 60 por ciento de los estudiantes tendrá y tiene becas, para que no tengan necesidad de pagar lo que no pueden pagar, y 40 por ciento tiene préstamos que los pueden pagar en un lapso de 20 años, una vez titulados; esto implica que deben pagar sus estudios empleando como tope el 10 por ciento de los ingresos que tienen y si no se alcanza a pagar en 20 años, queda condonado.

La visión es clara para mí, la demanda de educación superior gratuita para todos suena muy bien, es muy interesante pero es profundamente injusta, porque hace que todos los chilenos tengan que pagar, además, la educación de los hijos de quienes son ricos, de los hijos de quienes tienen una muy buena situación.

Nosotros pensamos que los que tienen una muy buena situación económica que paguen la educación oficial, y los que no tienen la condición económica y tienen talento, que no la paguen, que tengan todo tipo de ayuda.

Quiero decir una cosa muy importante: entre las mejores universidades de América Latina están las chilenas, de las 10 mejores universidades latinoamericanas, cinco son chilenas. Hay instituciones internacionales como las canadienses que están valorando altamente el rol y la modernidad de las universidades chilenas.

En Chile, 50 por ciento de la educación superior está integrada por universidades públicas y 50 por ciento por universidades privadas. Nosotros no creemos en el Estado docente, creemos en la sociedad docente. No creemos en el monopolio del Estado con la educación, creemos en que el Estado tiene un papel que cumplir, pero también el sector privado tiene un papel que cumplir.

Nuestra convicción es que la diversidad es lo que permite la educación moderna y es lo que prepara mejor a los estudiantes para el futuro.

         Hay que recordar y verlo en el marco, Chile es el país que tiene el producto interno bruto más alto de América Latina, se supone que si Chile sigue creciendo al ritmo actual, en 2020 va pasar a condición de país desarrollado, el primero de América Latina.

         Y esto lo que trae consigo es muy interesante: demandas de sectores sociales emergentes que tienen que ver con la educación, porque en Chile la educación es una palanca muy importante para la movilidad social. Entonces, lo que enfrenta hoy Chile son temas que no ha enfrentado ningún otro país latinoamericano, porque nadie ha llegado a este nivel de desarrollo, donde sectores exigen poder acceder de mejor forma a la educación, porque saben que es su forma de movilidad social.

         Pero hay un problema muy importante que subrayar: está establecido por los expertos que donde se producen las peores diferencias sociales –y esto es válido para toda América Latina– no es en la educación superior, sino en la básica.

 

América Latina

¿Qué opinión tiene de que en América Latina no se ha superado, por parte de la sociedad y los sistemas de gobierno, la necesidad de una educación gratuita y de calidad, y por otro lado, cuando los jóvenes salen a la calle y lo exigen, tienen por respuesta acciones represivas por parte del Estado?

 

Voy a referirme a Chile. En Chile no hay represión, en Chile no ha habido nunca tanta marcha como en estos últimos dos años. Nadie es detenido por manifestarse. En Chile lo que existe es el derecho a la manifestación: es libre, es reconocida, de eso no cabe duda, por el número de marchas que hay. Pero en Chile hay una práctica muy concreta, y es que cuando se realizan marchas en las ciudades, quienes organizan marchas se ponen de acuerdo con las autoridades y con la presencia de la policía carabinera, que es la institución más respetada en Chile.

         Se reúnen y se ponen de acuerdo respecto a las vías por donde van a circular, porque así como existe el derecho a la manifestación pública, existe el derecho del resto de la ciudadanía a llevar a sus hijos al colegio, a llegar al trabajo, a transitar libremente, y eso no puede ser obstaculizado por nadie.

Entonces el Estado, el gobierno de cada ciudad, no importa el color político, tiene que equilibrar muy bien el respeto al derecho a la manifestación, que es sagrado, con el respeto del resto de la ciudadanía a cumplir sus labores como está contemplado.

         Durante todo el trayecto la policía camina a lo largo de la marcha, junto a los manifestantes. Cuando hay desmanes intervienen. Estas marchas nunca han sido reprimidas, quienes han sido reprimidos son los vándalos que se inmiscuyen dentro de estas marchas, que han destruido comercios, estaciones del metro, de buses, edificios, propiedad privada, han quemado automóviles; es ahí, en ese momento, que hay que intervenir.

         Lo que hay es una crítica a la autoridad, porque no interviene evitando que esto se produzca.

En Chile todos los días hay marchas, es un país democrático, pero no pueden interrumpir  la vida de una ciudad, por eso se hacen los acuerdos, yo creo que eso es muy importante, porque la visión que se da muchas veces es que hay represión, en Chile no hay represión, Chile es democrático.

Ahora, si vemos el número de heridos, éstos son fundamentalmente policías, no estudiantes.

 

A propósito de que destaca el orgullo de que Chile es un país democrático, a su consideración, como escritor, ¿cuál es el ‘talón de Aquiles’ de América Latina?

El talón de Aquiles de América Latina es la inequidad social. Eso es lo que ha marcado a América Latina y todos sus problemas fundamentales, violencia, delincuencia, la inestabilidad de muchos gobiernos, el populismo, todo eso surge en gran medida por la inequidad social. Porque hay profundas diferencias sociales que no han logrado ser resueltas y no ha habido políticas efectivas para resolverlas de verdad.

         En este momento en Chile tenemos las tasas más bajas de pobreza de América Latina. Hay un plan exitoso en la lucha contra la pobreza, pero hay enormes diferencias sociales entre el ingreso de una persona que está en la escala mínima de ingreso con los grandes ingresos de este país. Eso, acompañado de una educación que puede ser cara y los patrones de consumo, que son también siempre muy estimulantes.

Pero fundamentalmente con una educación que puede ser de distinto nivel, en distintos sectores. Eso hace que la inequidad social sea un lastre para la sociedad. Porque al final lo que hace es neutralizar la movilidad social.

Por eso vuelvo a la educación básica. Porque si usted no ha aprendido a comportarse, a hablar de una determinada forma, porque además estuvo en una escuela muy pobre, y no tuvo acceso a la cultura, a través de ir al cine, al teatro, de leer buenos libros, obviamente, cuando usted termine su educación y postule los trabajos, aquello quedará en evidencia, contrario a los que han tenido más facilidades, que han vivido en un mundo privilegiado, codeándose con la cultural.

 

¿Dónde o cuándo tiene su origen la inequidad social en América Latina?, ¿podría remontarse a la época de la Conquista en el siglo XVI?

Hay que verlo al revés. El concepto de igualdad y el de la necesidad de la equidad social son fundamentalmente europeos, pero en Europa fue marcado por las tradiciones socialdemócratas de los alemanes, los suecos, los escandinavos.

         Estados Unidos lo logra de otra forma, pero ése es otro tema. Esta idea que se hace realidad en términos de equidad social en algunos países de Europa llega a América Latina y es una idea relativamente nueva. Fundamentalmente es del siglo XX y lo que ha fallado es su implementación porque, pienso yo, ha ido separada de lo que es la producción.

         Es decir, la lucha por la equidad social, si se queda en el plano de la demanda, no conduce a la solución porque no hay forma de financiar esa equidad social.

         Se tienen que crear con recursos públicos las posibilidades de que la gente con menos recursos pueda acceder a una buena educación, a servicios de salud, a una vivienda.

         Para eso se necesita una economía sana, inversión nacional, inversión extrajera. Necesita, por lo tanto, una forma de trato al capital que va a crear los puestos de trabajo, que sea capaz de regular entre las ambiciones legítimas de ganancia de esas empresas nacionales y extranjeras, y los derechos de sus trabajadores. Necesita crear condiciones estables. Necesita estabilidad política. Eso es un gran reto.

         Entonces, uno se queda en la demanda y la denuncia social, y suena muy bonito. Otros se quedan en subrayar que lo importante es que la economía funcione y se olvidan de la sensibilidad social, de que hay trabajadores ahí que no pueden esperar toda su vida.

         En ese encuentro que no se ha producido, yo diría, está el déficit. Es un desencuentro entre la maravillosa y siempre bien sonante demanda y denuncia social, y por otro lado los que se preocupan por la macroeconomía.

         Ese desencuentro ha imposibilitado lo que es realmente la equidad social. Yo creo que ése es el centro del tema. Usted desembarca en cualquier país de Latinoamérica y se encuentra de inmediato con esas grandes diferencias sociales.

         Es algo que no tiene que ver con la (política de) izquierda o derecha, va más allá. Lo tremendo es que implica el encuentro entre dos visiones.

         Todo este análisis no se puede desvincular de algo tremendo: los países en el siglo XX que lograron las mejores cuotas e índices de equidad social fueron los europeos y hoy se encuentran en la peor crisis económica.

Ése es un mensaje: ¿es posible financiar un Estado de bienestar sin terminar en la quiebra? Yo no tengo respuesta.

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