El 13 de marzo de 1733 nació Joseph Priestley, en el pequeño pueblo de Fieldhead, en Yorkshire, Inglaterra. Filósofo, educador y teórico político, que publicó más de 150 obras, y quien desde un principio combinó su vida como científico con su vocación religiosa.
Joseph Priestley fue un niño de una clara inteligencia, tanto que a los cuatro años podía recitar impecablemente las 107 preguntas y respuestas del Catecismo breve de Westminster, la guía para niños de la Iglesia Anglicana.
A Joseph Priestley se le considera el descubridor del oxígeno, pero también descubrió, los gases del amoníaco, el clorhídrico, el dióxido de azufre, el monóxido de carbono y el gas hilarante. Y Es el inventor de la soda o agua carbónica o ‘»agua de Seltz”.
Su vida religiosa la desempeñó en un principio como ministro de la Iglesia en Nantwich, Cheshire, de 1758 hasta 1761; posteriormente fue tutor en la Academia Warrington en Lancashire, y ministro de la Iglesia en Leeds Yorkshire.
Fue en Warrington donde Priestley conoció a John Seddon (otro sacerdote calvinista) quien consiguió despertar en él un creciente interés por los temas científicos. De hecho, gracias a Seddon, se embarcó en un proyecto para escribir la historia de la electricidad. La gran ambición de Priestley en su proyecto y la ausencia de personas cualificadas en Warrington le motivaron a hacer periódicos viajes a Londres, donde tuvo la suerte de conocer a influyentes experimentadores científicos de la talla de John Canton, William Watson, y Benjamin Franklin.
El hecho de saber poco acerca de la electricidad, no le amedrentó lo más mínimo, y gracias a su sinceridad se ganó el fuerte apoyo de Franklin. Éste animó a Priestley a continuar con su proyecto, ayudándole con todos sus conocimientos sobre la electricidad. El resultado final fue publicado en 1776 bajo el título “The History and Present State of Electricity”, siendo uno de los libros sobre electricidad más fiables de la época.
La concepción de la ciencia que tenía Priestley fue una parte importante de su visión teológica, pues trató de fusionar el “racionalismo” de la Ilustración con el “teísmo” cristiano, tanto que en sus textos de metafísica, trató de combinar el teísmo, el materialismo y el determinismo, un proyecto que fue calificado como ‘»audaz y original'», pero que no prosperó. Creía que una correcta comprensión del mundo natural lograrían un progreso humano y, finalmente, se originaría el milenio cristiano.
El “gas deflogisticado” u oxígeno
Joseph Priestley suele ser considerado el descubridor del oxígeno, pero éste merito también lo reclamó Carl Wilhelm Scheele, quien dijo haberlo encontrado en 1772, pero Priestley fue el primero en publicar sus experimentos y en describir el gas. En todo caso, fue uno de los primeros en aislarlo en forma gaseosa, y el primero en reconocer su papel fundamental para los organismos vivos.
El 1 de Agosto de 1774, decidió ver qué ocurriría si extraía aire del mercurio calcinado. Siguió la misma rutina que había establecido con experimentos anteriores sobre aires, primero bañando la sustancia con la luz del sol, intensificada con su lupa, hasta calentarla lo suficientemente como para emitir gas. Después añadió agua para ver si se disolvía, pero no lo hizo.
Hasta ese momento nada parecía fuera de lo normal, hasta que Priestley se percató de que si introducía una vela encendida en el recipiente donde se encontraba el aire, la llama de la vela se quemaba de una forma extraordinariamente vigorosa. Priestley sabía que había descubierto un gas, pero aún no era del todo consciente de qué era lo que tenía exactamente entre manos.
A ese gas lo denominó en un primer momento “aire deflogisticado”, porque consideraba que era un aire al que se había retirado el flogisto (es decir el nitrógeno, que era el aire flogisticado), un principio imaginado por el médico alemán Georg Ernst Stahl en el siglo XVIII, que según se pensaba formaba parte de todos los cuerpos y era causa de su combustión.
Tras muchos meses dando vueltas a la posible utilidad del gas recién descubierto, repitió de nuevo el experimento con la intención de exponer directamente a un ser vivo a él.
En marzo de 1775, introdujo un ratón adulto en un aparato de cristal lleno del aire procedente del mercurio calcinado. Su primera hipótesis fue que el ratón no sobreviviría más de quince minutos, el tiempo que tardara en agotarse el aire. Pero su sorpresa fue máxima al comprobar que el ratón se mantuvo consciente una hora y media, resultando el aire descubierto tan bueno o mejor que el aire común respirado por animales y humanos.
Con sus experimentos sobre la mesa, Priestley dio por hecho en seguida que este aire que había descubierto se trataba el responsable de la respiración de los humanos y animales, así como de la combustión.
A este gas el químico francés Antoine- Laurent de Lavoisier lo llamará ‘»oxígeno'» (del gr. oxýs-ácido y gennáoo-engendrar), que será el nombre que permanecerá
La migración a Estados Unidos
Abogó incansablemente por la tolerancia religiosa, y reclamó la igualdad de derechos en Inglaterra para los religiosos disidentes. Sus concepciones teológicas lo llevaron a ayudar a fundar el Unitarismo en Inglaterra. El carácter polémico de las publicaciones de Priestley, combinado con su abierto apoyo a la Independencia de Estados Unidos primero y posteriormente, con una mayor fuerza, a la Revolución Francesa le originaron una desconfianza tanto pública y gubernamental.
Esto lo llevó a que en 1794 emigrase a los Estados Unidos, tras recibir una invitación de la Sociedad Democrática de Nueva York, donde vivió el resto de sus días bajo la protección de Thomas Jefferson.
Ahí todavía publicó los Experiments and observations relating to the Analysis of Atmospheric Air (1800) y los dos últimos volúmenes (1800-1802) de la History of Christian Church.
Falleció en Northumberland, Pensilvania, el 6 de febrero de 1804.