Ante la degradación y pérdida de hábitat en zonas de invernada, la población de aves playeras como el chorlo nevado, el de Wilson, el ostrero negro y el americano, han visto disminuida su población, así lo da a conocer un estudio en el que participa el doctor Eduardo Palacios Castro del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE).
El especialista en este tipo de vertebrados dice que varias de estas especies han disminuido sus poblaciones, aproximadamente la tercera parte de las 30 que se han estudiado.
La mayoría de las especies de aves playeras son migratorias y requieren hábitats de humedales como lagunas costeras, playas arenosas o planicies lodosas. Son un grupo que se caracterizan por tener un pico y patas largas como chorlos y zarapitos, son migratorios aunque hay unos residentes.
Las dos terceras partes que conforman este grupo de alrededor de 50 especies de todo el continente son migratorias, esto quiere decir que anidan en zonas árticas o sub árticas (más al norte) y en invierno migran a México, Centro y Sudamérica.
“Sus poblaciones se han visto afectadas por el disturbio humano, porque usan estas zonas para cargarse de energía, alimentarse y continuar su migración, pero por el disturbio resulta lo contrario, gastan energía, vuelan y no se alimentan. Es como si a uno no lo dejaran comer, ni descansar y eso tiene consecuencias para la supervivencia en la migración y la reproducción”.
Palacios Castro, miembro activo e innovador de la comunidad de conservación de aves playeras en México, explica que durante 2010 se realizó un estudio del cual se desprendió la protección legal de cuatro especies de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana de la Semarnat (NOM 059).
Se trata del ostrero americano (Haematopus palliatus) y el playero rojizo (Calidris canutus roselaari) clasificados en peligro de extinción, y el ostero negro (Haematopus bachmani), y el chorlito nevado (Charadrius nivosus) como amenazados.
Entre las diversas hipótesis del “desbalance” en este tipo de aves playeras –plantea el especialista de CICESE- es por el cambio climático, otra es la contaminación, la pérdida y degradación de hábitat, y depredadores que se alimentan de este tipo de vertebrados.
Como el número de personas que viven en la zona ha aumentado, la actividad humana crece y llegan a ocupar los humedales como zonas recreativas y productivas en lugar de dejar algunas zonas de refugio para que las aves descansen y se alimenten.
“En lugar de reponer energías se espantan con los vehículos, perros o personas y ocasiona que haya supervivencia baja o que se vayan con poca energía en sus migraciones, eso podría causar la disminución de la población, tal como ocurre en la bahía San Quintín y en Ensenada de La Paz, en la Península de Baja California”.
En México, en el noroeste existe el problema del disturbio humano con las aves playeras, esto fue evaluado por investigadores quienes identificaron las que han disminuido por eso recomiendan el manejo en dicha zona no sea pasivo, y es necesario poner letreros y explicar por qué es importante mantener este lugar como hábitat para estos vertebrados.
AGENCIA ID/DICYT