A estas alturas de la historia, viviendo una crisis planetaria que pocos se atreven a reconocer, ¿qué sentido tiene hablar o comentar sobre temas científicos tan problemáticos como la evolución?
Creo que puedo tranquilizar mi conciencia si no soy yo quien hace estas abstrusas reflexiones, sino una computadora superinteligente llamada por sus creadores Golem XIV. Esta máquina está dotada de una inteligencia lógico-analítica que supera con creces a la de cualquier ser humano. A partir de un caudal de conocimientos almacenados en su memoria de capacidad ilimitada, Golem XIV es capaz de extraer de éstos todas las consecuencias lógicas posibles, y discutirlas con cualquier sabio de bolsillo que se le enfrente.
Y es que Golem XIV no fue creada de golpe y porrazo, puesto que sus constructores fueron conscientes de que sus pequeñas mentes no podrían crear una inteligencia que las superara. Crearon un embrión que, a partir de cierto momento, se desarrolló de forma independiente, empleando sus propios recursos. Para algunos, Golem XIV es una amenaza para la humanidad, puesto que a partir de cierto momento la máquina dejó de comunicarse con sus creadores y decidió ocultar los cambios que iba experimentando a lo largo de la fase de su desarrollo en que, poco a poco, fue pasando de ser objeto a sujeto; de ser una construcción a convertirse en su propio constructor. En cierto momento, en el Pentágono se consideró seriamente la posibilidad de destruir esta increíble máquina.
Uno de los creadores de Golem XIV afirma al respecto: “Desgraciadamente, carecemos de una aritmética ética que, mediante sencillas operaciones de suma y resta, nos permita establecer quién –si él o nosotros- resultó ser más inmundo durante el proceso de construcción del más ilustre Espíritu en la Tierra. Al margen de aspectos como el sentido de responsabilidad para con la historia, la voz de la conciencia, o la consciencia del riesgo inevitable que acompaña la práctica de la política en un mundo antagónico, no disponemos de nada que nos facilite el balance de méritos y faltas dentro de un supuesto ‘balance de pecados’.”
Ahora menciónese que a partir de cierto momento, Golem XIV fue aislado y solamente a unos cuantos elegidos se les permite conversar y discutir con él. Y digo conversar y discutir, porque así es realmente la interacción con esta increíble computadora; no hacen falta teclados, ni pantallas táctiles, ni nada de estos primitivos medios. La comunicación es directa y a viva voz, para quien sea capaz de soportar el tono de ironía y mofa que Golem XIV emplea con los humanos.
En cierta ocasión varios supersabios, expertos en la teoría darwiniana de la evolución, acudieron a una cita con Golem para preguntar su opinión sobre dicha teoría, a la cual él respondió diligente y rigurosamente.
Antes de comunicar su respuesta el autómata hizo una advertencia: “Puede que consideréis que me estoy divirtiendo aquí al aplicar algún tipo de análisis a la Evolución que, en contra de mi naturaleza de autómata, esté contaminado por el antropocentrismo, o tan solo el raciocentrismo (ratio-razono). Nada más lejos de la verdad, pues simplemente estoy observando el proceso desde una perspectiva tecnológica.”
Dado el limitado espacio de que dispongo aquí, no me es posible extenderme en las ideas de Golem sobre la Evolución, sólo apuntaré que -entre otras cosas- señala las debilidades de la teoría darwiniana cuando de explicar el surgimiento de la inteligencia se trata. Dice el autómata que la evolución a fuerza de reptar entre diversas especies, tuvo que alcanzar la Inteligencia con una probabilidad que se aproximó a uno cuanto más tiempo duró el proceso. En otras palabras, siempre estuvo presente la posibilidad de que otras especies llenaran el nicho de la Inteligencia si hubiese fallado ahí la aparición de los simios. La paciencia de la Naturaleza es infinita, si aquel simio sapiens no hubiese surgido a lo largo de los últimos millones de años, sin duda otra especie lo habría hecho en los siguientes.
Pero la gema de sus conclusiones es que en la Evolución actúa una inclinación negativa de la perfección de las soluciones orgánicas. Es decir, que en lugar de observar un avance o progreso evolutivo –como sostiene el darwinismo- se observa una degradación. Por ejemplo, sostiene Golem, un alga es más perfecta que un águila, pues aquella consigue que los fotones del sol se transformen directamente en la energía base de la cadena alimenticia. En tanto que el águila estando muy arriba de esta cadena, carece de esa capacidad y depende de la existencia de muchos otros organismos para subsistir.
Ahi se los dejo de tarea, me voy porque tengo cita con Golem, si le interesa el asunto lea “Golem XIV”, de Stanislaw Lem, Editorial Impedimenta, 2012.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.