Manuel Martínez Morales
-¿Por fin, en qué quedamos?- pregunta Mané, según los defensores de la libertad de mercado se aboga por la libre circulación de mercancías pero se limitan los flujos, la circulación pues, de seres humanos. En todo caso esta última está regulada por la demanda de mano de obra barata por parte de los dueños del dinero.
Fíjense -continúa Mané- los granjeros red necks del sur de los Estados Unidos, que vociferan en contra de los migrantes ilegales y hasta organizan cacerías de éstos, hace unos días se lamentaban de la escasez de mano de obra barata para levantar sus cosechas. Un llamado indirecto para que ingresen más migrantes ilegales a pizcar en sus campos, desde luego a cambio de salarios de hambre.
¿Hambre? ¿Alguien ha dicho hambre? Quien verdaderamente ha padecido hambre difícilmente pronuncia la palabra.
-¿Sabes Mané cuál es el recuerdo que tengo de mi infancia? preguntó una de sus amigas: hambre, siempre tenía hambre, creo que siempre siento hambre.
Mi nacimiento fue un naufragio el agua/ me inundó cuando salí a la luz. Agua es futuro./ De mi madre quedó una ruina que bufaba,/ a veces sonreía. Al salir quedé errante/ y el mundo no bastó para frenar mi caos.
Al recordar estos versos, Mané ve como en un destello que en un mundo como éste todos somos migrantes, vivimos errando de un lado a otro –quizás en la imaginación solamente- vagabundos en busca de un destino mejor, parecido al sueño de los migrantes de carne y hueso, abrigando la esperanza de vivir mejor, de que todos vivamos mejor.
Lacónico deshebré mi presente/ que amaneció erosionado por la cal/ payaso de circo en pueblo polvoriento/ Indeciso, te seguí estrella de mar/ para perderme aún más.
Payaso de circo en pueblo polvoriento, poeta de ferias, bufón en la corte de los milagros, eso y más ha sido Mané en su errante caminar.
Quien fue su guía y tutor en su formación como matemático alguna vez le aconsejó: el que nada sabe nada teme y por eso, sin temor alguno, puede decir pendejada y media. Y ha de ser por eso que Mané, en su ignorante errar, transita de la matemática a la poesía, de la poesía a la física cuántica, de la física cuántica a la ecología (¿saben que existe la ecología molecular?), de la ecología a la teoría de la computación, de la teoría de la computación a la arqueología, de la arqueología a la neurociencia, de la neurociencia al Kama Sutra (¿Cama qué?).
Precisamente porque nada sabe es por lo que Mané, sin temor, puede hacer suya la afirmación de que Marcel Proust –el escritor- se adelantó con presciencia al descubrimiento de la reconsolidación de la memoria. Pues para éste, los recuerdos eran como frases, es decir cosas que nunca dejamos de cambiar. Y la incómoda realidad es que –según los expertos en neurociencia- los humanos recordamos de la manera descrita por Proust. Mientras tenemos recuerdos que recordar, los márgenes de éstos se ven constantemente modificados para que así encajen mejor con lo que ahora sabemos.
Y si no me lo creen, pregunten a los expertos, dice el aprendiz de todo.
“En vez de darnos una sensación de formas plenamente realizadas, Cézanne nos proporciona varias capas de sugerentes aristas, a partir de las cuales se despliegan lentamente las formas, Nuestra visión está hecha de líneas, y Cézanne ha hecho que estas líneas sean angustiosamente visibles…de la misma manera las células de la corteza visual, inundadas por rumores de luz, ven unas líneas que se extienden por todas las direcciones posibles… El mundo sigue siendo informe, simple collage de bloques cromáticos. Pero esta ambigüedad es parte esencial del proceso de ver, ya que deja espacio a nuestras interpretaciones subjetivas. Nuestro cerebro está diseñado de manera que la realidad no pueda resolverse a sí misma. Antes de que podamos dar sentido al paisaje abstracto de Cézanne, tiene que intervenir la mente.” (J. Lehrer: Proust y la Neurociencia: una visión única de ocho artistas fundamentales de la modernidad. Paidós, 2010)
Entonces, ya envalentonado por su ignorancia, Mané añade que la ciencia no es la única senda que conduce al conocimiento, pues el arte siempre se adelanta a aquella, como en el caso del empeño científico por comprender el funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, según Lehrer, Proust reveló por primera vez la naturaleza de la memoria y Cézanne se anticipó a las sutilezas del complejo proceso de la visión humana.
Y yo digo, concluye Mané, que la poesía se anticipa al difuso proceso de la creación científica.
Ante una taza de café/ en el umbral de la terca suerte/ filosofar el paso del tiempo/ Tormentas hay en un vaso de agua/ Se confunden plancton, mocos y lágrimas/ peces de colores imposibles/ Arcoiris inmenso que cubre el cielo/ de sombras incesantes.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
(Los versos intercalados en el texto han sido tomados del poemario AQUARIO, de Isis Samaniego.)