Manuel Martínez Morales
Cuando fui niño, la casa de mis tías abuelas era el centro de reunión de la extensa familia a la que pertenezco. En aquellos días felices, los más pequeños solíamos frecuentar la casa sobre todo por el cariño que nos tenían mis tías, traducido en el consentimiento de casi toda clase de caprichos comestibles.
En especial, los sábados, días festivos o en vacaciones solíamos hacernos los aparecidos alrededor del mediodía, cuando se comenzaba a preparar la comida del día. A esa hora, tía Chaguita, encargada de la cocina, a partir de la masa de nixtamal que ya se tenía preparada desde temprana hora, empezaba a producir a mano las tortillas que acompañarían la comida.
Esas tortillas, recién salidas del comal calentado con leña o carbón, eran una delicia. Y nosotros -hermanos, primos y anexos- rondábamos disimuladamente por la cocina hasta que alguna de mis tías, adivinando nuestro antojo, nos llamaba y preguntaba: ¿quieren un machito trotón? Éste no era más que una tortilla recién preparada sobre la que se rociaba queso fresco espolvoreado y se enrollaba como taco. Ni que decir que corríamos alborozados a recibir tal manjar.
El olor y el sabor de esas tortillas permanecen anclados en mi memoria y me hacen evocar no sólo mi infancia y a esa extensa y maravillosa familia en cuyo seno fui creciendo, sino también a mi querido México, sobre todo durante mis estancias en el extranjero cuando he dejado de comer tortilla por largos periodos de tiempo.
En aquel tiempo no teníamos ni sombra de duda sobre lo saludable de comer tortillas, elotes, gorditas, tacos y pinole. Ahora me duele enterarme que comer tortillas y otros productos derivados del maíz pueden llevarnos a la pérdida de la salud o incluso hasta la muerte.
Un importante estudio científico de reciente publicación, Presencia masiva de transgenes y del herbicida glifosato en alimentos derivados de maíz en México, mostró que la mayor parte de la comida industrializada derivada de maíz en México está contaminada con transgénicos y glifosato, herbicida que la Organización Mundial de la Salud declaró cancerígeno. El impacto a la salud de la población mexicana es de magnitud, apunta la investigadora Silvia Ribeiro, ya que México es el país donde se consume mayor cantidad de maíz por persona en el mundo. Esto se suma a la preocupación por la contaminación transgénica de maíz nativo en el campo, pese a que la siembra de maíz transgénico está suspendida desde hace cuatro años, en respuesta a una demanda colectiva ciudadana.
Para el estudio analizaron cientos de muestras de tortillas, harinas, botanas y otros alimentos industrializados que contienen maíz, fundamentalmente del Altiplano central de México, que es dónde vive la mayor parte de los habitantes del país. Es también donde se conectan las redes de producción, importación y distribución industrial.
Encontraron que 82 por ciento de los alimentos analizados tenían secuencias de maíz transgénico. En tortillas, este porcentaje subió a 90.4 por ciento. En las que se detectó trazas de transgénicos manipulados para tolerar glifosato, también encontraron residuos de glifosato en una tercera parte.
En pocas palabras, hoy en día ya no podemos comer, con la confianza y el deleite de antaño, los machitos trotones, las picadas ni los tacos al pastor. Corremos el riesgo de envenenar nuestro cuerpo lenta, pero seguramente.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.