Por más de medio siglo los habitantes pobres de la Ciudad de México han resuelto sus necesidades habitacionales al margen de los planes y programas oficiales, es decir, lo hacen de manera espontánea e informal.

En su estudio “Urbanismo informal y autoconstrucción” , incluido en el libro “Urbanismo informal”, los profesores Sergio Padilla Galicia y Eckhart Ribbeck, investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y de la Universidad de Stuttgart (Alemania), – editado por la Unidad Azcapotzalco, y del cual Padilla Galicia es compilador- respectivamente, añaden que la urbanización informal se ha convertido en un “fenómeno masivo” en el mundo, ya que la mitad de la población urbana del planeta construye de esta manera y fuera de las normas y regulaciones oficiales, indican los académicos.

La Ciudad de México y su zona metropolitana –con más de 22 millones de habitantes– todavía se encuentran en “proceso de expansión” hacia las ciudades vecinas, esto debido a los elevados índices de crecimiento demográfico, entre otros factores.

La capital mexicana es “una de las ciudades vivas más antiguas y, al mismo tiempo, contemporáneas del planeta”; características que la convierten en “una incógnita” para saber si “podrá sostenerse con vida o si está condenada a declinar”.

En este sentido, la Ciudad de México es un “laboratorio gigantesco” que exhibe aspectos positivos y negativos, así como “lo que mañana le puede suceder a muchas otras metrópolis de países similares”.

Los académicos plantean que dos terceras partes de la población del Distrito Federal corresponden a las clases sociales de ingresos bajos y que, por esa razón, las viviendas de los obreros y de la población pobre –en los llamados barrios populares o colonias populares– representan la forma dominante del espacio urbano habitacional y de vivienda.

Estas áreas de urbanización y vivienda de autoconstrucción (de creación irregular y siempre en proceso permanente de modificaciones y ampliaciones) se localizan en toda la zona metropolitana: en áreas precarias de la periferia distante y en barrios de vivienda de autoconstrucción antigua y consolidados en los linderos del núcleo central de la ciudad.

Los expertos señalan que aproximadamente 50 por ciento de la población total de la zona metropolitana de la Ciudad de México vive en colonias populares, esto es cerca de 11 millones de habitantes. Las colonias populares, en la Ciudad de México, “son la forma representativa del urbanismo de ayuda propia, el cual da respuesta y organiza el problema de vivienda de las masas”.

“Se podría hablar de una modernidad improvisada o informal que los pobladores han desarrollado en todos los casos en donde falló la modernidad formal o se quedó a medio camino”, indican, y por eso la Ciudad de México “es un campo experimental desde el punto de vista de la urbanización y construcción espontánea”.

Plantean que desde hace muchos años, en la capital mexicana, las invasiones y tomas ilegales de terrenos dejaron de ser la forma más eficiente de urbanización y construcción espontánea. Mencionan que Ciudad Netzahualcóyotl (al sur-oriente de la metrópoli) es “un ejemplo significativo” de fraccionamientos irregulares y periféricos que contaron con el apoyo de autoridades tolerantes y hasta cooperativas.

En dicha área urbana de autoconstrucción, creada en los años 60 y 70, se llevó a cabo una intervención temprana de las autoridades para ordenar el proceso habitacional y asegurar áreas para equipamiento público. “Hoy en día Netzahualcóyotl está más o menos consolidada y bien integrada a la metrópoli”.

“La cooperación también ha sustituido a la confrontación” y bajo ese esquema es como se han realizado frecuentemente las actividades de poblamiento informal en muchos otros lugares, indican.

“La casa de autoconstrucción da la posibilidad a la familia de ingresos bajos de tener un techo seguro, ya que no representa cargas de renta, hipotecas y otros gastos”, observan.

Los gastos que implica la autoconstrucción –continúan– determina “durante años la forma de vida de la familia”, ya que las mensualidades para el terreno y los materiales de construcción y su transportación “suelen ser muy caros” al comprarlos al menudeo.

Las casas de las colonias populares se realizan con “autoconstrucción profesional”, ya que la mayoría de los hombres adultos de la casa tienen alguna experiencia de trabajo en la construcción. También sucede –observan– que proyectos públicos, como la construcción de una línea del Metro, “impulsan el desarrollo de una zona propiciando su revalorización”.

La autoconstrucción es un sistema flexible que permite ampliaciones, cambios o adición de pisos. “Desde el punto de vista constructivo tiene la gran ventaja que no difieren mucho de las construcciones formales. Es decir, que tiene la oportunidad de convertir una pobre obra negra en una casa de alto valor al cabo de los años”.

Parece ser que “el proceso de informalidad tiende a lo formal” y que de lo espontáneo se pasa a “lo establecido”, concluyen.

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