Por J. Eduardo Vázquez Reyes
… El recuento de las bazas y el orden en el que están colocadas; la turbación, la vivacidad, la vacilación, el temblor… todo para él son síntomas, diagnósticos; todo le ayuda a darse cuenta intuitivamente al parecer del verdadero estado de las cosas
Edgar Allan Poe, “Los crímenes de la calle Morgue”
En la literatura policiaca o detectivesca es muy bien conocido el nombre de Sherlock Holmes. Esta afirmación no dista para nada de la verdad dado que se han realizado programas televisivos muy reconocidos basados en este investigador del crimen. Y la razón de dicho reconocimiento se debe, entre otras cosas, a su proceder metódico, analítico y de un profundo sentido de lo inferencial. En efecto, el personaje de Arthur Conan Doyle tiene como bandera el proceder mediante una cadena muy bien elaborada de razonamientos. Durante sus investigaciones, cada uno de los datos obtenidos por el protagonista de El signo de los cuatro es sopesado con rigor y astucia, pues sólo de esa manera se puede llegar a conclusiones coherentes. En el segundo capítulo de Estudio en escarlata Holmes razona de esta manera:
He aquí a un caballero que responde al tipo del hombre de Medicina, pero que tiene un aire marcial. Es, por consiguiente, un médico militar con toda evidencia. Acaba de llegar de países tropicales, porque su cara es de un fuerte color oscuro, color que no es el natural de su cutis, porque sus muñecas son blancas. Ha pasado por sufrimientos y enfermedad, como lo pregona su cara macilenta. Ha sufrido una herida en el brazo izquierdo. Lo mantiene rígido y de una manera forzada… ¿En qué país tropical ha podido un médico del Ejército inglés pasar por duros sufrimientos y resultar herido en un brazo? Evidentemente, en el Afganistán.
Holmes no es el único caso de un estilo literario en el que sus personajes se basan en procedimientos lógicos. De hecho, gran parte de las novelas de este género destacan por esta característica metodológica. Pero si vamos más atrás encontraremos un ícono que sobresale ante los demás, me atrevo a decir: Augusto Dupin, creado por la pluma de Edgar Allan Poe, padre de la novela policiaca. En este último no cabe la menor duda de que es posible apreciar, muy en el fondo de su prosa, esquemas de inferencia, de razonamiento. Poe es, además de un gran literato perteneciente al Romanticismo, un ejemplo del uso de diferentes casos de razonamientos precisos.
Como justificación de esta opinión, sólo basta leer meticulosamente y desde una óptica analítica “Los Crímenes de la calle Morgue”, “La carta robada”, El misterio de Marie Roget”, “El escarabajo de oro”, entre otros. Es en los tres primeros textos mencionados donde el método de inferencia, es decir, de llegar a conclusiones a partir de datos observados, se torna más que evidente y claro. Esto define, en resumen, la actividad del analista. El método de Augusto Dupin es básico y se esquematiza en tres sencillo pasos: observar, analizar e inferir.
Para familiarizarnos con el tema y ver la pertinencia de estos personajes en relación con la Metodología, vale la pena decir algo de nuestro objetivo en este artículo: ¿qué entendemos por inferencia? En sentido llano se dice que una persona infiere cuando obtiene una conclusión (opinión) basada en datos. Por ejemplo, si el cielo se nubla concluimos que lloverá, si llegamos tarde al trabajo con evidencia afirmamos que nos correrán o reportarán.
Ahora bien, la inferencia ha adquirido en el uso común significados diversos. En ocasiones se utiliza como sinónimo del término “deducción”. Un ejemplo de esta arbitrariedad práctica la encontramos en el segundo capítulo del libro Estudio en Escarlata, donde Doyle mediante el personaje de Watson muestra las cualidades inferenciales de Holmes. El texto se titula “La ciencia de la deducción”, sin embargo no es en realidad deducción lo que el detective realiza. Se trata, a decir verdad, de abducciones, como podrá verse más adelante y como bien lo han aseverado muchos estudiosos.
La inferencia es hoy día estudiada por diferentes disciplinas, entre las que se encuentran: la lógica, la epistemología, la psicología, la lingüística y la comunicación. Es, ante todo, un fenómeno racional, pues expresa la capacidad de llegar a conclusiones o puntos de vista con base en un número estimado de evidencias. Dicho de otra manera, es el uso más acabado de la racionalidad humana.
En concreto, a partir de la Modernidad y principalmente con la escuela racionalista encabezada por René Descartes se estableció como un paradigma ejemplar la inferencia deductiva. Con ella se realizan razonamientos que derivan conclusiones necesarias, esto es, verdaderas: siempre podemos llegar a la certeza. A partir de ciertos principios verdaderos y evidentes es posible concluir con necesidad lógica una afirmación que tenga la misma característica que éstos, pues de la verdad sólo puede derivarse la verdad. En este periodo ser congruente o, lo que es lo mismo, proceder de manera racional, es sinónimo de ser deductivo.
Aunque el modelo deductivista tiene gran repercusión en las investigaciones de corte formal (matemática y lógica clásica), no es el único método inferencial que existe. Los cartesianos estaban muy alejados de la verdad cuando afirmaban una superioridad del método deductivo ante aquellos que promulgaban atender a los hechos, a la experiencia.
Hoy día, en los debates contemporáneos sobre epistemología y filosofía de la ciencia se discute la aplicación de otras alternativas inferenciales, como la inducción y la abducción. Ambos, a pesar de no ser idénticos, comparten la característica de que sus conclusiones son probables, no necesarias, inciertas. No obstante, en muchos casos éstas pueden ser muy plausibles. Este tipo de modelos están relacionados con la idea de contexto, lo cual quiere decir que cuando razonamos en la vida diaria lo hacemos a partir de un tiempo y lugar específico, donde no podemos tener conclusiones exactas. Como agentes racionales con limitaciones inferimos en situaciones que pueden cambiar, por lo que la idea deductivista queda en tela de juicio.
En el primer caso, el resultado es una conclusión probable o plausible que se da luego de haber efectuado un conjunto de observaciones: se llega a una conclusión general desde casos particulares. En el segundo modelo ese tipo de razonamiento nos lleva a conjeturas, hipótesis explicativas. En ese sentido, su utilidad es la de dar cuenta de hechos o situaciones de difícil explicación o acontecimientos sorprendentes. Le debemos al filósofo norteamericano Charles Sanders Peirce, pionero de la corriente llamada pragmatismo, el modelo inferencial abductivo. Siempre es posible proceder con este método si nos encontramos con un hecho sorprendente: dar con un ladrón, explicar por qué el patio está mojado si no ha llovido, esclarecer un crimen, etc.
Como mencionamos en líneas atrás, lo que en realidad efectúa Holmes es un conjunto de inferencias abductivas: el resultado de su cadena de pensamientos son hipótesis que intentan explicar los hechos enigmáticos de ciertos crímenes. Lo mismo sucede en el caso de Dupin. En ambos se parte de una teoría relacionada con el hecho observado. Con base en el análisis minucioso y cuidadoso de las diferentes partes que constituyen a éste los detectives concluyen una conjetura, la cual es corroborada o rechazada por la experiencia. En definitiva, tanto Holmes como Dupin lo que hacen es arrojar una serie de hipótesis que en última instancia explican de manera completa el asunto en cuestión. Decir todo esto no implica afirmar que nunca hagan deducciones. Las hacen, pero en menor grado. En su mayoría las inferencias son no deductivas.
Pero la cuestión y la relevancia del estudio de la inferencia no sólo se encuentra en el campo filosófico y, como vimos, en la literatura policial, sino también en otras áreas de naturaleza científica y tecnológica, a saber: ciencia cognitiva (CC) e inteligencia artificial (IA). En la primera línea de investigación, la CC, actualmente se proponen modelos de inferencia para explicar el razonamiento humano: ¿cómo piensa una persona al momento de emitir una conjetura? En el segundo, se toman herramientas de la lógica para caracterizar una nueva idea de inferencia. El objetivo de la IA es implementar el razonamiento de sentido común en agentes artificiales.
Si esto es así habrá que reconocerle a la obra literaria de Poe y Doyle los primeros pasos al respecto de este modelo inferencial en contraposición al deductivo. Los nuevos estudios sobre el tema no pueden ignorar las aportaciones de estos autores. De esta forma encontramos un pensamiento lógico en obras literarias. Será cuestión de seguir buscando en la prosa de estos y otros literatos (me limito al género policiaco) esquemas de inferencia. La relación entre tecnología, literatura y filosofía no es tan utópica como hace unos años se pensó. La investigación lógica y epistémica relacionada con modelos de inferencia es un campo abierto y habrá que explorarlo con sensatez.