La mano humana ha evolucionado menos de lo que se pensaba

La pinza de precisión humana era ya efectiva antes de la aparición de las primeras herramientas de piedra, y no al revés. / Sergio Almécija


Hace entre seis y siete millones de años, humanos y chimpancés compartieron un ancestro común, por ello muchos científicos asumen que el chimpancé representa un fósil viviente del pasado humano. En este proceso evolutivo, la mano humana habría pasado de un estado inicial o condición primitiva tipo chimpancé –con dígitos largos en relación a un pulgar corto– a las proporciones actuales –pulgar largo– para manipular mejor.

Sin embargo, un nuevo estudio, publicado en Nature Communications y liderado por un investigador español, revela que la estructura general de la mano humana es en realidad muy primitiva. Esto implica que las proporciones de nuestra mano no son el simple resultado de presiones selectivas para la fabricación de herramientas de piedra. Al contrario, cuando los primeros miembros del linaje humano (los homininos) empezaron a construir herramientas líticas de forma sistemática, sus manos ya eran muy parecidas a las nuestras.

“En términos de las proporciones internas (longitud relativa del pulgar a los dígitos), la mano humana ha cambiado menos que la de un chimpancé, que ha alargado mucho los dígitos, probablemente para moverse de una manera más eficiente y acrobática por los árboles”, apunta a Sinc Sergio Almécija, autor principal e investigador asociado en el Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La mano humana, más primitiva que la del chimpancé

Para llegar a estas conclusiones, el equipo de científicos midió las proporciones de las manos de humanos, primates actuales y fósiles, así como las de homininos fósiles como Ardipithecus ramidus (que vivió hace 4,4 millones de años) y Australopithecus sediba (hace 2 millones de años). En total, se estudió en detalle la longitud de los huesos largos del dígito cuarto y el pulgar en relación al tamaño corporal de más de 270 individuos. 

Los resultados demuestran que la mano de los chimpancés ha cambiado más que la de los humanos desde que ambos compartieran el ancestro común, cuyo fósil aún se desconoce. En este sentido, “la mano de chimpancés es convergente (ha adquirido una morfología similar de forma independiente) a la del orangután, otro simio de grandes dimensiones que se mueve ágilmente por los árboles”, explica Almécija, en la actualidad en la George Washington University (EE UU).

En cambio, el trabajo muestra que “la mano humana, así como la de los homininos, no ha cambiado mucho en comparación a la condición primitiva, que está presente en algunos monos actuales y simios fósiles comoProconsul heseloni (procedente de África hace 18 millones de años)”, añade el investigador.

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a) ilustración de las manos de chimpancés y humanos b) longitud de los huesos largos del dígito cuarto respecto a la del pulgar de humanos, primates actuales y fósiles, y homininos. / Sergio Almécija

El uso evolutivo de la mano

Hasta ahora, se consideraba también que la morfología de la mano humana había evolucionado en gran medida a lo largo de los años específicamente para fabricar y usar herramientas de piedra de manera eficiente. Pero el estudio indica que “seguramente la ‘pinza de precisión’ humana era ya efectiva antes de la aparición de las primeras herramientas de piedra, y no al revés”, comenta Almécija.

Además, la poca evolución de la mano humana arroja luz sobre el modo de locomoción del ancestro a partir del cual los primeros homininos bípedos evolucionaron. Según el científico, el ancestro pudo tener unas manos relativamente cortas, más parecidas a la de los humanos que a la de los chimpancés, aunque quizá no muy diferentes de gorilas, como sugiere el estudio.

“Esto quiere decir que el linaje humano evolucionó de un ancestro que no era tan especializado como chimpancés y orangutanes. Es decir, seguramente escalaba árboles y se movía por ellos sin dificultad (incluso los gorilas lo hacen en la actualidad, aun siendo tan grandes), pero no estaba adaptado a colgarse debajo de las ramas ni a moverse por ellas de una forma acrobática”, concluye el experto.

Referencia bibliográfica:

Sergio Almécija et al. “The evolution of human and ape hand proportions” Nature Communications DOI 10.1038/ncomms8717 14 de julio de 2015

(SINC)

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