En 1909, el escritor inglés Edward Morgan Forster escribió el cuento “La Máquina se detiene” [1], una visión futurista sobre el uso de la tecnología, y sobre el uso de Internet, aunque en ese entonces el término era desconocido, ya que tardó más de 70 años en acuñarse.
La máquina, como él la llamaba, permitía la conexión entre los personajes de la obra, incluso, aunque uno de ellos viviera “del otro lado de la tierra”. Forster, dice Giovani Sartori en Rednum Hominis y Hombres Bestias, imaginaba el mundo digital, en el que una red electrónica conectaba a todos, y mientras éstos se encerraban y aislaban en sus casas, tenían posibilidad de comunicarse. Un escenario semejante a la actualidad.[2]
Sin embargo, el investigador italiano advierte sobre la “doble moral” de la máquina, que funciona, “pero no para nuestros fines”.
“Ya no tenemos a un hombre que reina gracias a la tecnología inventada por él, sino más bien a un hombre sometido a la tecnología, dominado por sus máquinas. El inventor ha sido aplastado por sus inventos”[3].
En ese mismo ensayo, que forma parte del Homo Videns, la sociedad teledirigida, Sartori habla de un Homo digitalis, cuyo quehacer se reduce a pulsar botones de un teclado, lo que lo aísla a una plataforma ficticia, ajena a la realidad, a la que, los eruditos de las nuevas tecnologías, con el afán de justificarla la han denominado realidad virtual. “Nos priva de experiencias nuestras, experiencias de primera mano y nos deja a merced de experiencias de segunda mano. Lo cual tiene graves consecuencias. Pues cada uno de nosotros sólo comprende de verdad las cosas sobre las que tiene una experiencia directa, una experiencia personal”[4], dice.
Vivir una realidad virtual es vivir una fantasía. “Es justamente ahí, en ese nuevo universo que sólo existe al otro lado de un monitor, que cualquier fantasía puede realizarse”, expone María Teresa Hernández Reyes en su artículo Web 3.0[5].
Los pronósticos de Sartori no fueros errados. Actualmente existe un debate sobre la escaza evolución cognoscitiva del hombre por su dependencia a la tecnología, así como la adicción a Internet, y los daños que provoca, principalmente físico-psicológicos.
Incapacidad para realizar una ecuación matemática de nivel fácil, o nulo conocimiento de reglas básicas de ortografía, elementos primarios para la interacción social, se fomentan gracias al uso de procesadores de texto o calculadoras en línea, entre otras cosas que actualmente se practican en todos los niveles educativos.
En una entrevista con el portal de tecnología Xataka, a la antropóloga Genevieve Bell, quien trabaja para Intel en el laboratorio de interacción y de experiencia de usuario, se le realizó la pregunta: Cada vez somos más dependientes de la tecnología ¿Nos está haciendo la tecnología más estúpidos?, a lo que ella respondió: “Creo que si la tecnología nos hace más o menos estúpidos no es la pregunta correcta. Los seres humanos han demostrado sobradamente su estupidez mucho tiempo antes de que existiera Internet (risas) y sospecho que mantendremos esa capacidad en el futuro”. Pese a esta contestación, no negó que el uso inadecuado genera las deficiencias antes mencionadas[6].
La dependencia a la máquina, utilizando el término de Morgan Forster, incrementa día a día en todas las escalas sociales. Para algunos, incluso, influye en su estado anímico y condiciona su comportamiento. Tal vez, por algo el autor pronosticaba un grado de divinidad hacia ella: “Te expresas como si un dios hubiera construido la máquina. Hasta creo que le rezas cuando te sientes descontenta. No olvides que fueron hombres los que la construyeron”.
Pero la devoción a la máquina tiene también sus consecuencias. “La estimulación fótica –como se conoce a las descargas intermitentes de luz–, los destellos y las variaciones de imágenes pueden generar reacciones anormales en el cerebro, como crisis convulsivas que se parecen a los ataques de epilepsia”, explica el neurólogo Carlos Cuevas García en un reportaje de la revista Quo, publicado en agosto de 2010 y retomado por CNN México[7].
En México, un millón de personas presentan estos daños, según el Instituto Mexicano del Seguro Social.
Foster insistía en una muerte en vida, en una incapacidad para hacer, en una visión catastrófica donde la máquina se volvía ama de la vida: “¿No te das cuenta de que somos nosotros los que estamos muriendo, y que aquí lo único que realmente vive es la máquina? Hemos creado la máquina para hacer nuestra voluntad, pero ahora no podemos hacer que ella la cumpla[8].
“Nos ha robado el sentido del espacio y del tacto, ha emborronado todas las relaciones humanas y ha reducido el amor a un mero acto carnal; ha paralizado nuestros cuerpos y nuestras voluntades y ahora nos obliga a rendirle culto. La máquina avanza, pero no según nuestras direcciones; actúa, pero no de acuerdo a nuestros objetivos. Existimos sólo como glóbulos sanguíneos que fluyen por sus arterias, y si pudiera funcionar sin nosotros, nos dejaría morir”.
En 2019, según Ray Kurzweil, experto en inteligencia artificial, un dispositivo de cómputo podrá igualar la habilidad del cerebro humano y resolverá test de inteligencia. Para 2029, una PC tendrá la capacidad de aproximadamente 10 cerebros humanos y el conocimiento significativo será creado por máquinas con poca o ninguna intervención humana[9].
Aunque los pronósticos podrían parecer apocalípticos, entender la evolución de la tecnología, indica Marshal McLuhan, nos permitirá reflexionar sobre el devenir de la humanidad: “Si podemos entender las transformaciones revolucionarias causadas por los nuevos medios, podemos anticiparnos y controlarlos, pero si continuamos en nuestro trance autoinducido seremos sus esclavos”.
[1] E.M. Foster, The Machine Stops, The Science Fiction Hall of Fame, Volume Two (USA), Doubleday (1973)
[2] Sartori, Giovanni, Homo Videms, la sociedad teledirigida, Punto de Lectura, primera edición junio 2006, decimo primera reimpresión: noviembre 2011, Pág 145
[3] Ibídem (Pág 141)
[4] Ibídem (Pág 146)
[5] Artículo Web 3.0, Breve perspectiva de la web de mañana (María Teresa Hernández)
[6] www.xataka.com http://www.xataka.com/entrevistas/la-tecnologia-no-nos-hace-mas-estupidos-para-eso-nos-bastamos-solos-entrevista-a-genevieve-bell-directora-del-laboratorio-de-interaccion-y-experiencia-de-usuario-de-intel
[7] http://mexico.cnn.com/salud/2011/07/04/la-adiccion-a-la-pantalla-afecta-a-ninos-y-adolescentes-mexicanos
[8] E.M. Foster, The Machine Stops, The Science Fiction Hall of Fame, Volume Two (USA), Doubleday (1973)
[9] Revista CM (septiembre 2012) Artículo Web 3.0, Breve perspectiva de la web de mañana (María Teresa Hernández, Pág. 42-56