La transformación post-socialista llevó a Rusia a una situación de mayor desigualdad y pobreza, por lo que “ahora su economía se compara con las de los países latinoamericanos o del llamado Tercer Mundo y no con las de naciones nórdicas o del capitalismo desarrollado, como ocurría durante el apogeo” de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), aseguró la doctora Laila Porras Musalem, académica de la Universidad París VII.
En la conferencia magistral La desigualdad en Rusia a 100 años de la Revolución, que impartió en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la especialista refirió que después de la Segunda Guerra Mundial, la URSS experimentó una mejora en cuanto al nivel de vida de la población, que aumentó sus ingresos, mientras la producción agrícola se fortalecía hacia 1950.
Un obrero ganaba lo mismo que un ingeniero debido a que los trabajadores recibían capacitación constante por el proceso de transformación de una sociedad rural a una urbana en poco tiempo, si se considera que 20 por ciento de los soviéticos vivía en la ciudad a inicios del siglo XX, contra 70 por ciento en la década de 1970.
Además de las propias consecuencias que trajo consigo la guerra y afectaron el curso del socialismo, “ocurrieron choques y represiones, pero podemos decir que el ciudadano ruso se encontraba sin lugar a dudas mejor vestido, alimentado y alojado en 1991, es decir, al final de la época socialista, que en 1917”.
La experta en las grandes transformaciones económicas explicó ante estudiantes y profesores de la Maestría en Relaciones Internacionales que a finales de 1990 comenzó una transición de las sociedades soviéticas al capitalismo, la cual respondió a una tendencia de desigualdad social que cimbró al mundo y continúa hasta estos días.
“La ideología neoliberal dominante con la participación ineludible del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional colocaron la desigualdad como un factor central de supuesto desarrollo”, indicó.
Con el consenso de Washington se efectuó una terapia de choque consistente en la liberalización de los precios y del comercio, la aplicación de políticas de austeridad fiscal y salarial así como el impulso de acciones de privatización. Sus efectos generaron un aumento brutal de la pobreza que pasó de 14 millones a 168 millones entre 1988 y 1993.
“Las instituciones internacionales al incidir en países como Polonia, Checoslovaquia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas aplicaron una serie de medidas ignorando a los especialistas quienes durante años habían generado estrategias para aquellas sociedades y la total ausencia de debate democrático provocó una enorme caída del Producto Interno Bruto (PIB)”, subrayó.
Porras Musalem enfatizó que esa transición se llevó a cabo de manera drástica, ya que se pensaba que si no se hacían rápidamente esas reformas, no se aseguraría el carácter irreversible hacia la economía de mercado. De hecho, en su primera fase Rusia pasó de tener 70 empresas privadas en 1992 a 111,000 en 1994.
En los comentarios a la ponencia de Porras Musalem, la doctora Ana Teresa Gutiérrez del Cid, profesora-investigadora de la Unidad Xochimilco, mencionó que el experimento socialista que duró poco más de 70 años extendió sus beneficios hasta México, en una época cuando el ex presidente Lázaro Cárdenas promovió la expropiación petrolera.
“El socialismo tuvo aciertos y errores. Un error, por ejemplo fue la colectivización forzosa de la tierra, pero la Segunda Guerra Mundial atacó de manera directa a la Unión Soviética, por lo que no es ningún misterio que Estados Unidos alentó a Hitler a la ruptura de aquel orden mediante el nazismo”, finalizó.
En la mesa moderada por la doctora María Antonia Correa Serrano, coordinadora de la Maestría en Relaciones Internacionales, las especialistas coincidieron en que además se ha promovido en los medios masivos de comunicación una campaña permanente de descrédito sobre lo que significó el sistema socialista para el mundo.