Flor Karina Ontiveros García, estudiante de Licenciatura en Lengua Francesa en la Facultad de Idiomas de la Universidad Veracruzana (UV), identificó la convocatoria para el Premio Nacional al Estudiante Universitario y decidió participar en la categoría de Relato intitulada “Sergio Pitol”. Presentó Incubus bajo el seudónimo de Francisca Villa y resultó ganadora del primer lugar.

         Para ella (quien en 2013 fue la ganadora del Primer Concurso de Ensayo “Ser UV”), estas convocatorias dan esperanzas a seguir creando literatura. Además, en caso de resultar premiada u obtener alguna mención honorífica, el texto adquiere un valor, al tiempo que acrecienta el currículo.

“Uno piensa en becas y hacer maestrías, lo cual es muy importante, pero premios como éste son una muestra de trabajo, de las cosas que estás produciendo.”

En esta décima edición del Premio Nacional al Estudiante Universitario se recibieron 229 trabajos en las tres categorías: “Carlos Fuentes”, Ensayo; “Sergio Pitol”, Relato; y “José Emilio Pacheco”, Poesía.

Esta cantidad “me sorprende y me gusta”, comentó Flor Karina. Y a manera de mensaje invitó a aquellos que aspiran a ser un Premio Cervantes o  una figura literaria del tamaño de Pitol, Fuentes o Pacheco, a que sigan escribiendo y aprovechen las convocatorias que ofrece la UV.

“La literatura es un compromiso, mucha gente no lo asume todavía, no se da cuenta de la magnitud, ni de sus capacidades ni de las oportunidades. Yo creo que hay que buscarle.”

         Por otro lado, compartió que le gustaría que en la UV hubiera más oportunidades de mostrar el quehacer literario de los estudiantes: “Mientras haya concursos, mucha gente tiene la oportunidad de mostrar su trabajo, incluso animarse a hacer algo y participar”.

Éste es el primer párrafo de Incubus: “No eran las moscas de Orestes, ni el arrepentimiento de Electra lo que oía en el cuarto. No era el eco de mis pensamientos, el pulso o el temblor de los brazos. Tampoco los fantasmas que me poblaban el cuerpo, ni el rumor de las generaciones pasadas, ni la premonición de las venideras. Pero escuchaba. Todos los días con sus noches y sus horas, escuchaba. Si en lugar de oír, hubiese visto, me habría arrancado los ojos o esperado a que vinieran los cuervos a comérselos. Pensaba a veces reventarme los tímpanos, una vez estuve cerca. Me sangraron los oídos un par de días y ligeramente padecí una sordera. La tortura volvió, ahora no sólo escuchaba de nuevo, sino que escuchaba mejor. Si me lo preguntan, no temo responder. Ni el mismo diablo lo sabe. Si tan sólo fuera de este mundo…”.

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