Violencia de pareja- European Parlament

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La violencia de los hombres contra las mujeres tiene sus raíces en la prehistoria y se encuentra sustentada en las relaciones de género a través de la división sexual del trabajo, afirmó la doctora Laura Fontana Sabatté, presidenta de Equidad Igual Salud, del Centro de Estudios de Género A.C., de Argentina.

Durante la conferencia magistral con la que se inauguraron las IX Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social y el IX Encuentro de Egresados, en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la investigadora expuso que la división sexual del trabajo demuestra que desde la prehistoria las mujeres se encuentran sobrecargadas tanto en sus actividades como en su forma de explotación económica.

La doctora Fontana Sabatté presentó durante su intervención los avances alcanzados de una investigación científica que tiene como objetivo “ir a las raíces de la violencia patriarcal en la prehistoria” a través del análisis del arte rupestre levantino, a finales del neolítico en la mitad oriental de España.

Señaló que la violencia contra las mujeres es una “realidad histórica”. Es el orden simbólico patriarcal el que establece relaciones desiguales y jerárquicas entre los hombres y las mujeres; los trabajos de las prehistoriadoras ponen de relieve que la arqueología prehistórica es una ciencia clave para conocer las raíces de la formación de los sistemas patriarcales.

Luego de explicar su método de análisis de dibujos mediante “técnicas proyectivas”, la especialista en temas de género y violencia indicó que los hombres se dedicaban a la guerra y a la caza, mientras que las mujeres “estaban sobrecargadas con tareas que hoy seguimos teniendo y que están relacionadas con atender una cantidad de hijos que no se podía controlar, realizar trabajo de recolección en el campo, hacer la comida, entre otras.

Entre algunos elementos que destacó sobre su análisis, dijo que la disimetría entre las figuras femeninas y masculinas así como las diferencias de tamaño, entre otros elementos analizados, demuestra la descalificación hacia la figura femenina, además de prevalecer una “hipervaloración” de la figura masculina, tanto por sus genitales como por las actividades que realiza (la guerra y la caza). A la mujer se la ubica sólo en actividades colectivas junto a otras mujeres.

Expuso que al tratar de llegar a conclusiones sobre la violencia contra las mujeres probando su vigencia en la actualidad, “me ocurrió algo espantosamente impactante, porque no sólo no encontré muchas diferencia con la violencia prehistórica, sino pude probar que (…) a pesar del tiempo transcurrido y cientos de miles de años de evolución y educación, la violencia contra las mujeres hoy es peor”; por lo que cabe preguntarse ¿cuántos cientos o miles de años faltarán para erradicarla definitivamente de nuestras sociedades?

Fontana Sabatté, quien realiza también una investigación sobre feminicidios en Argentina, cuestionó que en el propósito por cambiar esta situación de menosprecio y violencia hacia la mujer, por qué tendrían que ser las mujeres las que convenzan a los hombres de que es necesario cambiar.

Es cierto que en miles de años “la violencia se ha naturalizado”, pero si las mujeres planteamos en ámbitos académicos y sociales que la padecemos y que su expresión máxima es la violencia por feminicidio, las otras cosas que los hombres hacen y que también tienen muy “naturalizadas” también dependen de un trabajo individualizado muy personal.

Es decir, continuó, el hombre tendría que “deconstruir todo lo que construyó mal en algún momento y que siempre fue disimétrico”. Esto le resulta complicado y le cuesta mucho porque implica jerarquía y no quiere renunciar a privilegios”.

“Es un trabajo que tenemos que hacer conjuntamente y las mujeres hace mucho que lo estamos haciendo a través de los estudios de género en la academia o a través de ONGs, y “creo que hoy los jóvenes están más abiertos a escuchar otro tipo de cosas que (el discurso de) la naturalización; aunque lo tengan en el ‘ADN patriarcal’, algunas cosas se empiezan a plantear porque las mujeres lo hemos hecho” desde hace tiempo.

Subrayó que las instituciones son las mayores constructoras de modelos que se reiteran y se reproducen. “Todas ellas nos dicen cómo ser nenas y cómo ser varones y desde ahí debemos empezar, desde una educación que sea completamente diferente que nos lleve a terminar con la violencia, y “con lo primero que hay que terminar es con la ‘naturalización’ de los actos, porque una vez que son naturalizados, pues nadie los cuestiona” y por ello hay mujeres que también sostienen y educan en el machismo, por ejemplo.

Tras señalar que hoy la violencia contra las mujeres es más marcada, advirtió que “mientras más pelea la mujer por dejar de ser la propiedad de un hombre, más se enoja ese hombre porque no lo sea; de hecho antes de matarla le dice, o eres mía o no eres de nadie”.

El acto inaugural de Las Jornadas Latinoamericanas de Sociología estuvo encabezado por la doctora Juana Juárez, directora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, quien destacó que muchas de las problemáticas de nuestros días, como la violencia, requieren de la incorporación de las dimensiones cultural y social para poder tener una perspectiva que realmente contribuya a resolverlas y que “generalmente son vistos como una problemática de orden individual”.

Dijo que la Psicología Social ha demostrado la importancia de explicar los fenómenos a partir de referentes culturales, y añadió que cotidianamente, el propio gobierno hace interpretaciones depositando en el individuo la responsabilidad de su situación de pobreza, de ser sujeto de maltrato o de injusticia, entre otras condiciones.

Escenarios como éste, sostuvo, nos permiten propiciar una reflexión, como sicólogos sociales, que conduzca a descentrarnos del individuo y encontrar explicaciones en lo social y lo cultural.

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